Naciones Unidas celebra entre el 7 y el 18 de noviembre en Marraquech la 22 cumbre del clima con el objetivo de acordar las reglas del juego que regirán el histórico Acuerdo del clima París, cuya entrada en vigor hoy se produce sin que los países hayan concretado su funcionamiento.
“La cumbre de Marrakech es el primer gran paso del nuevo proceso hacia el cambio en el modelo de desarrollo acordado en París”, señala a EFEverde manuel Pulgar, ex ministro peruano de medio ambiente y actual portavoz de cambio climático de WWF.
El Acuerdo de París tiene como fin último que la temperatura del planeta no suba más de dos grados a finales de este siglo respecto a 1890, y aglutina promesas nacionales de reducción de emisiones de cerca de 200 países que se irán revisando al alza cada cinco años para alcanzar este objetivo.
Sin embargo, existen aspectos cruciales del mismo por escribir, como es el caso de las reglas del juego de esos compromisos o cómo van a ayudar los países ricos a financiar y capacitar a los países en desarrollo para que puedan transitar hacia una economía baja en carbono.
Extraoficialmente, los negociadores se daban dos años de plazo, hasta de 2018, para cerrar esos cabos sueltos, de manera que el pasado junio crearon un grupo de trabajo (APA por sus siglas en inglés) para pactar un “libro legal de reglas” del Acuerdo de París, en el que todos los países de la convención pudieran participar independientemente de que hubieran ratificado o no.
Pero la pronta entrada en vigor del tratado de París, 11 meses después de su adopción (en el Protocolo de Kioto este proceso demoró siete años), ha desbaratado esos plazos, de manera que las partes que ya han ratificado deberán celebrar además durante esta cumbre la primera Conferencia de las Partes del Acuerdo (CMA por sus siglas en inglés) que tendrá el honor de albergar Marraquech, el 15 de noviembre.
En la reunión de la CMA sólo podrán decidir los algo más de 80 países que han ratificado, por lo que todo apunta a que “su orden del día se limitará a celebrar la entrada en vigor y a dar un mandato al APA, donde están todos los países, para que trabaje en las reglas”, indica a Efe la directora de la Oficina Española de Cambio Climático, Valvanera Ulargui.
“Si hemos adoptado un acuerdo cuyas dos características esenciales son la universalidad y la inclusividad debemos asegurar que todos los países negocien su funcionamiento independientemente de que hayan ratificado ya o no”, añade.
No obstante, voces como la de la colombiana Paula Caballero, portavoz de cambio climático del World Resources Institute (WRI), indican a Efe que la apertura al diálogo con los países que no han ratificado no debe extenderse indefinidamente sino que ha de fijarse un plazo, de por ejemplo dos años, hasta 2018, para que entren a formar parte del mismo o se queden fuera.
“Marrakech es la COP de la celebración pero también el momento de demostrar la voluntad política de pasar a la acción, de hacer más cosas y más deprisa para descarbonizar las economías nacionales”, destaca Teresa Ribera, directora del Instituto para el Desarrollo Sostenible y las Relaciones Internacionales.
Más allá de las buenas intenciones de París, los expertos coinciden que en Marrakech se debe avanzar en la definición de las normas para la rendición de cuentas de los países sobre sus esfuerzos para combatir el cambio climático, y en cómo van a ir incrementando la ambición de los contribuciones nacionales para mantener la temperatura por debajo de dos grados.
En ese sentido, habrán de acordar la agenda de la decisiva cumbre del clima de 2018, año fijado para que los países digan qué pasos han dado para comenzar a descarbonizar sus economías desde 2020.
Los países deberán acordar también una hoja de ruta para conseguir 100.000 millones de dólares anuales de financiación climática (del sector público y privado) desde 2020 para los países en desarrollo, partiendo de una propuesta presentada para debate por parte de Australia y Reino Unido.
Además, tendrán que concretar cómo se va a llevar a cabo esa financiación y capacitación en tecnologías limpias a los países en desarrollo.
Además, la COP22 tiene que perfilar también el mecanismo de pérdidas y daños causados por el cambio climático, y fortalecer el diálogo con la sociedad civil que se inició en la COP20 de Lima.
Pulgar, quien presidió aquella cumbre, remarca: “Marrakech no es una cumbre de transición, sino la primera gran cita relevante para el futuro del planeta de esta nueva era”.
Fuenet: EFE Verde