Vaticano.-Ya en el 2009, los religiosos de la región advertían la actividad “contaminante” de empresas que hacen en los países menos desarrollados lo que no pueden hacer en los países que les aportan capital. Hoy, Francisco retoma ese mensaje.
La encíclica del Papa sobre el cuidado del medio ambiente es un llamado a “salir de la espiral de autodestrucción” en la que está sumido el planeta y una exhortación a “escuchar el grito de la creación”, reaccionó la Iglesia Católica argentina.
El papa Francisco citó un mensaje de los obispos patagónicos en su encíclica sobre ecología y medio ambiente “Laudato si’ (Alabado Sea), sobre el cuidado de la casa común”, difundida en forma simultánea en el Vaticano y en el mundo.
El texto pontificio, de 87 páginas y organizado en seis capítulos, tiene 172 citas textuales del magisterio de los papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, además de declaraciones de episcopados del mundo, entre ellos de Bolivia y la Argentina.
El Papa citó el mensaje de los obispos de la región Patagonia-Comahue para advertir sobre los daños causados por la exportación hacia los países en desarrollo de residuos sólidos y líquidos tóxicos, y sobre la actividad “contaminante” de empresas que hacen en los países menos desarrollados lo que no pueden hacer en los países que les aportan capital.
En ese texto de la Navidad de 2009, los prelados argentinos dijeron constatar que “con frecuencia las empresas que obran así son multinacionales, que hacen aquí lo que no se les permite en países desarrollados o del llamado primer mundo”.
“Generalmente, al cesar sus actividades y al retirarse, dejan grandes pasivos humanos y ambientales, como la desocupación, pueblos sin vida, agotamiento de algunas reservas naturales, deforestación, empobrecimiento de la agricultura y ganadería local, cráteres, cerros triturados, ríos contaminados y algunas pocas obras sociales que ya no se pueden sostener”, alertó el Papa citando a los obispos patagónicos.
La encíclica ecologista y social del papa Francisco también tuvo entre sus asesores de redacción a los teólogos argentinos Víctor Manuel Fernández y Carlos Galli.
En ese mensaje de Navidad de 2009, “Río Negro” reproducía la palabra de los religiosos patagónicos que decían:
“En la vida cotidiana cuando alguien puede llegar a tener una casa propia se esmera para hacerla habitable, trata de mejorarla cada día y no permite que alguien la arruine o destruya. Así tendría que ser nuestra relación con la naturaleza que nos cobija, tanto más para aquellos que vivimos en este rincón maravilloso del planeta: la Patagonia. Un lugar ciertamente muy codiciado por ser aún natural, por no haber sido dañado por la mano del hombre, por ser uno de los reservorios de agua dulce más importante del mundo.
“Es por eso que nos preguntamos: ¿Qué intenciones pueden inspirar a ciertos proyectos que terminan transformando una naturaleza llena de vida en tierra de muerte? La explicación posible parece ser la búsqueda del lucro inmediato sin alguna preocupación por el futuro. Esta actitud no tiene en cuenta “el bien común” y prioriza el interés de unos pocos en desmedro de las necesidades de la familia humana de hoy y de mañana.
“Constatamos que con frecuencia las empresas que obran así son multinacionales, que hacen aquí lo que no se les permite en países desarrollados o del llamado primer mundo. Generalmente al cesar sus actividades y al retirarse dejan grandes pasivos humanos y ambientales, como la desocupación, pueblos sin vida, agotamiento de algunas reservas naturales, deforestación, empobrecimiento de la agricultura y ganadería local, cráteres, cerros triturados, ríos contaminados y algunas pocas obras sociales que ya no se pueden sostener.
“La pesca y la minería son actividades necesarias, nobles y dignas de ser aprobadas, siempre que se ejerzan evitando la depredación impune y la contaminación. Hay que cultivar la tierra, sin intoxicarla y sin agotarla. Todas las actividades productivas y extractivas, deben respetar un determinado orden inscrito en las leyes y en la finalidad de la naturaleza para que no se vuelvan contra el hombre.
“Debemos entonces ser consientes y estar preocupados por las consecuencias de la actividad del hombre, sobre los frágiles equilibrios del planeta. La afirmación del Evangelio que estamos comentando, es dramática y muy triste: “no había lugar”, más dramática y triste cuando es producto del egoísmo humano y de una ausencia total de solidaridad”.
Fuente: Diario Rio Negro