MONITOREO Y ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN GEOPOLÍTICA EN EL MUNDO Y SU IMPLICANCIA EN LA PATAGONIA

Muchos comentaristas han aclamado los resultados de la decimosexta Conferencia de las Partes (COP-16) organizada por el Fondo de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que tuvo lugar en Cancún del 29 noviembre al 10 de diciembre de este año. Para sorpresa de muchos, la COP-16 de hecho llegó a un acuerdo (el Acuerdo de Cancún), mismo que ha sido respaldado por casi todos los delegados de los gobiernos de los países del mundo presentes en Cancún. Durante muchos meses, las expectativas respecto a esta Cumbre fueron más bien bajas, con decenas de secretarios de gobierno anunciando que no se debía de esperar ningún acuerdo. De hecho, en marcado contraste con la COP-16 de Copenhague, Dinamarca, muy pocos jefes de estado siquiera se molestaron en llegar al balneario mexicano de la ciudad de Cancún. Al haber llegado a un acuerdo, sin embargo, Cancún logró algo donde la COP-15 falló ya que esta última apenas cerró con un acuerdo hecho a toda prisa y aprobado por un pequeño número de países que son de por si los principales emisores de gases con efecto invernadero: los EE.UU., China, la Unión Europea, India, Brasil, Rusia y Sudáfrica. La mayoría de los países representados en la Conferencia de las Partes no fueron consultados sobre el contenido del Acuerdo de Copenhague, y nada más se esperó que lo ratificaran aunque no contenía ningún sub acuerdo vinculante apuntando a la reducción del carbono y sólo hizo promesas vagas sobre “ayuda climática”, o sobre “recursos dedicados a la adaptación al cambio climático”. De hecho, los países con gobiernos críticos frente a la inadecuación del acuerdo vieron su ayuda climática integralmente suspendida por los EE.UU..

En este sentido, entonces, se podría decir que el hecho que el Acuerdo de Cancún recibiera un respaldo mucho más amplio refleja un avance importante hacia un enfoque más democrático e integral de las negociaciones sobre el clima. No obstante, las políticas propuestas en el Acuerdo de Cancún, al igual que las establecidas al final de la COP-15 en diciembre de 2009, no acaban de responder radicalmente al problema del cambio climático, y por lo tanto ponen en peligro el bienestar e incluso la supervivencia de gran parte de la humanidad a corto plazo.

cop-16

De forma paralela, en oposición a la COP-16, se llevó a cabo también en Cancún el “Foro Global para la Vida, la Justicia Social y Ambiental” del 4 al 10 de diciembre, mismo que clausuró el presidente boliviano Evo Morales. Dicho espacio destacó que es importante cambiar los enfoques convencionales respecto al problema del cambio climático a favor de otros, más racionales y humanos. Estos se pueden encontrar por ejemplo en las propuestas formuladas por La Vía Campesina, asociación internacional de pequeños agricultores, que con razón, señaló en varias ocasiones que un cambio de la agricultura industrial a gran escala a los métodos tradicionales de la agricultura ecológica podría ayudar mucho para resolver la crisis climática, dado que la agricultura campesina en su conjunto produce apenas una fracción de las emisiones de carbono provocado por la agricultura industrial. Un enfoque complementario se encuentra en el Acuerdo de Cochabamba, producto de la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, organizado por el gobierno de Bolivia en abril de 2010. Dicho acuerdo pide a las sociedades del Norte realizar disminuciones radicales de de carbono dentro de los próximos 10 años. Abogaron para que los recursos actualmente dedicados por estas sociedades al militarismo y la “defensa” fueran re-dirigidos para hacer frente al cambio climático, y exigieron la creación de un tribunal internacional por la justicia climática para enjuiciar a los gobiernos de los países que no cumplieran con sus obligaciones de reducir significativamente su contribución al calentamiento global a corto plazo. Por último, la agrupación anti-capitalista anti-C@p en Cancún hizo hincapié en la necesidad imperiosa de políticas anti-sistémicas a la luz de la magnitud de las amenazas de destrucción del medio ambiente por el cambio climático para la humanidad.