Cuaderno de Bitácoras. Día Uno. Nos embarcamos en Punta Arenas, Chile. Nos espera una travesía de cinco días a bordo del mítico y legendario barco de Greenpeace, Rainbow Warrior, con el que atravesaremos el estrecho de Magallanes, dejando a un costado Tierra de Fuego, sumergiéndonos en el Anillo del Cielo hasta desembarcar en el Reino de las Ballenas. Hace frío pero no se ve hielo a la vista. Comienza la aventura.
Nuestro primer objetivo es Isla Riesco, cerca del Parque marino Francisco Coloane. Con las primeras luces del día, de forma sigilosa, una lancha se dirige hacia la Mina Invierno para encaramarse en la plataforma superior donde se encuentra la cinta transportadora, a 50 metros de altura. Allí los especialistas cuelgan una gran pancarta que se divisa en el horizonte: Salvar los Mares del Fin Mundo“.
“La acción” forma parte de una campaña de Greenpeace que se focaliza en la protección de los mares de la Patagonia chilena, concretamente las aguas de la zona de Magallanes. “En Chile se encuentra el 36% de la diversidad de mamíferos marinos del mundo, por lo cual la protección de sus mares resulta clave y de gran relevancia para todo el planeta. Desde hoy, nuestros socios y simpatizantes alrededor del planeta se convierten en vigías de los mares del fin del mundo”, señala Estefanía González, coordinadora de Océanos de Greenpeace en Chile, desde una de las lanchas en las que se ha realizado el operativo.
González advierte que los mares del fin del mundo están seriamente amenazados por la expansión de industria salmonera, la cual ya hizo una muestra del poder de devastación que puede tener en los ecosistemas tras lo sucedido el año pasado en Chiloé, cuando el vertimiento de casi 5.000 toneladas de pescados podridos frente a sus costas desencadenó la crisis de marea roja que gatilló uno de los desastres sociales y medioambientales más graves de los últimos años en el país.
Cuaderno de bitácora. Día 3. Aprovechamos de nuevo la niebla para al amanecer, sumergirnos en las aguas heladas del Skyring –el Anillo del Cielo-, otro paraíso del estrecho de Magallanes en peligro. Dos “hombres boya” que flotan embutidos en trajes naranjas sosteniendo carteles con flechas, indican el camino a seguir. Otros dos buzos descienden para mostrar las toneladas de excrementos y residuos que sueltan las jaulas de la salmonera Cermaq, empresa noruega que pertenece al gigante económico japonés Mitsubishi Group y que es la segunda exportadora de salmones chilenos, con una producción anual de 41.556 toneladas.
Su efecto depredador y ansias expansionistas son inminentes, casi el 100% de las solicitudes que ha presentado la compañía, de aprobarse, se ubicarían en zonas de reservas nacionales en Magallanes.
“Lo que está en juego es el cuidado de las aguas más puras del planeta. No es posible que los intereses de las empresas salmoneras se ubiquen por sobre un patrimonio medioambiental que no solo pertenece a Chile, sino al mundo. Los mares de Magallanes albergan ecosistemas fundamentales que también tienen una relación única con pueblos originarios, como los Kawésqar y Selk’nam, además de comunidades pesqueras que para su subsistencia y desarrollo cultural dependen de la buena salud de su mar”, enfatiza Matías Asun, director nacional de Greenpeace en Chile.
Resulta icónico el caso del delfín chileno, especie endémica de la zona y que, de acuerdo con investigaciones, está siendo afectado producto de la presencia de los antibióticos alta y masivamente utilizados por la salmonicultura chilena. Una amenaza que se puede incrementar de manera significativa ya que su hábitat es precisamente donde ahora quieren instalarse las salmoneras en Magallanes.
Pero no sólo el delfín chileno está en peligro, sino el hogar de otras especies, como ballenas (azules, minke, franca austral, sei y orca), delfines, pingüinos, lobos marinos y diversas aves. Todos, habitantes de una zona en donde se ubican Parques y Reservas Nacionales cada vez más valorados por turistas nacionales e internacionales, los que han hecho de esta zona una de las más visitadas del país.
Cuaderno de bitácora. Día 4. Los delfines parecen escoltarnos en la travesía. 27 guerreros manejan este velero comandados por dos capitanes catalanes. Uno de ellos, el primer oficial Emilí Trasmonte, no pierde la esperanza. En el puente de mando afirma con una sonrisa, “si tuviera que ser realista sería negativo pero prefiero pensar que algo va a cambiar y si eso ocurre, debemos de estar haciendo algo, estar preparados”.
Las nauseas se hacen insoportables para los novatos como yo. Sin embargo la tripulación soporta el movimiento estoicamente, con alegría. Incluso tienen tiempo para practicar yoga y hacer “crossfit” en una sala contigua al helipuerto. Es una gran familia. El Rainbow Warrior surca los mares como un “torpedo”, casi de costado, zarandeado por los vientos que golpean sus enormes velas. Poseidón se encuentra de nuestro lado y no hay grandes olas a nuestro paso. Se trata del buque insignia de la organización construido en Aberdeen en 1955 y hundido por agentes de la Dirección General de la Seguridad Exterior francesa en 1985, para evitar una incursión en sus aguas territoriales, que Greenpeace quería llevar a cabo para protestar contra las pruebas nucleares que realizaría Francia en el Atolón de Mururoa, en el sur del Océano Pacífico. Fue de nuevo asaltado y dañado en el 95 por los franceses, pero como un ave fénix resurgió de sus cenizas reencarnado en esta tercera versión, más poderosa y potente que la de sus predecesores.
Matias Asun nos cuenta relajados en la Sala Común, entre fotos de viejos compañeros caídos “en servicio” y antiguos timoneles, que los activistas que emprenden las campañas han recibido previamente varios cursos para especializarse. “Les enseñamos a no responder ante las agresiones o provocaciones, a controlar la ira, incluso aunque alguien te grite a la cara y puedas sentir su aliento de cerca, tienes que contenerte. Nuestras protestas no son violentas pero sabemos actuar, combinamos sueños con realidad. Estudiamos que queremos y que podemos hacer realmente, antes de emprender una misión” afirma. “Si pasas estas pruebas y quieres seguir puedes recibir cursos más concretos de escalada o buceo” agrega.
Cuaderno de bitácora. Día cinco. Llegamos a Puerto Madryn, Argentina.. Desembarcamos pero el Rainbow Warrior continua su travesía. No tiene límites, tampoco hogar ni descanso. El arco iris aparece tras la lluvia, una señal tatuada en el cielo: El mundo necesita nuevos guerreros y el tiempo se agota.