MONITOREO Y ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN GEOPOLÍTICA EN EL MUNDO Y SU IMPLICANCIA EN LA PATAGONIA

La lucha climática continúa aunque con Trump será más difícil

Los defensores del clima abandonan Marrakech alentados por la reafirmación de un compromiso mundial pero bajo la espada de Damocles de Estados Unidos, que eligió a un nuevo presidente que considera una «patraña» el cambio climático.

«La elección de Donald Trump ensombreció los ánimos, pero los negociadores han trabajado como nunca unidos», resume el climatólogo Jean Jouzel.

Esta vez no hubo el pánico que causó a fines de 2000 la elección de George W. Bush – anunciadora del fracaso del protocolo de Kyoto – y la comunidad internacional confirmó, en una «proclamación» en esta 22ª Conferencia sobre el clima de la ONU, su determinación en aplicar el acuerdo de París, adoptado a fines de 2015 y ratificado ya por 111 Estados.

Trump, que niega el calentamiento vinculado a las actividades humanas, tiene varias opciones para que su país abandone el barco: retirarse de la convención sobre el clima de la ONU en un plazo de un año, o del acuerdo de París, en el de cuatro.

También puede renunciar a limitar las emisiones de efecto invernadero, procedentes esencialmente del carbón, gas y petróleo. Y dejar de pagar.

«Lo peor sería que (Trump) incumpliera el compromiso federal de financiar energías limpias» en los países en desarrollo, opina el experto estadounidense Alden Meyer.

«La posibilidad de que el resto del mundo compense esta ausencia de Estados Unidos, que sea en reducciones o en financiación, es casi nula», añade Mohamed Adow, de la ONG Christian Aid. «Y eso es aterrador».

El combate climático reposa en parte en el apoyo de los países del Norte, responsables históricos de la degradación del clima, a los del Sur, los más afectados y que deben desarrollarse con energías limpias si se quiere mantener el planeta en buenas condiciones.

En Marrakech, los negociadores estadounidenses, procedentes de la administración Obama, intentaron tranquilizar: «Estados Unidos siempre ha acabado respetando sus promesas financieras, incluso Bush».

Representantes de los Estados de California (¡séptima economía mundial!), de Washington y de Vermont, muy comprometidos con el clima, acudieron para decir que iban a proseguir el trabajo. «Incluso Texas es puntero en las (energías) renovables», alegaron.

Ante el «pragmático» businessman Trump, -y, también, ante el resto del mundo– los actores de la COP lanzaron este mensaje: contener el calentamiento y pasar a las energías limpias es rentable, fuente de ganancias y empleos, tal como lo recordó además en Marrakech un llamado de 360 sociedades.

«Si en el peor de los casos Estados Unidos se retira, el gran perdedor sería el pueblo estadounidense» advirtió Erik Solheim, director del programa de la ONU para el Medio Ambiente. «Todos los empleos nuevos irían a otras partes, y el lugar de líder dejado por Estados Unidos sería tomado por China, Europa y otros».

China reiteró su apego al acuerdo de París. El primer emisor mundial, esencial en la obtención del pacto junto a Barack Obama, es ahora el primer inversor en las renovables.

India, en una vía más estrecha entre carbón y energías limpias, también confirmó su compromiso, igual que Arabia Saudí.

Pero, con o sin Trump ¿cómo gestionar esta complicada transición, que supone renunciar a las energías fósiles? La urgencia es cada vez mayor, a medida que aumentan los gases de efecto invernadero.

«La atmósfera es como una botella casi llena que seguimos llenando. Si seguimos así durante 20 años, no podremos quedarnos por debajo de los 2 grados» de calentamiento, recuerda el climatólogo Hervé Le Treut.

Los compromisos nacionales adoptados en París para respetar este objetivo son insuficientes, y los países se han puesto de acuerdo en hacer un balance de sus esfuerzos antes de 2018.

El proceso diplomático será importante, consideran los expertos, ya que los países caminan juntos y comparten los riesgos económicos de una transición tan importante.

«Habrá impactos sociales» advierte Teresa Ribera, del Instituto de relaciones internacionales (Iddri). «Una transformación radical plantea muchos interrogantes difíciles de gestionar, pero no debemos evitarlos».

Fuente: Noticias Argentinas