¿Qué es el Día Internacional para Detener el Desperdicio de Alimentos?
Viedma, Rio Negro, 29 de septiembre de 2025.El Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, también conocido como Día para Detener el Desperdicio de Comida, es una jornada proclamada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con el objetivo de visibilizar una de las problemáticas más absurdas y devastadoras del siglo XXI: la pérdida masiva de alimentos en un planeta donde más de 800 millones de personas pasan hambre todos los días.
Este día busca sensibilizar a gobiernos, empresas, productores y consumidores sobre la urgencia de reducir el desperdicio alimentario y generar hábitos de producción y consumo sostenibles. No es solo una cuestión ética y social, sino también ambiental y económica. Se trata de replantear el sistema agroalimentario global, desde el campo hasta el plato.
¿Por qué es urgente dejar de desperdiciar comida?
Cada año, un tercio de todos los alimentos producidos en el mundo para el consumo humano se pierde o se desperdicia. Esto equivale a 1.300 millones de toneladas de comida, mientras que el hambre sigue siendo una tragedia cotidiana en vastas regiones del planeta. ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI tiremos comida en perfecto estado mientras millones de personas no tienen qué llevarse a la boca?
Este desperdicio tiene un costo ambiental colosal. Todos los recursos utilizados para producir, transportar, empaquetar y refrigerar esa comida —agua, tierra, energía y mano de obra— también se tiran a la basura. Además, los alimentos desechados en vertederos liberan metano, un gas de efecto invernadero mucho más potente que el dióxido de carbono. En resumen, el desperdicio alimentario es una bomba climática silenciosa.
Impacto ambiental: el desperdicio alimentario alimenta el cambio climático
La agricultura representa el 70% del consumo mundial de agua dulce y más del 30% del uso de la tierra. Cuando la comida no se consume y termina en vertederos, esos recursos naturales se desperdician. Además, el desperdicio de alimentos es responsable de cerca del 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Es decir, si el desperdicio de alimentos fuera un país, sería el tercer mayor emisor del mundo, después de China y Estados Unidos.
No solo eso. Las cadenas de producción, transporte y refrigeración de alimentos requieren combustibles fósiles, lo que incrementa la huella de carbono del sistema alimentario global. Y cuando la comida se descompone en los basurales, emite metano, un gas que calienta el planeta 25 veces más rápido que el CO₂. Reducir el desperdicio de alimentos es una de las formas más efectivas de combatir la crisis climática.
¿Cuál es la diferencia entre pérdida y desperdicio de alimentos?
La pérdida de alimentos ocurre en las etapas iniciales de la cadena de suministro, como la cosecha, el almacenamiento, el transporte y el procesamiento. Suele deberse a falta de infraestructura, tecnología o logística adecuada, especialmente en países en desarrollo.
Por otro lado, el desperdicio de alimentos sucede en las etapas finales de la cadena: en supermercados, restaurantes y hogares. Aquí entran en juego decisiones humanas, como comprar más de lo necesario, desechar productos por su apariencia o no consumirlos antes de su fecha de vencimiento.
Ambas formas de desaprovechamiento son igual de dañinas y requieren soluciones distintas. Pero en conjunto representan una herida abierta en la lucha contra el hambre, el cambio climático y la pobreza.
¿Cómo afecta el desperdicio alimentario a la seguridad alimentaria?
Mientras que en algunas partes del mundo la comida se tira sin piedad, en otras se sufre hambre crónica. Esta contradicción atenta contra los principios más básicos de la justicia social. El desperdicio alimentario perpetúa la desigualdad, encarece los precios de los alimentos y pone en riesgo la seguridad alimentaria mundial.
En un contexto de crisis climática, conflictos armados y presión demográfica, garantizar el acceso equitativo a alimentos nutritivos y sostenibles es un desafío urgente. Reducir el desperdicio es una de las formas más rápidas de aumentar la disponibilidad de alimentos sin necesidad de expandir la producción.
¿Qué podemos hacer como consumidores para frenar el desperdicio de alimentos?
Los hábitos de consumo individuales tienen un enorme impacto colectivo. Algunos pasos clave que podemos tomar desde casa incluyen:
Planificar las compras y evitar adquirir más de lo necesario.
Almacenar correctamente los alimentos para prolongar su vida útil.
Aprovechar sobras y realizar recetas con lo que tenemos en casa.
Entender mejor las etiquetas de fecha de vencimiento: «consumir preferentemente antes de» no significa que esté en mal estado.
Comprar productos «feos» o imperfectos que normalmente serían descartados por su apariencia.
Cambiar la relación que tenemos con la comida es fundamental. No se trata solo de lo que tiramos, sino de lo que dejamos de valorar.
¿Qué medidas pueden tomar los gobiernos y las empresas?
La solución al problema del desperdicio alimentario requiere también políticas públicas contundentes y compromisos empresariales ambiciosos. Algunas de las estrategias más efectivas incluyen:
Leyes que prohíban la destrucción de alimentos aptos para el consumo.
Incentivos fiscales para empresas que donen alimentos excedentes.
Infraestructura para recuperar, conservar y redistribuir alimentos.
Educación alimentaria obligatoria en escuelas y campañas masivas de concientización.
Mejora en los sistemas de logística y refrigeración en países con alta pérdida poscosecha.
Además, deben impulsarse alianzas entre el sector público, privado y organizaciones sociales para generar circuitos de donación y reciclaje de alimentos a gran escala.
¿Cuál es el rol de la tecnología en la lucha contra el desperdicio de comida?
La innovación tecnológica puede ser una gran aliada. Hoy existen apps que conectan a comercios con excedente de comida con consumidores o bancos de alimentos. También se desarrollan sensores para monitorear el estado de los alimentos en tiempo real, inteligencia artificial para optimizar inventarios y blockchain para garantizar trazabilidad en la cadena de suministro.
Además, se están desarrollando materiales de empaquetado más inteligentes y sostenibles, capaces de alargar la vida útil de los productos o cambiar de color cuando se acercan a su vencimiento. La tecnología es clave para prevenir pérdidas, detectar fallos en tiempo real y fomentar la transparencia en el sistema alimentario.
¿Qué organizaciones luchan contra el desperdicio alimentario?
A nivel global, instituciones como la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) lideran campañas, estudios y proyectos para cuantificar, prevenir y revertir el desperdicio de alimentos.
En cada país también existen ONGs, bancos de alimentos y movimientos ciudadanos que promueven la redistribución de excedentes, la agroecología, los mercados de cercanía y la soberanía alimentaria. Un ejemplo notable es el movimiento “Too Good To Go” en Europa o “Red de Bancos de Alimentos” en América Latina.
¿Cómo se vincula el desperdicio de comida con la economía circular?
En un modelo de economía circular, los residuos de una etapa del proceso se transforman en recursos para otra, reduciendo al mínimo el descarte final. En este marco, los alimentos que no pueden consumirse pueden transformarse en compost, biogás o insumos para la industria animal o cosmética.
Esto contrasta con el modelo lineal actual, donde producimos, consumimos y desechamos. Incorporar prácticas de economía circular en el sistema alimentario permite reducir emisiones, regenerar suelos y cerrar el ciclo de los nutrientes, beneficiando tanto al ambiente como a la economía.
Detener el desperdicio de alimentos es una urgencia ética, ambiental y económica
Detener el desperdicio alimentario no es una moda, ni una utopía, ni un gesto simbólico: es una necesidad urgente si queremos garantizar el futuro del planeta y de las próximas generaciones. No podemos permitirnos seguir tirando comida mientras el hambre y el colapso climático avanzan sin pausa.
Desde el hogar hasta la política global, cada decisión cuenta. Este Día Internacional debe servir como un llamado a la acción permanente, para poner fin a una de las injusticias más crueles de nuestro tiempo: que la comida, ese recurso sagrado, termine en la basura.
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El cambio empieza en el plato, pero no termina ahí.
Andrés Nievas
Técnico en manejo ambiental, consultor Ambiental y escritor para medios locales e internacionales sobre temas de geopolitica y medio ambiente.