Después de obtener su grado académico, decidió dedicar su vida a defender a todos los animales, opinando que aún con su nivel de raciocinio inferior con respecto al hombre, no había necesidad de martirizarlos, castigarlos o gozar de su dolor.
De esta manera, Albarracín luchó contra todas aquellas prácticas donde existía el maltrato a los animales, resaltando así su amor a la naturaleza y el culto civilizado a la vida.
Este abogado fue uno de los precursores de la Ley Nacional de Protección de Animales (más conocida en el país como la Ley Sarmiento), promulgada el 25 de julio de 1891. Esta declaración, que obliga a brindar protección a los animales, así como a impedir su maltrato y su caza, más tarde fue adoptada por la Liga Internacional de los Derechos del Animal en 1977 y aprobada por la ONU y la UNESCO.