MONITOREO Y ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN GEOPOLÍTICA EN EL MUNDO Y SU IMPLICANCIA EN LA PATAGONIA

Por Alba Leiva

Aunque distintos Estados han reclamado parte de su territorio, la Antártida no pertenece a ninguno. Sin embargo, su soberanía podría volver a disputarse cuando el Tratado Antártico se revise en el 2048

¿A quién pertenece la Antártida?
 Barcos de la marina brasileña en la Antártida. Fuente: Marina de Brasil

  

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En virtud del Tratado Antártico, la Antártida no pertenece a ningún país. Desde que este acuerdo entró en vigor en 1961, las reclamaciones territoriales quedaron suspendidas. El continente está destinado a fines pacíficos y científicos: no se pueden desarrollar actividades militares ni explotar sus recursos con fines económicos o defensivos. Además, el Tratado promueve la colaboración científica, y el Protocolo de Madrid de 1991 amplió las condiciones para la conservación ambiental del continente.

La lucha por la Antártida

Cuando el explorador noruego Roald Amundsen alcanzó por primera vez el polo sur terrestre en 1911, desató una fiebre de exploración y conquista de la Antártida. Con más de catorce millones de kilómetros cuadrados, es el cuarto continente más grande del planeta. En esta extensión predominan el hielo, el frío, el viento y una infinidad de recursos naturales por explotar. Por eso distintos países se disputan su control.

El primer país en reclamar el control de una parte del territorio antártico fue Argentina, en 1904. Sus reclamaciones partían de extender las fronteras de los territorios americanos de Tierra de Fuego, las Malvinas y las islas Georgia y Sandwich del Sur a los meridianos. Parte de estas islas están controladas por el Reino Unido, que en 1908 superpuso su propia reclamación del suelo antártico sobre la argentina. Chile, que también controla parte de Tierra de Fuego, hizo lo propio en 1940. 

Pero no son las únicas reclamaciones. En 1923 Nueva Zelanda reivindicó su soberanía sobre la llamada Dependencia Ross, la cual comprende las tierras entre las longitudes 160º este y 150º oeste. Un año después, Francia reclamó la soberanía sobre la llamada Tierra Adelia, entre los meridianos 136º y 142º este. La de Australia, una de las más extensas, llegaría en 1933, y la de Noruega en 1939. Los cuatro países basan sus reclamaciones en la llegada de exploradores que izaron sus banderas en el territorio.

Durante la Guerra Fría, ni Estados Unidos ni la Unión Soviética hicieron reivindicación alguna sobre la Antártida, si bien tampoco reconocieron las de otros Estados. Ninguna de las dos potencias quería extender su pugna mundial a la Antártida, hecho que facilitó las negociaciones sobre el futuro estatus jurídico que tendría el continente helado.

El Tratado Antártico

La primera propuesta para establecer un régimen jurídico especial para la Antártida fue de Estados Unidos en 1948. En ella contemplaba administrar el continente junto con Argentina, Chile, Australia, Francia, Reino Unido, Nueva Zelanda, pero bajo la tutela de Naciones Unidas. Sin embargo, la propuesta no salió adelante por la oposición de los cuatro primeros y de Noruega, deseosos de ejercer su soberanía sobre la Antártida.

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El verdadero avance llegó por los esfuerzos de la comunidad científica. En 1957, con motivo de la celebración del Año Geofísico Internacional, los expertos consiguieron que los Estados implicados permitieran el libre acceso a científicos de cualquier nacionalidad, así como el libre intercambio de sus resultados. Esto propició un clima de diálogo y cooperación sobre la Antártida que culminaría con la firma del Tratado Antártico el 1 de diciembre de 1959, y con su entrada en vigor el 23 de junio de 1961.

Este documento define el “espacio antártico” como aquel que se encuentre al sur de los 60 grados de latitud sur, incluyendo todas las barreras de hielo. Establece que sólo se usará para fines pacíficos, prohibiendo las actividades militares, incluyendo las detonaciones nucleares, un punto clave en la Guerra Fría. El Tratado también proclama la libertad de investigación y cooperación científica en la Antártida, y congela todas las reclamaciones territoriales mientras esté en vigor. Además, impone la celebración de reuniones periódicas entre los Estados parte y aquellos con carácter consultivo. 

De la protección ambiental a nuevas disputas

Mientras que las reclamaciones territoriales han seguido pausadas, sí se han dado pasos en la conservación de la Antártida. En 1991 se añadió el Protocolo Ambiental del Tratado Antártico o Protocolo de Madrid, donde los Estados miembros reconocían la necesidad de proteger los ecosistemas del continente helado del impacto del cambio climático. Este protocolo prohíbe explotar los recursos minerales de la Antártida, salvo para fines científicos. De esta forma, la Antártida quedó blindada no sólo de la competición militar, sino también de la lucha por los recursos.

Como resultado, el continente es uno de los pocos lugares del mundo en el cual hombre y naturaleza han sabido coexistir. Sin embargo, el Tratado Antártico estará en vigor hasta 2048, año en que las partes podrán renegociar sus cláusulas y condiciones. En un mundo cada vez más tensionado y competitivo, el consenso científico puede no ser suficiente para renovar sus condiciones de cooperación y conservación. Para entonces, la Antártida puede volver a convertirse en un territorio disputado.

  

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Alba Leiva

@albaleiva97

Madrid, 1997. Redactora en El Orden Mundial. Graduada en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense y Máster en Geopolítica y Estudios Estratégicos por la Universidad Carlos III. Me interesa la política internacional, la geopolítica de los recursos, las nuevas tecnologías y la cultura.

Fuente: https://elordenmundial.com/a-quien-pertenece-antartida-tratado-antartico-soberania/