MONITOREO Y ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN GEOPOLÍTICA EN EL MUNDO Y SU IMPLICANCIA EN LA PATAGONIA

Las ciencias tradicionales y el calentamiento global (II parte)/Por Edmundo Celestino Urbani

*Por Edmundo Celestino Urbani.-En esta editorial le daremos continuidad a la primer editorial publicada en el mes de marzo sobre las ciencias tradicionales y el calentamiento global. Los “manvantaras”  que integran un gran ciclo o “kalpa”, no son doce sino catorce. Y efectivamente estamos transitando el séptimo manvantara, en la última fase  de la Edad Oscura, de Hierro o Kali Yuga. Hecha esta aclaración, prosigamos ahora, haciendo el análisis desde los datos que la ciencia moderna aporta. En este orden, ¿Qué nos dice la ciencia en cuanto al tiempo? Entre los años 1952 al 1957 el científico Winfried Otto Shumann, profesor de la Universidad Tecnológica de Munich, en colaboración con su principal discípulo, Herbert König, descubren el fenómeno geomagnético de frecuencia base de la tierra, “latido o pulso” de la tierra, conocido hoy como “resonancia Shumann”, en honor a su descubridor, corroborado con posterioridad por el científico Nikola Tesla. Pulso de la tierra que nace en el pelo de la superficie terrestre y se eleva a 55 kilómetros hasta el borde inferior de la ionósfera o “capa heaviside”, latiendo a 7,8 hertz o ciclos por segundo, que es la misma frecuencia que vibranlas ondas cerebrales, en el hipotálamo de todos los animales, incluido el hombre. Frecuencia por lo demás en las que han tenido que hacerse todas las telecomunicaciones.

Tiene el pulso de la tierra una correspondencia simétrica con el campo magnético de la tierra, pues a medida que el pulso de la tierra aumenta, decrece el campo magnético, hasta llegar al “punto cero” cuando el pulso late a 13 hertz o ciclos por segundo, momento de la reversión polar cambiando el sentido de la rotación terrestre, elevándose el sol por el Oeste y poniéndose por el Este. ¿Dónde estamos ahora? En la actualidad y desde hace al menos un lustro el pulso de la tierra se ha elevado ostensiblemente hasta 11 hertz, ya muy cercano al punto cero. Cuando ello ocurra, está claro que habrá terminado un ciclo de humanidad para dar comienzo a un nuevo ciclo. Pero además, si el pulso es ahora de 11, las 24 horas que dura el día según la cronología, en realidad dura apenas unas 16 horas reales, lo que implica una contracción del tiempo real, razón por la cual, aquella percepción que denotamos en la nota anterior, con su correspondiente explicación en las doctrinas tradicionales, tiene también explicación en los datos de la ciencia moderna, como acabamos de describir.

¿Qué otros efectos tiene esta elevación del pulso de la tierra? Sobre el hombre, además de cefaleas infrecuentes, también trastornos de tipo psicológico, en particular en los jóvenes que no han terminado su desarrollo completo, que las más de las veces los inducen al consumo de estupefacientes de modo descontrolado. Y en los animales, lo más común es la pérdida del sentido de orientación, como ocurre con las ballenas que, cada vez más seguido, equivocan su rumbo y quedan varadas en la arena, del mismo modo que las aves migratorias.

Entremos ahora en el tema glaciación, que es hacia donde va la humanidad dormida. Existen cuatro tipo de glaciaciones, tres de ellas debidas a causas “astronómicas” y la cuarta a razones cíclicas naturales de la propia tierra, contribuya el hombre o no en sus efectos. Las causas astronómicas fueron estudiadas por el científico serbio Milutín Milankovitch, que realizó su tesis como catedrático de la Universidad de Belgrado titulada “Teoría astronómica de las edades
de hielo”, editada en 1938.

En su teoría discrimina tres fenómenos astronómicos:
1.- La “excentricidad” de la órbita terrestre alrededor del Sol. A mayor excentricidad, mayor lejanía de la Tierra del Sol, o “afelio”, momento que se producen las peores glaciaciones que cubren de hielos casi todo el planeta, en ciclos de 100.000 a 400.000 años, después de lo cuál la órbita va lentamente regularizándose hacia una mayor cercanía del Sol o “perihelio”.

2.- La “oblicuidad” del eje de la tierra respecto al Sol, con cambios de ángulos que van desde los 21,5 grados hasta los 24,5 grados, en ciclos de 41.000 años

3.- La “precesión equinoccial” cada 25.920 años en donde la tierra se comporta como una peonza, tal como lo mostraba la imagen descripta por Hiparco de Alejandría, cambiando el giro de rotación terrestre, según la próxima imagen:

4.- El cuarto tipo de glaciación se produce por causas naturales y cíclicas de la propia Tierra, como fue la última glaciación de hace un año solar astronómico conocida como Younger Dryas como hemos apuntado y que se produjo después de un severo calentamiento global conocido como Bolling Allerod, razón por la cual, esta última glaciación es motivo de estudios pormenorizados, pues ¿por qué se produjo?

Pero vayamos por parte. La teoría astronómica de Milankovitch fue luego corroborada por otras ciencias, que en principio, nada tienen que ver con la astronomía. Por solo poner algunos ejemplos: las perforaciones de hielos en la Antártida de más de dos mil metros en tubos de hielo, comprobaron por las burbujas de aires contenidos en ellos, que los isótopos de carbono se correspondían con las edades de hielo del precitado científico serbio. Del mismo modo que las calcitas de foraminíferos de cola levógira encontradas a la altura de Lisboa, Portugal, con precipitaciones minerales, que solo pueden provenir de lugares Árticos, como el boro o el magnesio, respondiendo cada uno de ellos a mayor frío o mayor calor.

¿Cuáles fueron las causas entonces de la última glaciación? Para ser sintéticos, las temperaturas promedios ponderadas son mantenidas por una corriente marina de profundidad abisal, conocida como “corriente termo halina”. La misma, restroalimentada por la corriente del golfo de Méjico, nace en los Mares Árticos y con rumbo Sur recorre todo el Atlántico de Norte a Sur, y luego por el Sur de Sudáfrica, y por el estrecho de Malaca, llega al Pacífico desde donde retorna a su punto de partida a profundidades intermedias. Se la llama “termo” porque regula las temperaturas promedios, y “halina” porque su fuerza de
arrastre depende de su mayor o menor salinidad. A mayor salinidad mayor fuerza de arrastre. Ahora bien, el derretimiento de hielos en el Ártico implica que se vuelcan al Océano ingentes cantidades de “agua dulce”, justo en la naciente de la “halina” haciendo decrecer su efectividad de arrastre, que medidas desde el año 50 del siglo pasado ha decrecido casi un sesenta por ciento y en avance creciente. Como esta corriente regula el clima y mantienen en sus cotas los hielos árticos, cuando la misma quede neutralizada, nada va a poder contener el avance de los hielos. Cuando después de intensas nevadas invernales en el Hemisferio Norte, como las del corriente año, se sucedan uno o dos veranos frescos que no alcancen a derretir los acúmulos de nieve del invierno anterior, la glaciación se retroalimentará por “albedo”, que no es una palabra de origen árabe, como decir “estar al bedo”, sino una palabra latina que significa blancura, la de la nieve, en razón de la cual, por su blancura, refracta la luz solar hacia el espacio exterior sin permitir calentar la tierra, con la cual la glaciación se retroalimenta.

Solo que en el presente caso, será más grave la glaciación porque coincide con la próxima precesión equinoccial, es decir un fenómeno natural de la Tierra a la par de un fenómeno astronómico que implica a la tierra. Será el fin de la presente humanidad, al menos la del Hemisferio Norte. Y omitimos otras graves cuestiones astronómicas previstas en la Biblia, como la presencia del Planeta Ajenjo. No pretendemos escandalizar sino prevenir, y para ello con lo dicho basta.
E.C.U