MONITOREO Y ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN GEOPOLÍTICA EN EL MUNDO Y SU IMPLICANCIA EN LA PATAGONIA

Entrevista a Adrián Giacchino, Presidente de Fundación Azara

¿Cómo surge su vocación por las ciencias naturales?
Mi vocación por las ciencias naturales me acompaña desde muy chico. Mis recuerdos de más pequeño son justamente una serie de imágenes que han quedado grabadas en mi mente desde que a los cuatro años mis padres me llevaran a visitar por primera vez el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, en Parque Centenario.

Las imágenes de un gran y oscuro esqueleto de dinosaurio (del que luego conocería su nombre Patagosaurus fariasi), una caja entomológica con mariposas y el edificio de ese museo quedaron increíblemente fijadas en mi mente desde entonces. Posteriormente a los seis años me regalaron una serie de libros sobre dinosaurios, y especialmente recuerdo uno “El mundo de los animales prehistóricos” de Marcos Freiberg, editado por Albatros en 1976.

¿Su vocación por las ciencias naturales surgió entonces a partir de la paleontología?
Si, como creo que le pasó a varias personas a las que tempranamente desde chicos se les despertó la vocación por las ciencias naturales a partir de los dinosaurios o los delfines… Creo que de chico los dinosaurios y otros animales prehistóricos me despertaron muchos interrogantes y me generaron inquietudes. Durante mi escuela primaria ya mis salidas preferidas eran a los museos de ciencias naturales. Mi vocación surgió por las ciencias naturales en general, aunque con especial interés en la paleontología.

¿Cuándo surge su interés por coleccionar objetos de historia natural?
También de muy chico, como a los seis años ya me gustaba coleccionar objetos de historia natural. Comencé coleccionando caracoles y minerales sobre un pequeño armario de mi cuarto, en un departamento de la calle Terrada, en la ciudad de Buenos Aires. Más adelante con mi familia nos mudamos a una casa en Villa Devoto, en el fondo de la cual había un quincho cerrado y allí fui sumando algunas vitrinas y repisas con más y más elementos, a la par que también empecé a reunir de a poco una biblioteca sobre estos temas.

¿En qué escuela hace su primaria y que sucede con su vocación en esa etapa?
Tanto mi escuela primaria como mi secundaria transcurrieron en el Colegio Cardenal Copello de Villa Devoto. Durante mi primaria la salida preferida era al Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, al Museo de La Plata y a buscar caracoles o visitar otros museos durante las vacaciones en la costa de la provincia de Buenos Aires. Seguí coleccionando objetos de historia natural y leyendo cuanto libro caía en mis manos sobre paleontología o ciencias naturales en general.

¿Y luego en la secundaria?
Ya en la secundaria empecé a colaborar con distintos museos municipales y en el año 1992, a los 14 años, comencé a concurrir como colaborador ad-honorem a la Sección Paleontología de Vertebrados del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia. Recuerdo que llamé por teléfono preguntando por el Dr. José F. Bonaparte, pero se encontraba temporariamente en Alemania. Fue así como decidí concurrí a una de las charla que daba el Dr. Fernando Novas, los fines de semana, en el museo. Hablé con él al término de la misma y me recomendó ver al Dr. Guillermo Rougier, quien estaba temporariamente a cargo de la Sección de Paleontología de Vertebrados. Desde entonces concurrí todos los viernes por la tarde, de 14 a 19 horas, a colaborar en la Sección. Al principio empecé ayudando a Adrián Ramos, un veterinario estudioso de los gliptodontes, que se encontraba trabajando en el ordenamiento de la colección que habían reunido los hermanos Ameghino, me pareció fascinante.

¿Y qué rescata de esa etapa?
En el año 1994 regresó el Dr. José F. Bonaparte de Alemania y a fin de ese año participé por primera vez en una de sus campañas paleontológicas a las provincias de Río Negro y Neuquén por el plazo de dos meses. Paralelamente en la etapa del museo conocí a los herpetólogos José María Gallardo y Jorge A. N. Cranwell, al mastozoólogo Elio Massoia y muchas otras personas, pero Bonaparte probablemente haya sido la persona que más influyó decididamente en mi formación. Fue ejemplo no sólo en lo científico sino para mi principalmente en la perseverancia, la vocación, la constancia y la tenacidad demostrada en el trabajo, valores que trato de seguir. En el museo continué colaborando con Bonaparte hasta mediados del año 1999, con un intervalo entre 1997 y parte de 1998.

¿Cuándo surge en Usted la vocación por la gestión?
De mis quince años, cuando estaba en tercer año de la escuela secundaria, tengo guardadas algunas cartas dirigidas a un intendente, al por entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires y al escritor Ernesto Sábato sobre distintos temas relacionados con museos y con la ciencia que representan probablemente mis primeras inquietudes en ese sentido. Por otra parte durante mis años de colaborador en el museo me empezó a interesar sobremanera la historia de las ciencias naturales y le tomé un gran cariño a las instituciones, su historia y sus hacedores. Desde entonces leí muchos libros y artículos sobre la historia de las instituciones científicas y universitarias, biografías y relatos de exploradores y viajeros. En el año 1999 lo conocí al zoólogo de vertebrados Dr. Julio Rafael Contreras, quien terminó de trasmitirme su interés por la historia y filosofía de la ciencia. Entre los años 1997 y 2000 recuerdo tener una sensación -bastante amarga por momentos- generada por la duda de si hacer investigación científica o hacer gestión, o ambas, las dos cuestiones disputaban mis inquietudes. Finalmente la vocación por la gestión fue predominando y para el año 2002 estaba totalmente decidido.

¿Qué rescata de toda esa primera etapa?
Creo que los conocimientos y los valores que me trasmitieron Julio R. Contreras, Elio Massoia, Guillermo Rougier y principalmente José F. Bonaparte -entre otras personas que conocí en el museo- se quedaron en mí para siempre. El interés de adolescente por la historia y filosofía de la ciencia me ayudaron a entender el presente de la ciencia y la cultura argentina con una perspectiva de futuro, a valorar las instituciones, a sus principales hacedores. Conocí a los referentes en las distintas especialidades de las ciencias naturales. Conocí a las instituciones de ciencia por dentro. Tuve un gran apoyo de mi familia que fue fundamental y me permitió tener todas estas posibilidades.

¿Cómo participa de la creación de la Fundación Azara?
Transcurría el año 2000 y ya había tenido varios intentos fallidos de ampliar algunos museos municipales y radicar uno en la provincia de Buenos Aires, de intentar reflotar algunas publicaciones científicas periódicas, etc. Luego del IX Congreso Iberoamericano de Biodiversidad y Zoología de Vertebrados, que se había realizado en el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia (en abril de ese año), empezamos a conversar con el Prof. Contreras y con Yolanda E. Davies acerca de armar una asociación para poder básicamente conservar a futuro su biblioteca, poder sacar alguna publicación y organizar algunas reuniones científicas. Así y tras un encuentro en una confitería, sobre la avenida Scalabrini Ortiz, en el barrio de Palermo, de la que participaron también Adrián S. Di Giacomo, Pablo Teta y Pablo Iglesias, surgió la Fundación Azara, que se crea como se señala en su acta constitutiva el 13 de noviembre de ese año.

¿Quién le da esa denominación a la Fundación?
El nombre que adopta la Fundación fue propuesto por el Prof. Contreras, el original era aún algo más largo e incluso hacía también referencia a la historia y la literatura rioplatense pero finalmente se acotó a la historia natural. Hay que tener en cuenta que la entidad se creó en principio para fines muy puntuales dentro de un ámbito académico, con lo cual no se pensó en un nombre que sea necesariamente fácil de recordar por el común de la gente. Se creó pensando en que pudiera facilitar la organización de algunas reuniones académicas y la publicación de algunas obras, y que eventualmente contribuyera a encontrar la forma de conservar algunas bibliotecas. Aunque esa visión acotada no duró más que un par de meses. Hoy se la conoce habitualmente con una versión simplificada de su denominación: “Fundación Azara”.

¿Por qué una Fundación?
En principio se pensó en una asociación civil, incluso por una cuestión de costos. Vale recordar que es un proyecto institucional que surge estrictamente basado en la vocación, sin ningún tipo de recursos. Tal es el hecho que tardamos bastante en comenzar los trámites de creación formal de la entidad. Cuando decidimos iniciar la inscripción Roberto Ferrari -historiador de la ciencia y particularmente de la fotografía- nos recomendó un gestor conocido suyo -cuyo nombre y apellido lamentablemente ya no recuerdo- que nos ayudó mucho. Con esa persona nos reuníamos para hablar del tema de la inscripción en la confitería “El Lector”, ubicada en la plaza de la Biblioteca Nacional. Comentando con él cuales eran los objetivos que había para con la entidad, me recomendó finalmente que convenía hacer una Fundación y no una Asociación, para darle mayor fuerza al rumbo que vaya cobrando la misma. Fue todo un acierto esa recomendación. Finalmente mi familia me prestó el dinero necesario -puntualmente mi abuelo por parte paterna- y se logró constituir formalmente la Fundación Azara con su correspondiente personería jurídica.

¿Cómo fueron los primeros pasos de la Fundación?
Entre noviembre del año 2000 y marzo del año 2001 comenzamos a proyectar algunas modestas publicaciones y a buscar una sede asociada a alguna de las universidades de gestión privada. Así en la inauguración de una exposición sobre mamíferos fósiles de la que participamos como Fundación, en el Palacio de Correos con motivo de la edición de unos sellos postales sobre la temática, conocí a la Dra. Silvia B. Copelli, directora del Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad CAECE, y a quien justamente había tratado de ubicar en las semanas anteriores. Allí le comenté sobre la Fundación y nuestros proyectos, y muy generosamente se interesó. Desde entonces la Fundación se instaló en el edificio que la Universidad CAECE ocupaba en la calle Tte. Gral. Juan D. Perón 2933, detrás de la estación ferroviaria de Once, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Y allí permaneció hasta el año 2006, cuando la Universidad CAECE dejó ese edificio y se trasladó a un edificio de la calle Junín 516. En ese período que abarcó de marzo del año 2001 al año 2006, la Fundación inició su biblioteca, sus colecciones científicas, sus por entonces modestas publicaciones, sus primeras reuniones científicas y en conjunto con la mencionada Universidad creó la Tecnicatura en Gestión, Manejo y Conservación de la Biodiversidad, que actualmente se continúa dictando.

¿Cómo lo conoce a Juan Carlos Chebez?
A Juan Carlos Chebez -en mi opinión el mayor difusor y protector que tuvo la naturaleza argentina hasta la fecha- lo conocía por sus libros desde mis 12 o 13 años. Pero personalmente lo conocí en el año 2003. Varios estudiantes se acercaban a la naciente Fundación a ofrecerse como voluntarios, y conociendo los antecedentes de Juan Carlos con los grupos de voluntarios de Fundación Vida Silvestre Argentina en los años 80, creí que era oportuno ir a conversar con él. Juan Carlos había regresado por entonces de Misiones, dejando la dirección de la Delegación Técnica del NEA de la Administración de Parques Nacionales y estaba ahora en Buenos Aires, como asesor de la presidencia de dicho organismo, la cual ocupaba el Ing. Luis Rey. La charla con Juan Carlos duró algo así como tres horas y encontré a una persona muy valiosa, le conté que había gente joven con ganas de hacer cosas. Al principio fue un poco escéptico, pero finalmente aceptó la idea de convocar a una primera reunión de voluntarios y ver qué resultaba. La organizamos en un aula de la Universidad CAECE, un aula para unas 40 personas, a los minutos de haber iniciado la reunión, no había menos de 60 o 70 personas. Así surgieron los grupos de voluntarios de la Fundación Azara por los cuales llegaron a pasar entre los años 2003 y 2006 más de 300 personas, algunas de las cuales hoy continúan con sus proyectos en la Fundación y otras están trabajando en distintos organismos gubernamentales e instituciones relacionados con la temática ambiental a lo largo del país. Posteriormente, tras un cambio en las autoridades de la Administración de Parques Nacionales, lo “invitaron” a tomar una comisión de servicio a alguna organización no gubernamental y así Juan Carlos pasó a la Fundación Azara. Con él hicimos muchas cosas y siempre lamento y lamentaré que se haya ido tan tempranamente, fue una terrible pérdida, nunca pensé que ese pudiera ser el desenlace de su enfermedad hasta dos o tres días antes de que ocurriera. Hubiéramos podido lograr seguramente mucho más. Juan Carlos fue sin duda una figura imprescindible en los primeros años de la Fundación, sin él la entidad no hubiera sido lo que es.

¿Por qué se incluye la antropología además de las ciencias naturales en la Fundación?
Siempre me interesó personalmente la antropología, dentro de ella principalmente la arqueología, la etnografía, la etnohistoria y la antropología biológica. Siempre creí que la arqueología y la etnografía por ejemplo nos enseñaban sobre sociedades con una relación muy directa y estrecha con la naturaleza. En cierta medida me costaba disociar o pensar en las ciencias naturales apartadas de las antropológicas. Creo que la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad de La Plata, mis lecturas sobre la concepción e historia del Museo de La Plata y de las biografías de Florentino Ameghino, Francisco P. Moreno o Juan B. Ambrosetti por ejemplo, terminaron por consolidar mi idea de que tanto las naturales como las antropológicas debían convivir en la Fundación.

¿Se han realizado muchas actividades en torno a la divulgación de la arqueología verdad?
Si, la Fundación es una de las instituciones argentinas que más ha trabajado en el tema en los últimos años. Se realizaron materiales para distintos niveles de la enseñanza primaria y secundaria (posters, cuadernillos, libros, cortos), exposiciones temporarias (en distintos museos del interior del país y recientemente en la megamuestra Tecnópolis), documentales, etc.

¿Cómo surgen los Congresos Nacionales de Conservación de la Biodiversidad?
La idea surge en noviembre del año 2003. Estábamos en San Martín de los Andes, durante las Jornadas Argentino-Chilenas de Educación Ambiental que había organizado la Fundación, la Universidad CAECE y la municipalidad local. El 14 de noviembre le comenté a Juan Carlos (Chebez) que me parecía oportuno organizar el I Congreso Nacional de Conservación de la Biodiversidad. Recuerdo que él tenía algunas dudas respecto a que lo organizara una entidad no gubernamental, ya que parecía a priori una reunión a la cual debía convocar un organismo gubernamental. Pero finalmente coincidimos en avanzar. Ese mismo día al mediodía, lo invitamos a almorzar frente a la sede de las jornadas a Alberto Onna, quien por entonces era director de conservación de la Fundación Temaikèn, para proponer organizar el congreso entre la Fundación Azara, la Fundación Temaikén y la Universidad CAECE. Al volver a Buenos Aires nos reunimos con Gabriel Aguado, quien en ese momento era el director científico de la Fundación Temaikén y así surgió el I Congreso Nacional de Conservación de la Biodiversidad (2004). Posteriormente organizamos el segundo congreso (2006) entre la Fundación Azara, la Fundación Temaikén, la Universidad Maimónides y la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, y estábamos convencidos de que esta reunión continuaría en la medida de que distintas instituciones tomaran a su cargo la organización. Fue así que el tercer congreso (2008) lo organizó la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires con la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación y se desarrolló en el pabellón II de Ciudad Universitaria, y el cuarto congreso (2011) se organizó en la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Tucumán.

¿Cuándo y cómo comienza la relación con la Universidad Maimónides?
En el año 2005 en la Universidad CAECE se había comenzado a pensar seriamente en una mudanza de la sede de Tte. Gral. Juan D. Perón 2933 -donde estaba también la Fundación- a un nuevo inmueble de la calle Junín 516. Este nuevo inmueble era más chico (apenas llegaba a cubrir las necesidades de espacio para enseñanza de la universidad) y paralelamente la Fundación se venía expandiendo. Dada la excelente experiencia lograda en esos años en la interacción Universidad-Fundación -y tras descartar todas las posibilidades de espacio en ese momento con CAECE- decidimos buscar otra universidad de gestión privada con quien generar una nueva alianza de este tipo. Recorrimos nueve universidades y cuando conocí al Dr. Ernesto Goberman, presidente del Consejo Superior de la Universidad Maimónides -en una reunión de la que también participó el Dr. Alfredo Vitullo, investigador del CONICET y director de la Licenciatura en Ciencias Biológicas y del Instituto Superior de Investigaciones- quedé muy gratamente impresionado, visité la Universidad y fue así como la Fundación en el año 2006 se trasladó a un inmueble de la calle Valentín Virasoro, dependiente de la Universidad Maimónides, y se creó -con su incorporación a esta casa de altos estudios- el Departamento de Ciencias Naturales y Antropológicas.

¿Cuáles piensa que son las principales fortalezas de gestión de la Fundación?
Es una institución con cero burocracia, lo cual le permite por ejemplo dar respuesta rápida a las propuestas que recibe (ya sea para canalizarlas o para no hacer perder tiempo a quien o quienes las proponen si no hay posibilidades de vehiculizarlas) o adaptarse con rapidez a lo que el entorno económico, social y político del momento obliga. Tiene una estructura administrativa chica que puede ser en instantes una desventaja pero en un país propenso a la cultura de la inestabilidad a la larga es ventajosa y le permite adaptarse a momentos difíciles con mayor facilidad. La Fundación también tiene una actividad muy amplia que le ha permitido tener puntos de contacto, de cooperación, de diálogo con un abanico de sectores sociales, políticos, empresarios e intelectuales, sin perder a la vez la capacidad de especialización. Buscó siempre tener muchas actividades y proyectos pero sin perder una visión de conjunto, una estrategia general que le permitiera cumplir con su misión. Diría que la Fundación tiene su propia meta y en el camino se suman acciones y proyectos pero no se encandila con nada que la distraiga en definitiva de su finalidad. Diría que en la Fundación nuestro principal patrimonio es el conocimiento y la experiencia adquirida

¿Cuál es su principal preocupación respecto del futuro de la Fundación?
Mi preocupación principal desde siempre fue construir una institución con proyectos colectivos que sea capaz de perdurar en el tiempo, de trascender, de mantenerse joven. Que no esté atada al destino de un grupo de personas que la crearon o que vaya envejeciendo junto con estas por la falta de capacidad de renovación de ideas y de atraer a nuevas generaciones. Las instituciones de este tipo deberían dejar de existir cuando sus objetivos ya no tengan sentido en el momento histórico que esté atravesando la humanidad, pero no por el agotamiento de las ideas o de la juventud de sus integrantes.

Entre los logros de la Fundación ¿cuáles destacaría?
La tarea editorial de la Fundación ha venido a cubrir indudablemente una necesidad real e insatisfecha en el país, de alguna editorial universitaria o institución que publicara obras especializadas de ciencias naturales y antropológicas (se han editado o auspiciado alrededor de 200 títulos). Los Congresos Nacionales de Conservación de la Biodiversidad creo que fue otro acierto. El Programa de Reservas Privadas en varios casos brindó su aporte a la conservación de ambientes naturales muy poco representados en el sistema nacional de áreas protegidas. Los grupos de voluntarios contribuyeron a promover, revitalizar o rejuvenecer la vocación de muchos naturalistas y fueron un semillero de vocaciones a favor de la conservación. La renovación del Centro Güirá Oga es un aporte concreto a la conservación de la fauna silvestre autóctona. Se lograron conservar colecciones científicas de gran valor como la del mastozoólogo Elio Massoia o la del médico entomólogo Diego Carpintero. Se intentó siempre estimular y promover la investigación en ciencias básicas en el seno de las universidades de gestión privada. Las campañas, documentales, exhibiciones, cursos y conferencias contribuyeron a la educación ambiental y la divulgación de la ciencia. Las más de treinta especies fósiles y vivientes nuevas para la ciencia que se describieron. La cantidad de artículos especializados que son parte de la producción científica de la Fundación y que fueron recientemente recopilados en una publicación. Son algunos de los que se me vienen a la mente en este momento.

¿Cuáles son los próximos proyectos de la Fundación? 
Impulsar la creación de nuevas áreas naturales protegidas y la efectiva implementación de las existentes. La posibilidad de poder cambiar la mala situación por la que atraviesa el Jardín Zoológico de Buenos Aires y poder hacer luego lo mismo con los otros principales zoológicos de la Argentina es un tema que también nos interesa. Queremos que sean realmente lugares para la educación ambiental y desde donde impulsar proyectos de conservación, y no meros paseos públicos con animales (con eso no estamos de acuerdo). También nos interesa construir un Centro de Ciencias -con exhibiciones modernas de ciencias naturales y antropológicas- en el cual nuclear todas las actividades de educación y divulgación. Y finalmente darle continuidad desde ya a lo que venimos haciendo. Llega un momento que el mérito no está en crear o fundar, sino en lograr mantener vivo, vigente y actualizado lo que está en marcha, algo en lo que a menudo en la Argentina fallamos. La búsqueda de trascendencia en lo que hacemos nos permite encarar proyectos cuya realización pueda requerir pensar más allá de nuestra propia existencia.

¿Cómo ve el contexto científico y cultural del país? 
En la última década la ciencia y la cultura contaron con gran apoyo, quizás lo que habría que lograr (no sólo en la ciencia y la cultura) es que el sistema sea más efectivo, que un incremento en el apoyo -entendido como más recursos materiales y humanos- sea directamente proporcional a los logros reflejados. Tengo dudas a veces cuando se reflejan las políticas meramente en montos invertidos y no en logros alcanzados. No es lo mismo. Una mayor inversión no es un fin por sí mismo, debe ser un medio para alcanzar mayores logros en la salud, la educación, la ciencia, la cultura, la seguridad, etc. que sí hacen realmente a la mejor calidad de vida de las personas. A veces perdemos oportunidades que no necesariamente tienen su explicación en una limitación de recursos.

¿Qué le gustaría que cambie en nuestra sociedad?
Me gustaría que desaparezca o disminuya el alto grado de hipocresía que hay, el alto grado de improvisación que se ve en muchos ámbitos. Que detrás del marketing del anuncio haya siempre el contenido, el hecho o la concreción que se espera, que no caigamos en meros anuncios vacíos y oportunistas, que no nos acostumbremos a eso como algo habitual o esperado, que los vicios de la política no sean entendidos como “la política” en sí misma. Que evitemos perjudicar con la disputa política algunos aspectos básicos que hacen a la calidad de vida de las personas y que deberían quedar al margen de esas cuestiones. En la Argentina tenemos muchos talentos individuales pero nos cuesta funcionar y obtener resultados en conjunto como sociedad, es algo que deberíamos revertir. Sería buena una mayor articulación entre el sector público y privado, con mayor voluntad de ambas partes. Nos vamos por lo general de un extremo a otro, tenemos una tendencia a polarizar el debate en todas las cosas. Necesitamos valorar más los recursos de los que disponemos, aun siendo a veces insuficientes tenemos igualmente una tendencia a administrarlos con bastante ligereza, a no valorarlos. Tenemos una tendencia o acostumbramiento muy grande a buscar el subsidio en actividades que podrían tener recursos más genuinos y por ende ser más sustentables en el tiempo. Deberíamos pensar en acciones u obras con mayor trascendencia y perdurabilidad en el tiempo, eso nos enriquecería mucho más como sociedad y nos generaría la posibilidad de un futuro más sólido. Tendríamos que dejar de echarle la culpa a otros de nuestros fracasos y hacernos cargo de nuestras acciones.

¿Podría comentar algunos hechos que hayan tenido lugar en el país en años recientes y que lo hayan impactado satisfactoriamente?
Creo que el canal Encuentro, del Ministerio de Educación de la Nación, fue un gran acierto y muestra que los argentinos podemos hacer contenidos de muy buena calidad, me encanta el nivel y los contenidos que ha mostrado el canal desde su creación hasta la fecha. El impulso al proyecto del polo científico-tecnológico en las ex-Bodegas Giol, en Palermo, también es un excelente adelanto y ojalá entre en su pleno funcionamiento muy pronto. Los núcleos científicos generados en torno a jóvenes universidades como la Universidad Nacional de San Martín, la Universidad Nacional de Quilmes o aún más reciente la Universidad Nacional de Río Negro también es digno de elogio y reconocimiento. La creciente actividad científica en algunas universidades de gestión privada también es algo que abre nuevas perspectivas.

¿Qué le recomendaría a gente joven que quiere dedicarse a la ciencia o alguna actividad cultural y se topa con dificultades, falta de apoyo?
Que lo primero es capacitarse, formarse, aprender e informarse en lo que sea que uno quiere desarrollar. Uno para hacerlo necesita estar seguro de sí mismo y de lo que quiere emprender, y para eso se necesita del conocimiento como base, de sentirse seguro en el medio. Lograr una formación teórica y también aprender de casos, de la historia de quienes nos precedieron en el tema. Que en algunos casos la limitación de recursos puede ser una traba importante, pero que no siempre lo es. Que hubo escritores que se consagraron universalmente con un papel y una pluma o pintores que hicieron lo propio, en entornos que les fueron infinitamente desfavorables. Les diría que traten de recordar nombres famosos de la ciencia, la tecnología, el arte, la escritura, la música y hasta de la historia, piensen cómo surgieron, con qué recursos contaron ellos para dar sus primeros pasos y en otros para desarrollar toda su obra… He conocido en estos años personas que forjaron su propio destino. He visto resolver a algunas personas incluso limitaciones económicas que parecían insalvables con una sencilla idea. De todo se aprende, y uno termina siendo el conjunto de esos conocimientos interactuando entre sí. No es bueno valorar a la gente por lo que es o tiene sino por lo que hace o hizo, porque lo que es o tiene por lo general le sirve sólo a esa persona, pero lo que hace o hizo impacta para bien o para mal en los demás. En definitiva para mí socialmente lo importante es lo que se hace o hizo y no lo que se es o tiene.

¿Hay algo que anhela por no haber podido hacer?
Más que anhelar, lo que me gustaría es poder tener algo de tiempo para escribir y viajar con el fin de conocer más. Me resulta muy difícil, con tanto trabajo, encontrar tiempo para esos fines hoy por hoy. Me desvela concretar los proyectos que iniciamos y asegurar que perduren en el tiempo, en contextos un tanto impredecibles.

Buenos Aires, Noviembre de 2013.

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 Fuente: Fundación de Historia Natural Felix de Azara