Es ahora. Llegó el momento de reformular profundamente nuestro modelo de desarrollo. Toca dejar atrás las miradas neo-liberales para abrazar la región al tiempo que se trabaja sobre las potencialidades de Argentina. Hay que apostar a la recuperación de lo público mediante un Estado fuerte que nunca dé la espalda a su gente.

Para hacer frente a estos desafíos, la urgencia que plantea la crisis ecológica y climática demanda un cambio paradigmático en la gestión ambiental. La agenda ambiental debe ser concebida de manera integral y tener, al mismo tiempo, un profundo contenido social que posibilite una vida más digna para cada habitante de la nación, con mayor acceso a derechos: al agua, al hábitat, a la energía, a la alimentación, a las oportunidades, al desarrollo.

Esta agenda tiene su propia demanda social en el país: no se restringe al movimiento ambiental, tampoco responde a intereses de otras regiones. La reclaman jóvenes de distintos sectores sociales, asambleas vecinales y ciudadanas, trabajadores y grupos sindicales, pequeños productores rurales y urbanos, pueblos originarios, recuperadores urbanos, organizaciones sociales y ambientales y también los nuevos colectivos.

La agenda ambiental debe construirse entendiendo la crisis ecológica y climática en la que estamos, pero mirando más allá. Es menester aceptar que la expansión del capital sin ningún límite social o ambiental solo sirve para acentuar las desigualdades; pensar en una economía distinta, en la que no sean exclusivamente el mercado y los grandes actores financieros globales los que dictan las prioridades y los tiempos. Necesitamos una nueva economía que pueda ser contenida por la política y por los límites ecológicos, que aporte al bienestar de las personas.

Ya no es posible pensar el área ambiental de los gobiernos como entes residuales que tienen por principal objeto ejecutar programas de asistencia y cooperación internacional, o ser prestatarios de servicios a otras áreas que sí toman las decisiones. La urgencia que plantea la crisis ecológica y climática hace imprescindible construir una agenda ambiental que se transforme en una política de Estado. El momento de actuar es ahora.

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