La Pampa.-Un reciente documento emitido por varias instituciones ambientalistas adquiere notable importancia para nuestra provincia porque suma un nuevo respaldo para el viejo reclamo pampeano ante la desertificación causada por los cortes de los ríos Atuel y Salado.
Las entidades, entre las que figuran Greenpeace Argentina, Banco de Bosques y las fundaciones Humedales, Vida Silvestre y Ambiente y Recursos Naturales, entre otras, dieron a conocer una declaración en la que advierten que para dar “una solución estructural a las reiteradas inundaciones” en la provincia de Buenos Aires es prioritario “proteger los ecosistemas de humedales”. Simultáneamente solicitaron a la Cámara de Diputados el tratamiento y aprobación inmediata de la Ley de Humedales, que ya cuenta con la media sanción del Senado, porque de no ser tratado en lo inmediato, el proyecto perderá estado parlamentario.
Entre otras cuestiones, la Ley de Humedales propuesta “establece las pautas para restringir la ocupación de estos ecosistemas, de modo que puedan cumplir adecuadamente su función ambiental” que es, entre otras, la de actuar “como esponjas y ayudar a mitigar los efectos que provocan las fuertes lluvias”.
En un país como el nuestro, donde abundan los ejemplos de falta de coherencia en política hídrica, la advertencia de las entidades ambientalistas es muy oportuna porque los humedales han sido, precisamente, la Cenicienta de la planificación hídrica, cuando la hubo, ignorándose su enorme importancia en los sistemas hídricos, especialmente en aquellos desarrollados sobre pendientes muy bajas. Una prueba de ello es que no hace muchos meses un grupo empresario pretendió construir sin más indagaciones que las de su propio interés monetario, una represa en un área de humedales del litoral entrerriano, iniciativa que parece haber sido detenida a tiempo y que hubiera sido de consecuencias nefastas.
Los pampeanos tenemos mucho que hablar de humedales. Es dentro de nuestro territorio, junto con el sur mendocino, donde se desarrollaba uno de los mayores del país, acaso el segundo en importancia por la superficie que ocupaba, del orden de los cuatro mil o más kilómetros cuadrados, conformado por los escurrimientos y desbordes de los ríos Atuel y Salado-Chadileuvú.
La ubicación pampeana en el sector terminal de la cuenca interna más extensa del territorio argentino, sumada a su por entonces condición de territorio nacional, hizo que se consumara un despojo de sus humedales que acaso no tenga par en América del Sur. A esas condiciones debe sumarse que en los años en que se concretaran los desecamientos para con La Pampa y sur de Mendoza no existían los criterios ambientalistas actuales, y esas grandes superficies acuosas eran consideradas poco menos que desperdicio improductivo. Se necesitó que transcurriera más de medio siglo para que se empezaran a escuchar las voces autorizadas que reclamaban prudencia para con la naturaleza y su armonía.
De hecho es honesto destacar que los reclamos pampeanos en materia hídrica, en sus comienzos apuntaron específicamente a los ríos, por más que implícitamente conllevaran otras manifestaciones hidrográficas derivadas de ellos. Solamente en épocas de exceso de agua en la cuenca y muy considerables escorrentías dentro del territorio provincial hubo algunas concepciones relacionadas con la idea de sistematizar los humedales de la cuenca del Chadileuvú en La Pampa y se hicieron estudios serios, con posibles repercusiones en lo paisajístico pero también en lo económico.
Aquella concepción integral del ambiente hidrográfico no siempre estuvo presente bajo los sucesivos gobiernos, aunque debe reconocerse que -más allá de las acusaciones mendocinas sobre la “inacción” de nuestra provincia en la materia- resulta absurdo planificar e invertir sin la seguridad de contar con agua.
Fuente: Diario La Arena