Palas mecánicas, trituradoras, cintas transportadoras, regadores, volquetes. Todos en movimiento simultáneo y en concierto involuntario, en un predio de seis hectáreas en Villa Soldati. Allí funcionan las cinco plantas donde se recupera y trata el 40% de la basura producida en territorio porteño.
Según datos oficiales, se generan 6.700 toneladas de desechos por día en la Ciudad. De ellas, 2.500 se tratan en este centro y vuelven a la industria como materia prima, o a parques en forma de abono. Los tipos de residuos procesados allí son bien variados: están los que se producen en restaurantes, y los de las obras en construcción; los que se originan en la poda y los que vienen de las campanas verdes.
Las plantas de reciclado quedan junto a la cancha de San Lorenzo. Foto: Mario Quinteros.
Clarín recorrió las instalaciones y terminó su visita en la planta de reciclables, el único Centro Verde de los 15 que hay en la Ciudad que funciona, en parte, de forma automatizada.
El recorrido empezó una hora antes, en la planta de orgánicos, que trata diez toneladas diarias de material que viene de un circuito exclusivo de recolección de 80 locales, entre restaurantes, patios de comida, hoteles y hospitales.
Pese al tipo de desechos que trata, no hay olores desagradables: es que la nave de la planta que recibe el material tiene un sistema de flujo de aire. Los residuos son seleccionados por operarios en una cinta transportadora, descompuestos por 12 días en un biorreactor, y acopiados por tres o cuatro semanas para que terminen de madurar. El resultado es enmienda orgánica, que se usa como abono en las plazas y parques.
El recorrido siguió por la planta que trata los restos de poda, unas 50 toneladas por día en promedio pero que en estas semanas, “temporada alta” de poda, supera las 100 toneladas. Estas ingresaban a la máquina y salían hechas astillas, chips, virutas, fibras y pallets, para usarlos como cobertores en parques y jardines, o para hacer compost.
En el camino le siguió la planta de tratamiento de restos de construcción, que fue la primera, en 2013. Todos los volquetes de obras porteñas, unos 700 por día, deben descargar sus escombros aquí. Son 2.400 toneladas diarias, que son transformadas en material reutilizable para obras civiles y viales, o en materia prima para hacer hormigón.
Con los restos de las podashacen composts y se recupera la madera. Foto: Mario Quinteros.
Las botellas PET tienen una planta de tratamiento especial: allí se convierten en escamas, que tienen un valor agregado mucho mayor, ya que esta transformación es el primer paso para reutilizar el material en la producción de nuevas botellas, cerdas para escobillones y hasta buzos tipo polar. En esa planta trabajan dos operarios de cada una de las nueve cooperativas que llevan PET, y se tratan ocho toneladas de material por día.
“Los recuperadores les dan prioridad al papel y al cartón, porque es lo que más valor tiene en el mercado -explicó el director del Centro de Reciclaje, Pablo Rodríguez-. Por eso, con esta planta buscamos que también valoren el PET y lo recolecten”.
Varias de las baldosas que se colocan en las calles están confeccionadas con materiales recuperados. GCBA.
La última escala de la visita fue el Centro Verde Automatizado, que funciona con tecnología MRF, la cual automatiza el proceso de separación de 30 toneladas de material reciclable por día. Este proviene tanto de las campanas verdes de toda la Ciudad como de lo recolectado por la cooperativa Alelí en la Comuna 4.
A fin de año estará lista otra planta MRF en Barracas, y en febrero se inaugurará una en Saavedra, indicaron fuentes de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad.
Lo que falta
En el Gobierno porteño celebran los avances en materia de reciclaje, pero reconocen que todavía falta. Desde la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (FACCyR) señalan que, aunque ven la planta MRF con buenos ojos, hay que solucionar algunas fallas técnicas. Y cooperativas de cartoneros que trabajan en otros Centros Verdes de la Ciudad acusan problemas tanto en la recolección como en el procesamiento.
Para Alejandro Valiente, del equipo técnico de la FACCyR, el Centro Verde Automatizado es una buena inversión, porque “permite en casi la misma cantidad de metros cuadrados de un Centro Verde convencional clasificar muchos más residuos”. Pero también observa que la maquinaria de la planta MRF “vino configurada como se usa en Estados Unidos, por lo que no separa los distintos tipos de calidad del papel como los compra la industria argentina, que le da más valor al papel blanco, de oficina”. Tampoco es posible clasificar el vidrio por colores: “La máquina lo muele todo y el producto resultante queda muy contaminado por las etiquetas”, señala.
Con basura reciclada, hacen tapas para los desagües de las calles. GCBA.
La necesidad de más plantas de reciclaje es otro de los puntos que marca Valiente. “La mitad de los cartoneros oficializados no tienen un Centro Verde para procesar los materiales, por lo que se los llevan a sus casas y los venden a intermediarios”, asegura.
En la Ciudad, la basura se recicla en 15 Centros Verdes. El único automatizado es el de Soldati, donde trabaja la cooperativa Alelí. En los otros 14 opera el resto de las cooperativas, entre ellas El Ceibo, que recolecta en Palermo y Recoleta, y El Álamo, que levanta material en Parque Chas, Agronomía, Villa Santa Rita y Villa Pueyrredón.
Esta última también ganó el concurso para recolectar en Villa del Parque y Devoto, “pero el Gobierno porteño no autorizó el aumento del cupo de integrantes por cooperativa, que es necesario para formalizar a todos nuestros trabajadores”, lamenta Alicia Montoya, directora de El Álamo. Es por eso que, afirma, “nos faltan incentivos y uniformes para muchos de ellos”.
Desde El Ceibo se quejan de la falta de presupuesto. Su presidenta, Cristina Lescano, cuenta que los vehículos que recibieron en comodato del Gobierno porteño “están viejos” y que no les dan el dinero para repararlos. Y asegura que el Centro Verde en el que trabajan, en Retiro Norte, “se llueve, y así se moja el material”.
Separación en origen, sólo entre húmedos y secos
En otras ciudades, como Roma, San Francisco o San Pablo, la basura se separa en más de dos categorías: tanto en las casas como en las calles hay cestos que clasifican los reciclables de acuerdo a sus materiales (papel, plástico, metal o vidrio) o según sirvan para ser reutilizados como materia prima para industrias o para generar compost.
Por aquí, en cambio, sólo se distingue entre residuos húmedos y secos, y no hay planes de cambiar este sistema en el corto plazo, según aclaran en la Subsecretaría de Higiene Urbana porteña.
“Aumentar el grado de separación obliga a tener una recolección diferenciada de mayor volumen, porque cada tipo de basura va en un camión diferente”, explica Renzo Morosi, subsecretario de Higiene Urbana de la Ciudad.
En pocas palabras, separar la basura en más tipos multiplicaría los costos. “Ya tenemos una recolección de húmedos que implica 3.000 barrenderos y 2.000 choferes de camiones entre los que operan contenedores y los que lavan calles -precisa Morosi-. Aumentar las rutas implicaría elevar ese número y, por lógica, subir el gasto del sistema de recolección”.
Otro factor que influye es que todavía es insuficiente lo que se separa para reciclar, incluso clasificando en apenas dos categorías. “Falta promover una práctica de separación en origen: si uno mira los contenedores negros de la Ciudad, en los que sólo van residuos húmedos, ve que adentro la mitad de los productos son reciclables”, señala Andrés Nápoli, director ejecutivo de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN).