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La ballena Sei, especie amenazada que llega al Golfo de San Jorge

Ariel Iglesias.-La ballena sei, una especie amenazada de extinción, ha ido incrementando su presencia en el Golfo de San Jorge desde 2011 y se han contabilizado entre 2200 y 2700 ejemplares que habitan entre diciembre-enero y junio entre las costas de Rada Tilly y Caleta Olivia.

Ph: Diego Cabana
Ph: Diego Cabana

La ballena Sei fue avistada en el Golfo de San Jorge por un equipo de científicos de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (UNPSJB) y del Centro Nacional Patagónico. Este cetaceo, ha sido evaluado como una especie amenazada y está incluido en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN).

De esta manera, se confirmó el regreso de esta especie a los mares argentinos después de casi 100 años, ya que su último registro fue en 1929. Las ballenas sei se empezaron a avistarlas desde el 2011 y desde ese año han ido incrementando su presencia y desde entonces se las puede contemplar desde diciembre a junio.

Las sei vienen a alimentarse de crustáceos y peces, y se han contabilizado entre 2200 y 2700 ejemplares en cada temporada de diciembre a junio a partir del 2019, desde que empezaron los sobrevuelos en un área del Golfo San Jorge. Pero volar es caro y solo se inspecciona desde el aire un tercio de la superficie del golfo: nadie sabe con certeza cuántas hay.

El trabajo, que comenzó en 2017 con un seguimiento fotográfico, para convertirse en un proyecto de investigación aprobado en 2019 por la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (Unpsjb), se retomó después de la pandemia de Covid. Lo lideran desde el inicio los investigadores Mariano Coscarella, del Laboratorio de Mamíferos Marinos en el Centro para el Estudio de Sistemas Marinos (Cesimar) del Centro Nacional Patagónico (Cenpat-Conicet), y Marina Riera, de la Facultad de Ciencias Naturales y Ciencias de la Salud de la Unpsjb. Con ellos trabaja a la par Santiago Fernández, becario doctoral del Cesimar.

La Ballena Sei o Rorcual de Rudolphi es la especie menos conocida de los rorcuales. Es un cetáceo de tamaño mediano con largo promedio de 15 metros para el macho y 16 metros para la hembra y peso entre 12 a 25 toneladas para ambos sexos con máximo de 30 toneladas. Por su tamaño es la la tercera especie de ballena más grande después de la ballena azul y el rorcual común. Las dos subespecies reconocidas son: la B. b. schlegelii en el hemisferio sur y la B. b. borealis en el hemisferio norte.

“La ballena Sei es una de las especies que llegaron al borde de la extinción cuando las cacerías estaban permitidas”. La investigadora Marina Riera, que está terminando su tesis doctoral sobre esta especie en el golfo, relevó datos históricos que dan indicios de que hasta la década de 1930 estas ballenas estaban presentes en el golfo y después de las cacerías desaparecieron. “Hoy, por las medidas de protección, la población está comenzando a recuperarse” agregó.

Hace más de cien años, las ballenas se cazaban para que su grasa sirviera como combustible de lámparas y cera de vela. La caza comercial comenzó a menguar cuando las ballenas entraron en peligro de extinción y se encontró otra forma para iluminar las ciudades del mundo: el petróleo. La estimación es que 300 mil ballenas sei fueron cazadas y que 110 mil fueron capturadas en el hemisferio sur. La población se redujo en un ochenta por ciento, lo que llevó a la especie a ser catalogada como “en peligro” por la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN).

La vuelta a las aguas del Golfo de San Jorge de las ballenas sei no solo ha despertado el interés científico y de la población de la ciudades de Comodoro Rivadavia-Rada Tilly y de Caleta Olivia por ver estos enormes animales marinos desde las costas, sino también de las empresas de turismo que ven un negocio en el tiempo que habitan los cetáceos en el golfo, y quieren seguir el modelo de la Península Valdés donde se ha montado un gran negocio comercial con la ballena franca austral y que ya quieren, a pesar de que todavía no está permitido, organizar los avistajes. “No es el mismo producto que con la ballena franca austral, pero puede desarrollarse un nuevo sitio de avistajes en la provincia”, indica Coscarella.

Lejos de este modelo de negocios para unos pocos, la comunidad científica y la población costera pueden proponer acciones para proteger y aprender sobre este hermoso animal en su ámbito natural.

Fuente: www.laizquierdadiario.com

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