Para 2016, los integrantes del Movimiento Argentino para la Producción Orgánica (MAPO) se proponen alcanzar, en cuanto a metas legales, una ley nacional que acompañe y promueva un modo de producir, que entre otras cosas, está en consonancia con la Carta Encíclica Laudato Si del Papa Francisco presentada en junio del 2015 como una guía para que la humanidad enfrente el cambio climático y cuide ‘la casa común’ que es la tierra.

«Somos un movimiento y apuntamos a la conciencia» dijo a Télam el secretario de Mapo, Gonzalo Roca, al definir el pensamiento de quienes integran esa ONG y agregó: «nosotros no le decimos a los productores ‘hacete orgánico que está buenisimo y ganás más’. No, le decimos ‘hacete orgánico porque corresponde, tomá conciencia'».

El país cuenta con un prestigio global sustentado en la alta exigencia para la certificación, auditorías permanentes del Senasa y también de los países compradores que permite a la producción orgánica abrirse paso en un mundo con consumidores cada vez más atentos a la calidad de los alimentos.

En números, se trata tres millones de hectáreas destinadas a una producción agrícola exenta de químicos, de las que se obtienen unas 170 mil toneladas de la gran variedad de productos orgánicos que se elaboran localmente y que significan ingresos por 200 millones de dólares para los 1200 productores que integran el Mapo, una ONG que en el 2015 cumplió veinte años de existencia.

Para esta clase de productores del campo la actividad es más que economía o ganancias, se trata de la misión de «representar, promover y difundir los principios de la cadena productiva orgánica para atender las necesidades de las comunidades de forma sostenible».

Roca explicó que producir en forma orgánica o como también se dice ‘en forma natural’ demanda a los agricultores «presencia permanente» porque «no es dar una orden, hacer una fumigada y controlar un yuyo. Se trata de un sistema de producción holístico, completo, lo que hacemos hoy repercute en los próximos 4 o 5 años» en cuanto a resultados en calidad.

Convencido, Roca enfatizó que «lo orgánico es muy bueno, aporta a la sociedad. Para nosotros hay que hacer productivo al predio con un manejo para que cada año produzca más, mejor y se estabilice sin contaminar. Por eso, la presencia tiene que ser mayor, no se puede hacer a la distancia hay que poner el ojo profesional» .

Una cuestión interesante es que el 45% de lo exportado tiene valor agregado porque se trata de productos elaborados «que no son materia prima, hablamos de azúcar, mermeladas, aceites, harinas, jugos, aceites esenciales con mucha variedad de las mas grandes a las mas chicas. La fruta, por ejemplo va empaquetada», detalló.

Roca contó que hasta el 2001 el mercado interno consumía el 15% de la producción y que recién en los últimos años, sobre todo en el área metropolitana, cada vez más los consumidores piden alimentos orgánicos cuyos precios varían porque en los supermercados «normalmente son más altos» al ser considerados ‘premium’ a diferencia de ferias y dietéticas que suelen vender los mismos productos a precio justo.

A la hora de los balances Roca reconoció que la cantidad de productores asociados a Mapo, entre los que se contaba el recordado ecologista Douglas Tompkins, «son pocos, 1200 es un número que tenemos que mejorar y mucho» pero destacó al mismo tiempo la «diversidad de producciones y la extensión» porque hay presencia en las 23 provincias con «campos intensivos, horticultura, fruta; los complejos del norte, yerba mate, azúcar, limones, la fruta fina de la Patagonia; producción ganadera ovina, de lana, de miel».

La producción orgánica basada en cuatro principios: salud, ecología, equidad y precaución, según indica el Mapo en su página web prohibe los agroquímicos y apunta al trabajo con «ciclos ecológicos vivos, sostiene y promueve la salud del suelo, planta, animal, persona y planeta como una sola e indivisible».

Respecto de la carne, Roca aseguró que es una producción que «sigue sin desarrollarse por un problema de mercado» pero que es necesaria para la agricultura orgánica extensiva en lo que hace a la rotación de los campos para la fertilidad de los suelos y la diversidad de los cultivos.

De todos modos, Roca dejó en claro que los feedlots o engorde del ganado en corrales con alimentos balanceados «no» es bien visto y mucho menos practicado por los productores agrupados en Mapo.

En términos generales y en cuanto a las perspectivas económicas para los productores, Roca dijo que son «muy buenas» al precisar que el mercado mundial de alimentos orgánicos «ya supera los 60.000 millones de dólares, cifra muy relevante y con el dato que ahora China se está incorporando como país importador de productos orgánicos».

También resaltó que el valor de lo orgánico es «estable» y puso como ejemplo que la soja común o genéticamente modificada perdió precio en los últimos años, mientras que no ocurrió lo mismo con la orgánica que «se paga 600 dólares la tonelada».

A nivel mundial Australia va primera en cantidad de hectáreas dedicadas a cultivos orgánicos con 16 millones de hectáreas, seguida por Argentina, con tres millones, mientras que España tiene 1,7 millones; Italia, 1,4 y Estados Unidos, 1,3 millones. «Creo que estamos muy bien posicionados en el mundo», concluyó Roca.