La Pampa.-Por Redacción Las recientes declaraciones de un productor santafesino a este diario relativas a la producción de
alimentos de manera orgánica (esto es: sin la intervención de herbicidas o fertilizantes de alta toxicidad) son merecedoras de atención. En Occidente se ha avanzado muy rápidamente sobre los postulados agrícolas tradicionales a la luz de nuevas técnicas y aplicaciones, mejorando algunas por la evolución de prácticas antiguas que se han visto positivamente renovadas pero otras, lamentablemente, basadas en el incremento de la ganancia de corto plazo desentendiéndose de las consecuencias ambientales.
Semejante concepción del agro empieza a tener consecuencias, algunas de ellas muy graves porque esa ambición productiva desmedida prefiere ignorar que la naturaleza es una suma de equilibrios que se han desarrollado a lo largo de milenios de contactos entre los seres vivos, especialmente los vegetales que obran como la base principal de la cadena alimentaria. Así se ha producido en nuestro país una pavorosa deforestación de los bosques nativos en pro de los cultivos cerealeros, sin advertir que ese proceso genera erosión y ascenso de las napas freáticas, dos problemas actualmente muy graves en la Argentina.
Con el mismo sentido negativo se han desarrollado las actividades agrícolas que emplean productos químicos con componente nocivos para el ambiente. Frente al mayor rendimiento inmediato los productores agropecuarios, salvo excepciones, parecen no haber reparado en el deterioro del suelo y que ese proceso lo sufren también los animales, posterior alimento del ser humano. Ese riesgo se refleja ya en los mismos pobladores de nuestro campo y el mayor y rotundo ejemplo está en una localidad de la pampa húmeda cordobesa donde la tasa de cáncer cuadruplica la media nacional.
En esa actitud depredadora tienen mucho que ver las grandes compañías agroquímicas y sus intensas campañas publicitarias. Los productores con mayor nivel de conciencia ambiental no vacilan en afirmar que se está envenenando el suelo. La actitud del chacarero santafesino que motivara estas líneas al realizar y promover nuevas formas de agricultura con responsabilidad hacia el medio ambiente implica una fuerte y explícita crítica hacia los organismos técnicos oficiales y privados que han contribuido a instalar este escenario. También su denuncia de productos altamente tóxicos que han aumentado en forma indiscriminadas bajo una publicidad engañosa que sostiene que son inertes. Asimismo arremete con fundamento contra una de las mayores empresas de agroquímicos, a la que acusa de “ecocidio” y destaca la singular circunstancia que prácticamente no existen técnicos especializados en estos temas, a excepción de un grupo de productores de concepción avanzada.
Al instar a sus colegas productores a reconsiderar las formas agrícolas actualmente aplicadas el ruralista parte de una posición filosófica aunque sólidamente anclada en la realidad ya que, al margen de los detalles técnicos que hacen que la tarea de cambio no sea sencilla, expresa que cuando aplicaba las controvertidas técnicas con uso abusivo de agroquímicos sentía “como si la tierra me dijera que le estaba haciendo daño”.
Semejante concepción del agro empieza a tener consecuencias, algunas de ellas muy graves porque esa ambición productiva desmedida prefiere ignorar que la naturaleza es una suma de equilibrios que se han desarrollado a lo largo de milenios de contactos entre los seres vivos, especialmente los vegetales que obran como la base principal de la cadena alimentaria. Así se ha producido en nuestro país una pavorosa deforestación de los bosques nativos en pro de los cultivos cerealeros, sin advertir que ese proceso genera erosión y ascenso de las napas freáticas, dos problemas actualmente muy graves en la Argentina.
Con el mismo sentido negativo se han desarrollado las actividades agrícolas que emplean productos químicos con componente nocivos para el ambiente. Frente al mayor rendimiento inmediato los productores agropecuarios, salvo excepciones, parecen no haber reparado en el deterioro del suelo y que ese proceso lo sufren también los animales, posterior alimento del ser humano. Ese riesgo se refleja ya en los mismos pobladores de nuestro campo y el mayor y rotundo ejemplo está en una localidad de la pampa húmeda cordobesa donde la tasa de cáncer cuadruplica la media nacional.
En esa actitud depredadora tienen mucho que ver las grandes compañías agroquímicas y sus intensas campañas publicitarias. Los productores con mayor nivel de conciencia ambiental no vacilan en afirmar que se está envenenando el suelo. La actitud del chacarero santafesino que motivara estas líneas al realizar y promover nuevas formas de agricultura con responsabilidad hacia el medio ambiente implica una fuerte y explícita crítica hacia los organismos técnicos oficiales y privados que han contribuido a instalar este escenario. También su denuncia de productos altamente tóxicos que han aumentado en forma indiscriminadas bajo una publicidad engañosa que sostiene que son inertes. Asimismo arremete con fundamento contra una de las mayores empresas de agroquímicos, a la que acusa de “ecocidio” y destaca la singular circunstancia que prácticamente no existen técnicos especializados en estos temas, a excepción de un grupo de productores de concepción avanzada.
Al instar a sus colegas productores a reconsiderar las formas agrícolas actualmente aplicadas el ruralista parte de una posición filosófica aunque sólidamente anclada en la realidad ya que, al margen de los detalles técnicos que hacen que la tarea de cambio no sea sencilla, expresa que cuando aplicaba las controvertidas técnicas con uso abusivo de agroquímicos sentía “como si la tierra me dijera que le estaba haciendo daño”.
Fuente: Diario La Arena