MONITOREO Y ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN GEOPOLÍTICA EN EL MUNDO Y SU IMPLICANCIA EN LA PATAGONIA

Invernaderos, soberanía alimentaria y huertas para transformar la nutrición en la Patagonia

Revolución agroecológica silenciosa en Río Negro: Invernaderos, soberanía alimentaria y huertas para transformar la nutrición en la Patagonia

Maquinchao, Rio Negro, 11 de julio de 2025. ¿Qué pasaría si el futuro de la soberanía alimentaria en la Patagonia no dependiera de grandes empresas agroindustriales, sino del trabajo paciente y silencioso de quienes cultivan sus propias hortalizas en pequeñas huertas agroecológicas? ¿Y si la salud de nuestras personas mayores pudiera fortalecerse desde la raíz, literalmente? En un contexto donde el cambio climático, la inflación y la pérdida de biodiversidad desafían nuestros sistemas alimentarios, el Gobierno de Río Negro impulsa una política pública transformadora: el Programa Invernaderos, una propuesta que une salud, territorio, conocimiento popular y acceso justo a alimentos frescos y nutritivos.

Este programa no solo busca instalar estructuras productivas, sino sembrar una revolución agroecológica con perspectiva comunitaria, que llega hoy a las residencias de personas mayores, hospitales y centros institucionales de Maquinchao, Los Menucos y Sierra Grande. En esta nota, exploramos el alcance, el impacto y las implicancias de esta iniciativa clave en el camino hacia la soberanía alimentaria rionegrina.

Un nuevo paradigma de salud y alimentación: cuando la huerta entra al sistema de cuidados

En un país donde los niveles de inseguridad alimentaria crecen y los modelos agroindustriales concentrados dificultan el acceso a alimentos sanos, frescos y accesibles, promover huertas en instituciones públicas no es solo una acción simbólica: es un acto de transformación profunda. El Programa Invernaderos del Ministerio de Desarrollo Humano, Deporte y Cultura de Río Negro apuesta por llevar la agroecología a espacios donde históricamente la alimentación ha sido un servicio terciarizado o desconectado de la producción local.

En las residencias para personas mayores de Maquinchao y Los Menucos, y en el Hospital O. P. Bianchi de Sierra Grande, el equipo técnico del programa realizó un trabajo de campo que incluyó capacitaciones, instalación de huertas, asesoramiento técnico y articulación con equipos de salud y cuidado. Estas huertas no son solo una fuente de verduras: son herramientas de reconexión con la tierra, con la memoria del cultivo y con el derecho a una alimentación digna.

Las instituciones que cuidan a nuestros mayores ahora se transforman en espacios de producción agroecológica, de aprendizajes compartidos y de soberanía alimentaria real.

Capacitaciones con enfoque agroecológico: recuperar saberes, sembrar futuro

Durante las jornadas desarrolladas en las residencias Cumelén y Lancay Ruca, se ofrecieron talleres destinados al personal de cocina, cuidados y mantenimiento. Estas capacitaciones no fueron simples charlas: incluyeron prácticas sobre compostaje, manejo de suelos, rotación de cultivos, asociación de plantas, control biológico de plagas y cosecha eficiente.

El enfoque es netamente agroecológico, evitando agrotóxicos y fertilizantes químicos, apostando en cambio por soluciones naturales y sustentables que respeten los ciclos de la naturaleza. Pero también hay un componente pedagógico vital: muchas de las personas mayores residentes reconectan con su historia rural, compartiendo sus saberes, sus recetas, sus costumbres de antaño. La huerta se convierte así en un lugar de encuentro intergeneracional, donde se cultivan hortalizas y también relatos, vínculos y bienestar.

Sierra Grande y el primer microinvernadero hospitalario: hortalizas frescas para pacientes

En la localidad de Sierra Grande, se dio un paso adicional y pionero: la instalación de un microinvernadero en el Hospital O. P. Bianchi, con el fin de producir alimentos frescos y saludables para pacientes internados. Esta acción es revolucionaria: mientras en muchas instituciones sanitarias se terceriza la comida con menús industrializados, aquí se avanza en una línea de autonomía alimentaria hospitalaria, asegurando productos de calidad, sin agroquímicos, de proximidad y cultivados con cuidado.

El impacto es múltiple: mejora la calidad nutricional de los pacientes, reduce costos logísticos, fortalece las capacidades locales y convierte al hospital en un modelo de salud integral, donde la alimentación es parte activa del tratamiento y la recuperación. Este tipo de experiencias, aún poco extendidas en Argentina, tienen un enorme potencial para ser replicadas en toda la región andino-patagónica.

Cajones elevados: diseño inclusivo y accesible para todos los cuerpos

Uno de los grandes desafíos de las huertas institucionales es la accesibilidad. Por eso, el Programa Invernaderos incorporó una innovación de diseño: la construcción de cajones de huerta elevados, desarrollados por el equipo técnico y adaptados a la altura del personal y de personas mayores con movilidad reducida.

Estos cajones permiten trabajar la tierra sin agacharse, reduciendo el esfuerzo físico, previniendo lesiones y facilitando la participación de personas con discapacidad o con condiciones físicas específicas. Además, su diseño modular permite colocarlos en patios internos, terrazas o espacios reducidos, multiplicando las posibilidades de implementación incluso en instituciones con limitaciones de superficie.

Enfoque territorial y comunitario: cada huerta, una política de soberanía alimentaria

Uno de los aspectos más destacados del programa es su enfoque territorial. No se trata de imponer modelos, sino de dialogar con cada comunidad, comprender su clima, su cultura y sus necesidades. Las huertas agroecológicas que nacen en Maquinchao o en Los Menucos no son iguales: cada una tiene su propio diseño, calendario, especies priorizadas y dinámica comunitaria.

El equipo técnico del programa, que combina perfiles de agronomía, educación popular y nutrición, trabaja codo a codo con los equipos locales, generando propuestas a medida y promoviendo el protagonismo de los actores del territorio. Esta metodología permite que el conocimiento quede instalado y que las huertas se sostengan en el tiempo, más allá de la intervención inicial.

Alimentación saludable como derecho: el impacto nutricional de la agroecología

Las hortalizas que se cosechan en estas huertas no son simples insumos: son vectores de salud pública. En contextos donde las enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión o la desnutrición afectan especialmente a las personas mayores, el acceso a alimentos frescos, de estación y libres de químicos marca una diferencia concreta.

Además, cultivar en cercanía reduce las pérdidas poscosecha, conserva mejor los nutrientes y permite diversificar la dieta, incorporando productos que muchas veces no están disponibles en los mercados convencionales. La agroecología se convierte así en una aliada estratégica de la seguridad y soberanía alimentaria en instituciones públicas.

Economía diaria y sostenibilidad: una política que también ahorra recursos

Otro de los efectos positivos del programa es su impacto económico. Al producir parte de sus alimentos, las instituciones reducen costos operativos y dependen menos del abastecimiento externo. Esta eficiencia es clave en tiempos de crisis fiscal y permite redirigir recursos a otras áreas prioritarias como medicamentos, personal o mejoras edilicias.

Además, muchas de las técnicas utilizadas en las huertas –como el compostaje de residuos orgánicos o el uso de semillas nativas– son altamente sostenibles y generan un círculo virtuoso entre producción, consumo y reciclaje. La propuesta se vuelve así una verdadera política de sostenibilidad institucional, con beneficios ambientales, sociales y económicos.

Proyecciones futuras: hacia una red de invernaderos comunitarios

El objetivo del Gobierno de Río Negro es claro: multiplicar estas experiencias. En los próximos meses, se prevé extender el Programa Invernaderos a más residencias, escuelas rurales, hospitales zonales y comedores comunitarios. También se proyecta la construcción de invernaderos productivos a escala local, donde los municipios y las organizaciones sociales puedan cultivar a mayor escala para abastecer redes de comercialización solidaria.

Además, se están articulando alianzas con programas de economía social, formación técnica y agricultura familiar, para fortalecer el tejido agroecológico de la provincia y generar empleo verde genuino en comunidades vulnerables.

Un modelo replicable para toda la Patagonia

Lo que ocurre hoy en Río Negro no es solo una política provincial: es un modelo que puede inspirar a toda la región patagónica e incluso al país. La articulación entre instituciones públicas, enfoque agroecológico, salud y educación alimentaria demuestra que la soberanía alimentaria no es una utopía lejana, sino una política concreta, aplicable y transformadora.

En un contexto global donde el cambio climático, la crisis de los alimentos ultraprocesados y la pérdida de diversidad amenazan nuestra salud y nuestros territorios, este tipo de programas se vuelve imprescindible. Río Negro planta la semilla de una nueva forma de cuidar, alimentar y sostener la vida.

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