MONITOREO Y ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN GEOPOLÍTICA EN EL MUNDO Y SU IMPLICANCIA EN LA PATAGONIA

Recuperar al coipo: avances y desafíos de un proyecto en el noroeste santacruceño

Este roedor nativo del noroeste santacruceño es una pieza importante para el equilibrio de los ambientes semi-acuáticos. Conocé la situación que atraviesa en la Patagonia y que busca ser revertida con un proyecto de reintroducción que plantea nuevos desafíos.

El coipo es un gran roedor semi-acuático nativo del sur de Sudamérica. Se distribuye ampliamente en humedales de toda la Argentina. No hace muchos años, su distribución abarcaba una buena parte del territorio santacruceño; sin embargo, la persecución en los años ochenta para obtener su piel y la desaparición de la vegetación acuática llevaron al coipo a la extinción en varios sitios. En otros, si bien subsiste, se ha vuelto muy raro.

Mediante un innovador proyecto de reintroducción de la especie —también conocido como rewilding—, los científicos buscan recuperar el esplendor y buen funcionamiento del ambiente en la cuenca alta del río Pinturas, la cuenca del río Ecker y el cañadón Caracoles. Son sectores del Parque Patagonia Argentina donde se intenta restablecer una población auto-sustentable de este gran roedor.

Para lograrlo, a mediados de 2022 el equipo de Rewilding Argentina realizó la primera experiencia de captura, traslado y liberación de coipos en un juncal del cañadón Caracoles. Los animales fueron equipados con un collar que emite una señal VHF para ser monitoreados diariamente y evaluar su adaptación al nuevo ambiente.

«El objetivo es detectar su supervivencia, dispersión, alimentación, armado de refugios e interacciones entre los individuos liberados. Esta valiosa información nos ayudará a medir el éxito del proyecto» señala Emanuel Galetto, coordinador de conservación del Parque Patagonia Argentina. «Durante los primeros dos meses posteriores a la liberación el monitoreo fue más intensivo, con escuchas de la señal VHF y avistajes directos a diario».

Todos los individuos son equipados con un collar VHF y una caravana (una pequeña pieza para identificarlos) en una oreja o un anillo en una pata delantera. El primer núcleo fue iniciado en el cañadón Caracoles, un humedal de alrededor de treinta hectáreas de donde la especie desapareció hace más de diez años. El segundo de los núcleos se encuentra en el río Pinturas, en una zona de juncal en recuperación, donde se suman individuos aislados que «esporádicamente aparecen intentando subir la cuenca del Pinturas desde el cañadón Deseado».

¿Cómo se realiza el monitoreo? «Los avistajes directos muchas veces se complican por la densa vegetación y el agua, que ayudan a los animales a esconderse fácilmente pero complican detectar heridas y conocer su condición corporal», explica Emanuel. Por este motivo, sobre todo al comienzo, se colocan cámaras trampa con cebos que ayudan a obtener filmaciones detalladas de cada individuo. «Una vez que consideramos que los animales se encuentran bien, comenzamos a espaciar el monitoreo a una o dos veces por semana».

«Es muy difícil encontrar un material que se adapte a la anatomía de los coipos», explica Emanuel, refiriéndose a los collares VHF. La mayoría solo duraron colocados unos tres meses y varios fueron retirados por distintos motivos: «los coipos son animales súper flexibles e higiénicos (están todo el tiempo acicalándose), y además lo hacen en el agua, donde enganchan y rompen los collares».

A pesar de las complejidades técnicas, el monitoreo con esta tecnología produjo avances significativos: se lograron identificar cinco nacimientos en el cañadón Caracoles, crías que hoy ya son juveniles. Otro de los resultados de las investigaciones confirma que las hembras pueden parir en verano e invierno, por lo que se infiere que la población crecerá rápidamente.

«Comenzamos a notar las interacciones de los coipos con el ambiente y con la fauna del humedal: hay cientos de túneles debajo de los juncales que permiten que el agua corra y por donde las aves se desplazan con facilidad», explica Galetto y agrega que «hay plataformas en medio del juncal que las aves utilizan para descansar, seguras de los depredadores terrestres —el gato de pajonal, el zorro y el hurón— en un ecosistema que ahora es más completo y más diverso».

Hasta el momento tres individuos portaron collar durante un año. El trabajo continúa. Los científicos seguirán probando métodos de marcaje para monitorear a los individuos a largo plazo. «Queremos aportar información sólida sobre el rol clave de los coipos —jardineros del juncal— y también sumar información sobre su biología y ecología. Para ello seguiremos suplementando con más individuos a la población del río Pinturas».

Fuente: www.parquepatagoniaargentina.org

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