MONITOREO Y ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN GEOPOLÍTICA EN EL MUNDO Y SU IMPLICANCIA EN LA PATAGONIA

Ecosistemas de carbono azul, los grandes aliados contra el cambio climático

Una una cobertura menor de 0.5 por ciento de la superficie marina, en un año los ecosistemas de carbono azul tienen la capacidad de captar y almacenar una cantidad de dióxido de carbono (CO2) equivalente a casi la mitad de las emisiones generadas por el transporte en el mundo.

La conservación de esos entornos costeros representan una medida de adaptación y mitigación al cambio climático debido a que brindan importantes servicios ambientales que incluyen la protección de costas, la purificación de agua, el sustento de pesquerías, la conservación de la biodiversidad y el secuestro de carbono.

La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) explicó que los marismas salobres, manglares y pastos marinos son los ecosistemas costeros que captan carbono azul (dióxido de carbono (CO2)) en una magnitud mucho mayor que los ecosistemas terrestres.

A diferencia de los bosques tropicales, el almacenamiento de carbono orgánico en esos ambientes ocurre principalmente en el suelo y en menor medida en el material vegetal superficial.

En su documento «La importancia del carbono azul», destacó que mantener su buen funcionamiento favorece la conservación de la biodiversidad y los servicios ambientales que ofrecen.

Los marismas, llanuras de inundación estacional por aguas marinas donde crece vegetación, por ejemplo, proveen alimento y fungen como hábitat de poblaciones de peces y aves; son sumideros de contaminantes; y actúan como barreras naturales que protegen de las tormentas a tierras continentales.

A su vez, las plantas marinas que se enraízan en los sedimentos estuarios y cuyo crecimiento depende de la luz que penetra en el agua se le conoce como pastos marinos, éstos filtran las aguas y aumentan su claridad.

Son hábitat temporal y permanente de numerosas especies como camarones y estrellas de mar, además constituyen la base de redes alimentarias de otros entornos estuarios y costeros que a su vez sustentan gran cantidad y diversidad de especies; y evitan la erosión de playas, manteniendo los sedimentos entre su sistema de raíces.

Mientras que los manglares desempeñan un papel importante en la atenuación del oleaje; funcionan como zonas de amortiguamiento frente a tormentas; y son un hábitat de reproducción, anidación y crecimiento para peces, crustáceos, moluscos, aves y especies de importancia económica.

A pesar de sus múltiples beneficios, su ubicación en los límites entre la tierra y el mar, los convierte en ecosistemas altamente sensibles y vulnerables.

Su pérdida y degradación son causadas principalmente por la urbanización costera; la contaminación de los cuerpos de agua; los cambios en la cobertura y uso de suelo asociados a la acuacultura, ganadería y agricultura.

Así como la falta de sedimentos suspendidos; el exceso de nutrientes; el estrangulamiento de las costas; la construcción de infraestructura portuaria; el turismo; el incremento del nivel medio del mar y la ocurrencia de fenómenos climáticos extremos como los huracanes.

La problemática se agrava porque una vez que estos ecosistemas se degradan o son destruidos, el carbono que durante años estuvo almacenado en ellos se libera y aumentan las concentraciones de CO2 en la atmósfera.

Además produce un aumento de la acidificación de las aguas de los litorales que afecta directamente a la biodiversidad y la población humana.

México es uno de los países con mayor superficie de ecosistemas que captan y almacenan carbono azul, por lo que diversos actores se han dado a la tarea de aumentar el conocimiento científico sobre estos ambientes para su conservación.

Aunque aún falta camino por recorrer, los esfuerzos de la Comisión para la Cooperación Ambiental (CCA), Canadá, Estados Unidos y México han avanzado en la denominada «ciencia del carbono azul».

Su trabajo ha permitido cartografiar esos ecosistemas en América del Norte; estandarizar las metodologías para contabilizar sus reservas y determinar la magnitud de algunos de los sumideros de carbono azul.

El conocimiento básico permite diseñar estrategias orientadas a reducir las emisiones de carbono de esos ecosistemas y proteger sus niveles actuales de captación y almacenamiento así como su biodiversidad en ellos.

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