En Marruecos tendrá lugar desde hoy hasta el 18 de noviembre la COP22. «La COP21 ha sido la conferencia de las decisiones. La COP22 en Marrakech será la de las soluciones». Así se dirigía el presidente francés, François Hollande, ante las Naciones Unidas en referencia a la cumbre del clima que comenza hoy en Marrakech, una de las ciudades más turísticas de Marruecos.
Once días de reunión y análisis donde jefes de Estado de los cincos continentes se congregarán, a partir de la segunda semana de la cumbre, para discutir el futuro más inmediato, además de lo aprendido y ratificado por el Acuerdo de París que ya ha entrado en vigor.
Hollande recordaba la clave de esta conferencia de la ONU sobre el cambio climático: «No hay tiempo que perder». Y es que la propia organización ha reconocido que hay que reducir «con urgencia y radicalmente» las emisiones de efecto invernadero. «Si no comenzamos a tomar medidas desde ahora, es decir, desde la Conferencia de Marrakech (COP22), acabaremos por llorar ante una tragedia humana que se podía evitar. Avanzamos en la buena dirección, pero no es suficiente si queremos tener la oportunidad de evitar un desorden climático», aseguraba Erik Solheim, director del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en el informe anual sobre la acción climática mundial.
El tiempo es la principal baza en un momento en el que se ha confirmado que 2015 batió un récord en la concentración atmosférica de dióxido de carbono. Sin embargo, ésta tiene que ser la cumbre de la «acción», tal y como aseveró Hakima Al Haité, ministra delegada de Medio Ambiente en Marruecos, durante la MedCOP -la antesala de la cumbre- celebrada en Tánger. Miles de expertos de la cuenca mediterránea se reunieron allí para evocar que el Mediterráneo es, además, uno de los puntos calientes, pues se prevé que aumente hasta los 5,1 grados de temperatura para el año 2100.
Crisis humanitarias, guerras y conflictos. La pobreza y la escasez de recursos básicos pueden desestabilizar a los países más vulnerables. Migraciones masivas y la desertificación. Éstas pueden ser algunas de las graves consecuencias a las que se enfrente el planeta si los responsables políticos no actúan más allá de las reuniones. El objetivo será intentar mitigar estas amenazas desde el 18 de noviembre, cuando acabe la cumbre, con un horizonte puesto a partir de 2020.
Esta cita anual es el punto de partida de la puesta en marcha del Acuerdo de París que se firmó el pasado mes de diciembre. El objetivo es mantener el aumento de las temperaturas por debajo de los dos grados con respecto a los niveles preindustriales e intentar limitar dicho aumento a 1,5 grados. No obstante, la trayectoria del planeta en el momento en el que comienza esta conferencia sitúa en 3,4 grados la subida, según la ONU.
Marruecos está aunando todos sus esfuerzos para convertirse en el país de referencia en el continente africano. Su objetivo es ser el ejemplo perfecto para los países que se encuentran en desarrollo. Desde proyectos que se premian y se subvencionan cuyo apellido es ecológico o sostenible hasta prohibir en cuestión de meses todas las bolsas de plástico que se fabrican y venden. Así es la estrategia que ha seguido el reino para convertirse en el mejor anfitrión. Es más, Marruecos tiene como objetivo que en 2030 el 52% de la energía que genere en su territorio proceda de renovables.
De hecho, el rey Mohamed VI se ha volcado con los países del sur recordando la desigualdad entre los dos polos: «La crisis climática es la última injusticia que golpea a los más vulnerables. Además, los efectos del cambio climático conciernen de igual modo, o quizá en mayor medida, a los países en desarrollo, sobre todo a los Estados africanos y latinoamericanos menos desarrollados», afirmaba el monarca en una alocución al término de la Cumbre de París.
Ante esta cuestión, preguntó: «¿Sería pertinente calificar de sostenible un desarrollo que deja sumergida en la pobreza a una mayoría de seres humanos? ¿Es acaso legítimo que las prescripciones para la protección del clima sean dictadas precisamente por los principales responsables del calentamiento atmosférico?».
Por lo tanto, en Marrakech se tendrá que abordar la cuestión de las inversiones a estos países para los que, de aquí a 2020, se ha prometido un total de ayuda pública de 100.000 millones de dólares, con el fin de poder afrontar las consecuencias directas y más urgentes del cambio climático. «El continente africano merece una atención particular. Un continente que se despierta y se revela en todos sus rincones. Por ello es en África, continente del futuro, donde se jugará el porvenir de nuestro planeta», advertía Mohamed VI.
Por su parte, el presidente de la COP22, Salaheddine Mezouar, apeló al bolsillo en una cita que tuvo lugar en Nairobi (Kenia), donde mencionó la necesidad de buscar incesantemente mecanismos sólidos de financiación y la transferencia tecnológica para hacerlo realidad. «Hay que tender a una mayor solidaridad y no estar pasando la pelota unos a otros», añadió.
«El número creciente de refugiados climáticos golpeados por el hambre, la pobreza, la enfermedad y los conflictos nos recordará de una manera incesante nuestro fracaso», apuntaba Solheim en el informe de Naciones Unidas. Y es que tal y como evocó la ministra de Medio Ambiente de Francia, Ségolène Royal, «la degradación del medio ambiente provocará cerca de 200 millones de refugiados climáticos en 2050».
En Marrakech será necesario trazar una hoja de ruta a la se puedan comprometer todos los países. El fin es estar preparado ante las consecuencias inmediatas y futuras del cambio climático, como ya comentó el ex ministro de Defensa español Pedro Morenés en Skhirat (Marruecos): «El mundo está cambiando rápidamente. No tenemos tiempo para gestionarlo y todos los países son responsables de evitar esto».