Por María Isabel Zárate. Titular en MIZ & Asociados / Patagonia Blue Accelerator, para EL CHUBUT.
Las actividades económicas relacionadas con el agua, el mar y los océanos, con amplio potencial laboral, son esenciales para alcanzar los objetivos globales de sostenibilidad.
De la pesca y la acuicultura a la generación de energías renovables, el turismo costero, la biotecnología, la desalinización, la investigación o la seguridad marítima: todo ello, y mucho más, forma parte de la llamada economía azul, que engloba cualquier actividad relacionada con el agua, el mar y los océanos. De su tremenda envergadura es testigo el hecho de que, si fuese comparable a una economía nacional, sería la séptima más importante del mundo, y el océano formaría parte del exclusivo G-7.
El mar es una fuente inagotable de energía. Así lo afirman varios estudios científicos que trabajan en el reemplazo de los combustibles fósiles con otras fuentes renovables. El movimiento que producen los oleajes del mar sería capaz de brindar electricidad a ciudades enteras en un futuro no muy lejano.
Existen diversas formas de aprovechar la fuerza del océano para generar energía, como la energía mareomotriz, la undimotriz y la de las corrientes. La primera aprovecha el ciclo de las mareas, que son el fruto del tirón que da la Luna cuando está más cerca de nuestro mundo. Con la rotación del planeta ese tirón se va corriendo, por eso el ciclo suele durar seis horas, haciendo que el nivel del agua en la costa suba y luego, baje.
La amplitud y fuerza de ese movimiento puede servir del mismo modo que la energía hidroeléctrica. La undimotriz se vale de sistemas de pistones que aprovechan el movimiento hacia arriba y debajo de las olas. Y por último, está la que producen las corrientes marinas al movilizar turbinas y así generar electricidad.
Hay tres regiones en el mundo que son las más aptas para generar energía mareomotriz, que son la costa norte de Australia, la del Mar Amarillo en Corea, y la costa de la Patagonia argentina. Zonas puntuales como San Julián, Puerto Santa Cruz y Río Gallegos en Santa Cruz, o los golfos Nuevo y San José, en Chubut, cuentan con una amplitud de mareas únicas para la generación de energía eléctrica.
Teniendo semejante potencial, y tantas posibilidades tecnológicas, ¿cómo es que la energía oceánica no ha despegado en el país? No es por cuestiones de costos, porque no resulta mucho más cara que otros tipos de emprendimientos. Tampoco por falta de interés.
Dos temas detienen el avance en este aspecto: uno es la falta de incentivos y seguridad económica de parte del gobierno; el otro son los problemas medio ambientales que pueden llegar a generar este tipo de emprendimientos. Las mejores zonas con las que cuenta la Argentina, también son algunas de las que tienen ecosistemas más sensibles, como por ejemplo Península Valdés, que es Patrimonio de la Humanidad.
Si bien la energía mareomotriz generalmente se considera una fuente de energía limpia y sostenible, puede haber algunos impactos ambientales asociados con su construcción y operación. Estos impactos pueden incluir cambios en los patrones de circulación del agua, el movimiento de sedimentos y el comportamiento de la vida marina en el área. Sin embargo, los investigadores están trabajando para mitigar estos impactos a través de una cuidadosa selección del sitio y el uso de tecnología respetuosa con el medio ambiente.
Revisando las experiencias mundiales
La primera central mareomotriz fue instalada en 1966 en Rance, Francia, con una producción que puede alimentar a unas 130.000 viviendas al año. La otra central es Sihwa Lake, instalada en Corea del Sur en 2011. Esta central de 30 km² de superficie produce 254 megavatios, lo que permite abastecer a 500.000 habitantes de energía para sus actividades diarias, era la más grande del mundo.
Actualmente, desde la puesta en marcha del proyecto en 2016, la planta de energía mareomotriz MeyGen, en Escocia, es la más grande del mundo.
Otros países con instalaciones de energía mareomotriz son Canadá, Reino Unido y Noruega.
Con respecto a la energía undimotriz, la fuerza de las olas no solo se capta en la superficie de los mares, también es posible lograrlo en profundidad. Según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) aunque su evolución apenas ha comenzado, su potencial es enorme. Esta organización intergubernamental destaca la buena posición del viejo continente tanto en energía de las olas como en otras variedades oceánicas de generación. Ya existen 33 convertidores operativos de energía de las olas en nueve proyectos, con una capacidad conjunta de 2,3 MW (megavatios). Entre ellos los de España, Grecia, Italia, Portugal, Francia e Israel.
Apostar por el valor de los océanos
Lo que está claro es que el desarrollo de nuestra región de la Patagonia va a venir de la mano de la economía azul. Son innumerables los recursos que provienen del mar, de un mar que baña kilómetros de costas del sur de Argentina. Al igual que en otras áreas del desarrollo sostenible, el papel de la investigación y la innovación es sin duda una palanca fundamental a la hora de impulsar soluciones a los desafíos que demanda este sector y alcanzar una gestión responsable del océano y del agua como recurso.
Las tecnologías se encuentran en distintos grados de desarrollo, numerosas plantas piloto han demostrado la viabilidad del aprovechamiento de las energías del mar en todas sus formas. Al igual que ha ocurrido con otras energías renovables, como la energía solar y eólica, los costos de instalación y operación de las plantas de energías marinas irán decreciendo paulatinamente a medida que las tecnologías se vayan perfeccionando y sus componentes se puedan producir en grandes escalas.
La República Argentina tiene un litoral marítimo muy extenso con un gran potencial energético y por lo tanto ofrece muchas alternativas para el desarrollo de ese recurso: los primeros pasos referidos a la medición del recurso fueron dados, ahora nos queda desarrollar tecnología para su aprovechamiento.
Las energías marinas son una opción interesante para diversificar la matriz energética que además de los beneficios ambientales, permitirán lograr beneficios socio-económicos debidos a la creación de nuevas fuentes de trabajo asociadas al desarrollo de una nueva industria y su cadena de suministros.
El mar austral patagónico será el factor que brinde bienestar y progreso para todo ese sector continental de nuestro país ya que puede aportar la energía y a partir del agua de mar generar el agua potable para el mantenimiento de las actuales industrias y el desarrollo de nuevos emprendimientos en las numerosas poblaciones aisladas de nuestra costa.
La realidad es que estamos transitando una importante transformación en la reducción del uso de fuentes no renovables de energía y la utilización cada vez más frecuente de fuentes renovables; de tal forma tendrán especial preponderancia la tradicional hidroelectricidad acompañada por la energía eólica, fotovoltaica, los biocombustibles y la incipiente presencia de la geotermia y las energías provenientes del mar. Esperamos que a la brevedad se pueda llevar a cabo el objetivo de la generación de energía limpia a partir de tecnología enteramente nacional.
Fuente: elchubut