Mientras gran parte del norte y centro de China arrancó el año 2017 envuelto en un espeso smog , el Consejo de Estado, el órgano Ejecutivo chino, aprobó invertir 365.000 millones de dólares para proyectos de energías renovables dentro de un nuevo plan para luchar contra la contaminación.
El documento establece para 2020 un tope de consumo de energía equivalente a 5.000 millones de toneladas de carbón, una cifra que se traduce en una reducción del 15 % del consumo energético por unidad de PBI hasta ese año.
Para conseguir estos objetivos, aparte de la reducción del uso de carbón, el Consejo de Estado propuso medidas como el aumento de los controles de emisiones nocivas.
Asimismo, el gobierno insiste en el desarrollo de la economía circular, que se basa en alargar la cadena de valor de los productos y reutilizar los desechos para reducir la cantidad de residuos vertidos al entorno.
La organización ecologista Greenpeace celebró la firma del plan, del que aseguró que “pone a China en la buena dirección para la transición energética”, aunque también considera que es necesaria una “mayor expansión de la energía renovable” y un “mayor ímpetu en la reducción de las emisiones” en favor de fuentes de energía más limpias.