MONITOREO Y ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN GEOPOLÍTICA EN EL MUNDO Y SU IMPLICANCIA EN LA PATAGONIA

VI encuentro del Foro Patagonico Somuncura: “Tensiones geopolíticas en el Mar Argentino siglo XXI”

Lic. José Luis Sersale. Sub secretario de Planificación estratégica y Política Militar, Secretaría de Estratégias y Asuntos Militares.

Viedma l Foro Patagonico Somuncura. El Atlántico Sur. Ya en los inicios del siglo pasado, el Almirante Storni se preguntaba si debíamos “permanecer enclavados en la tierra, para arrancarle sus frutos, y esperar que otros los transporten, que otros nos comuniquen con el mundo, que otros vengan a imponernos la ley en las aguas mismas del estrecho mar territorial”. A casi 100 años de su obra máxima, su pensamiento aún permanece vigente y nos orienta en la acción cotidiana. Desde entonces, la preocupación por generar un ambiente de opinión favorable hacia nuestros intereses en el mar permanece inalterable, puesto que, como bien señalaba Storni, toda acción de gobierno sobre la cuestión requiere, para que tenga nervio y continuidad, que sus objetivos arraiguen en la nación entera, que sean una idea clara, un convencimiento en las clases dirigentes y una aspiración constante de todo el pueblo argentino.
Es imprescindible que tengamos en cuenta que así como en un extremo el mar se nos presenta como posibilidad de cooperación, al mismo tiempo, la disputa por los recursos que aloja fácilmente puede derivar en conflicto y competencia.
¿Qué determina la orientación y expansión marítima de los pueblos? Podríamos responder a esta pregunta señalando que la complejidad de factores que inciden en ello pueden ser agrupados en dos órdenes distintos: 1)los factores eminentemente geográficos, por un lado, y 2) los factores de índole cultural, por el otro. Los primeros refieren a la posición, la extensión, la configuración del territorio, las producciones y la población.
Entre los segundos están en el carácter, las aptitudes, las costumbres, las modalidades de los pueblos y sus gobiernos.
Si nos detenemos un instante para considerar el denominado factor geográfico, podremos observar la particular naturaleza física del “hemisferio oceánico” en el que nos encontramos, y constatar que todo lo que lo rodea es el mar.
El Océano Atlántico Sur es, pues, nuestra ‘vía forzosa’ de comunicación con el mundo. Efectivamente, el territorio que habitamos reúne todos los caracteres propios de la insularidad.
Este factor, tan fácil de observar y tan fácil de pasar por alto, es de una importancia trascendental para nuestro pueblo puesto que nuestra relación con el mundo se encuentra determinada, en gran medida, por nuestra capacidad para asegurarnos la plena utilización y cuidado de esa vía forzosa de comunicación.
Más de 5.000 km de costa y una Zona Económica Exclusiva de 1.530.000 km2 que se amplían a casi 5.000.000 km2 si se incorporan la región antártica y las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur, y 1.000.000 de km2 que se sumarán luego de que se formalice la extensión de la plataforma continental hasta la milla 350, terminan por conformar la vasta superficie marítima nacional, dando con ello forma territorial acabada a nuestro país.
Tal vez, la extraodinaria fecundidad de nuestras tierras nos impidió incorporar, en el devenir histórico, el paisaje marítimo a nuestra identidad colectiva.
Hoy, advertimos fácilmente la importancia adquirida por el ámbito marítimo en el contexto de los flujos comeciales mundiales: el 80% del total de intercambios comerciales es realizado por la vía marítima. En ese contexto, las características propias de los modernos buques mercantes –verdaderos “superbuques”- revalorizan las posibilidades ofrecidas por ciertas rutas de navegación y pasajes naturales, frente a otras que hasta hace poco resultaban una opción indiscutida. Precisamente, las limitaciones que han empezado a recaer sobre vías artificiales de paso interoceánico ponen de manifiesto el renovado valor del Atlántico Sur occidental, por cuyas aguas transitan un total estimado en 12.000 buques al año.
Cuando en 1914 fue abierto el Canal de Panamá, la alternativa ofrecida por esa vía artificial de comunicación interoceánica llevó a que la ruta del Cabo de Hornos dejara prácticamente de ser usada. Sin embargo, la evolución de la tecnología aplicada a la construcción de buques puso en valor nuevamente la alternativa que ofrece el pasaje natural interoceánico ubicado en el extremo del Atlántico Sur. Conviene recordar que, en el pasado, la utilización y control de estos espacios estratégicos ha sido motivo de competencia naval.
Tenemos, pues, una enorme responsabilidad en el cuidado y conservación de esta gran “vía de civilización” que es nuestro mar, que forma parte de nuestro territorio y de nuestra zona de interés. En efecto, el compromiso en materias tan disímiles como la seguridad de la navegación, la elaboración de cartografía, la identificación y seguimiento del tráfico mercante a largas distancias y la responsabilidad en materia de búsqueda y rescate son sólo algunas de ellas. La magnitud del esfuerzo requerido para dar cumplimiento a dichas responsabilidades se pone de manifiesto al observar el vasto espacio que comprende.
Esa dualidad propia del ámbito marítimo a la que aludimos se pone de manifiesto si consideramos el potencial de recursos que se alojan en nuestros espacios marítimos versus el interés que ellos despiertan en un contexto signado por el agotamiento de las fuentes tradicionales de energía y la creciente demanda mundial de alimentos.
¿Qué es un “recurso estratégico”? A nuestro entender, es “todo recurso natural escaso que actual o potencialmente es vital para el desarrollo de la actividad económica o para el mantenimiento de la calidad de vida de un país”. Su distribución geográfica (que determina la mayor o menor concentración de los mismos en pocas manos), su valor actual o potencial, su disponibilidad o escasez, son todos factores que influyen provocando situaciones de tensión derivadas de la necesidad de obtener su control y asegurar su aprovechamiento.
Quisiera señalar un par de ejemplos. En materia de hidrocarburos, estudios recientes indican que, al ritmo de consumo actual, nuestras reservas comprobadas de petróleo, que alcanzan unos 2 mil millones de barriles de crudo, podrían agotarse en el mediano plazo. De mantenerse esta tendencia, garantizar el acceso a las reservas e iniciar nuevos emprendimientos orientados a incrementarlas u obtener nuevos modelos de suministro de energía se tornará vital.
En el plano regional, hace ya 40 años que Brasil inició una serie de descubrimientos de yacimientos petrolíferos en su mar. El año pasado, ase anunció el descubrimiento de 50.000 millones de barriles en tres yacimientos a 5.000 metros de profundidad, cuya plena explotación significará una verdadera transformación para ese país. Este descubrimiento motivó, incluso, una cita destacada en la Estrategia de Defensa que fuera aprobada hace unos meses, en la que se hace expresa mención a la necesidad de custodiar las instalaciones y plataformas petroleras. Ahora bien, los estudiosos en esta materia han señalado que la continuidad geológica de la plataforma continental de Brasil y Argentina hace presumir que nuestro mar también podría alojar importantes yacimientos de hidrocarburos.
Nuestro país ha tomado nota de las necesidades que su crecimiento conlleva en materia de provisión de fuentes de energía y ha comenzado a desarrollar iniciativas tendientes a realizar nuevas perforaciones en las cuencas petrolíferas localizadas en aguas del Mar Argentino como una alternativa viable para atender sus necesidades. La campaña sísmica iniciada, y los resultados de los estudios derivados de la misma podrán confirmar la existencia de reservas de petróleo en nuestro mar obligando, en tal caso, a fortalecer nuestra presencia en el área en defensa de estos recursos.
En lo concerniente a la explotación de recursos pesqueros, debemos tener en cuenta que desde 1972 el ritmo de crecimiento anual es de casi 9%, siendo la acuicultura el sector mundial de producción de alimentos de origen animal de más rápido crecimiento. En este contexto, el mayor interés de las flotas pesqueras mundiales por el Atlántico Sur es consecuencia del extraordinario aumento de la demanda mundial de productos ictícolas, coincidente con la irrupción a fines de la década del 70 en la economía mundial de China y el conjunto de países de la región Asia-Pacífico, para los cuales, una vez alcanzado el techo de sus posibilidades de producción la alternativa está dada por un despliegue creciente y a gran escala de la sobre-explotación, con la inexorable contrapartida de agotamiento, destrucción de caladeros alrededor del mundo, alteración de la ecología y del medio ambiente marino; provocando enormes pérdidas para las naciones costeras (en Argentina, la pesca furtiva genera pérdidas del orden de los 150 millones de dólares anuales).
En lo concerniente a las riquezas del fondo y subsuelo marino, es importante señalar que, históricamente, el principal interés exploratorio ha estado vinculado a la prospección petrolera, motivo por el cual, la investigación sobre recursos mineros no ha alcanzado el mismo grado de madurez. El conocimiento en la materia se circunscribe, en gran medida, a información y datos dispersos que no permiten dar cuenta de un modo exhaustivo y sistemático de la verdadera magnitud y disponibilidad de éste tipo de reservas en la plataforma argentina. Sin embargo, las investigaciones de orden geofísico llevadas a cabo a fin de satisfacer los requerimientos de la COPLA han permitido tener una idea bastante precisa de los perfiles de nuestra plataforma.
Para dar un ejemplo de estos recientes avances, se debe decir que en esa oportunidad se pudo inferir en forma indirecta y como un beneficio marginal de los estudios sísmicos, la existencia de hidratos de metano, una especie de hielo seco que aglutina arena y que encierra en su interior gas. Si bien la tecnología disponible aún no ha logrado descomponer esos hidratos para darle uso comercial, la sola existencia de yacimientos le confiere a la plataforma un significativo valor. En igual sentido, se logró comprobar la existencia de los denominados nódulos polimetálicos, originados en la actividad volcánica profunda, compuestos principalmente por manganeso y un conglomerado de otros metales, que muy probablemente adquirirán mayor importancia cuando tanto la tecnología de su explotación, como el valor internacional de los mismos se conjuguen adecuadamente.
La expansión de la plataforma continental argentina a la milla 350 y el consecuente crecimiento de nuestro patrimonio marítimo significará la ampliación de nuestra responsabilidad sobre el cuidado, conservación y explotación razonable de ese inmenso patrimonio.
En otro orden de las cosas, el Atlántico Sur es una vía de acceso privilegiada a la península antártica, dada la proximidad geográfica entre nuestro territorio y el continente antártico.
Nuestro país integra el Sistema del Tratado Antártico desde 1959 y tiene, desde 1904, una presencia permanente en el continente, contando en la actualidad con la mayor cantidad de bases (6 permanentes y 7 transitorias) que son abastecidas año a año a través del dispositivo logístico brindado por el sistema de defensa nacional asegurando con ello la viabilidad de las actividades antárticas y de las investigaciones científicas desarrolladas en la zona.
La regulación de las actividades en la zona antártica registra importantes logros, producto del trabajo consensuado de la comunidad internacional, no exento, en cualquier caso, de intereses contrapuestos. En efecto, si bien las pretensiones de soberanía se encuentran congeladas en el marco del Tratado Antártico, al considerar la cuestión antártica no podemos dejar de mencionar que el Sector Antártico Argentino se superpone parcialmente con el área oriental del territorio reclamado por Chile, y totalmente con la región reclamada por el Reino Unido.
Asimismo, en la actualidad existen presiones políticas sobre dicho territorio y varios países han asumido un interés en la cuestión territorial, poniendo de alguna manera en riesgo la solidez del Sistema. En algunos casos, esos países propician un proceso de internacionalización de la región, posibilidad que debe llevarnos a considerar la eventual afectación de los intereses argentinos en la zona, toda vez que una alteración de las condiciones ambientales de la Antártica tendría un impacto directo en nuestra zona oceánica de influencia.
La situación registrada en el Polo Norte constituye una muestra del interés que las grandes potencias proyectan sobre estas áreas, últimos reservorios de recursos naturales considerados Vitales.
Finalmente, si consideramos las tensiones más o menos explícitas que existen en el ámbito del Atlántico Sur, es imposible soslayar “la cuestión de las islas Malvinas”. Lejos de ser un tema meramente historiográfico o retórico, la ocupación británica de las Islas y el imperativo constitucional argentino de reclamar la restitución definitiva de su integridad territorial posee un vértice estratégico que reside, por un lado, en la localización geográfica de las Islas, y, por otro lado, en el interés que despierta la existencia de recursos en aguas que rodean la zona en disputa. Su valor estratégico persiste inalterable, su valor económico se devela día a día.
En 2007 el Reino Unido dispuso unilateralmente la ampliación de la zona de exclusión alrededor de las Islas Malvinas de 200 a 350 millas náuticas, espacio del que dispone y hace uso activamente, ya sea de manera directa o mediante concesión de licencias de explotación.
En los últimos tiempos, las empresas petroleras internacionales han comenzado a explorar e intentar extraer petróleo o variantes de crudo a grandes profundidades. Acorde con esta tendencia, la empresa británica Falkland Oil and Gas Limited anunció el año pasado el inicio de las perforaciones de exploración para intentar extraer petróleo a gran profundidad en aguas del Atlántico Sur. La empresa está completando las obras preparatorias para su programa de perforación costa afuera de las Islas Malvinas y espera estar “lista para perforar” para el tercer trimestre de 2009.
Su problema actual es conseguir una plataforma de perforación adecuada para el lugar dado que el mercado de plataformas está saturado y es baja la posibilidad de conseguir una en el corto plazo.
En el último tiempo, la prensa británica ha informado que mediante sondeos sísmicos realizados recientemente se ha advertido que existen aproximadamente 18 mil millones de barriles de crudo en la cuenca sedimentaria que rodea las Islas, señalando al mismo tiempo que las empresas concesionarias que operan en la zona ocupada por el Reino Unido comenzarán las perforaciones en búsqueda de este recurso este mismo año.
Sin dudas, la exploración en búsqueda de petróleo agrega un nuevo elemento de conflictividad en la disputa irresuelta entre nuestro país y el Reino Unido, y agrega una muestra adicional de la conducta británica de rechazo de las recomendaciones de la comunidad internacional que instan al diálogo y resolución del conflicto por la vía diplomática.
A manera de conclusión
Primera conclusión general. Los cimientos que forman la base del poder marítimo nacional son: nuestra capacidad productiva, nuestra capacidad de contar con transportes propios y de personal idóneo para la operación del sistema, y nuestra capacidad de abrir mercados. Nuestra capacidad productiva requiere no solamente aquello que se pueda exportar, sino el contar con elementos indispensables para asegurar la construcción y sostenimiento de los medios y del material naval necesario. Nuestra capacidad de contar con transportes propios y personal idóneo exige el desarrollo de las industrias navales y el fomento de las especialidades técnicas que sostiene la operatoria; y nuestra capacidad de abrir mercados requiere una hábil acción exterior.
Finalmente, todo ello reclama una potencia naval militar adecuada qué actúe como reaseguro contra el riesgo, siempre posible, de conflicto.
Conclusiones específicas.
Primera. El ejercicio de la soberanía sobre los recursos del ámbito marítimo no es un asunto que pueda ser atendido en forma exclusiva por el sistema militar de defensa. Su complejidad requiere la participación de diferentes organismos del estado nacional con injerencia directa en el abordaje de problemáticas puntuales vinculadas con nuestros intereses marítimos.
Segunda. La dimensión y especificidad de la potencia naval deberá resultar de una ecuación coherente entre los objetivos políticos nacionales y la valoración que se haga de nuestro mar.
Inútil será reclamar una readecuación de medios si previamente no se ha persuadido a la sociedad argentina del valor que éste tiene en una estrategia integral de desarrollo.
Tercera. Una mirada rápida sobre la problemática revela a simple vista la existencia de una desproporción entre la dimensión de los espacios marítimos de interés nacional y la disponibilidad de fondos que el Estado pueda destinar a su defensa, cuidado y conservación. Esta desproporción sólo puede ser atendida en lo inmediato en el plano regional, uniendo esfuerzos con países con puntos de vista semejantes acerca de la necesidad de asegurar la sustentabilidad de las riquezas y de la diversidad marítima.
Cuarta. Vinculada directamente a la cuestión de las Islas Malvinas. La permanencia de una potencia militar extranjera en su ámbito no nos permitirá resolver en forma completa el problema de nuestra defensa marítima.
Fuente: patagoniambiental.com