Las fuertes lluvias de los últimos días volvieron a mostrar una imagen que comienza a repetirse de manera cada vez más frecuente en la zona: ríos y arroyos de llanura que desbordan, caminos rurales inundados y pueblos y ciudades del sur de Santa Fe cercados por el agua, con evacuados y pérdidas económicas muy duras de recuperar.
Para entender mejor la recurrencia de este tipo de fenómenos, hay que tener en cuenta al menos dos hechos que avanzaron y se consolidaron durante los últimos años en esta parte de Argentina: un modelo agrícola de monocultivo de soja caracterizado por un deficiente uso del suelo, y la multiplicación de lluvias intensas asociadas a la tendencia global de cambio climático.
“Hay cambios en los eventos meteorológicos compatibles con señales de cambio en el clima, que generan nuevos escenarios y modifican las interrelaciones entre los diferentes subsistemas ambientales”, explicó Sergio Montico, de la cátedra de Manejo de Tierras de la facultad de Ciencias Agrarias de la UNR, para quien estos nuevos signos generan modificaciones de los tipos de tormentas “que provocan mayor frecuencia de precipitaciones en celdas de altas intensidades”.
Este nuevo y exigente escenario climático se encuentra en la región núcleo pampeana con un suelo muy golpeado por las prácticas agrícolas preponderantes durante al menos los últimos 20 años, que incluyen monocultivo de soja con falta de rotación, multiplicación de canales y caminos rurales y el corrimiento o la desaparición de los pastizales naturales, entre varias otras causas.
Territorio sobrepasado
Montico lo expresó de manera contundente: “En la región pampeana argentina en las últimas décadas se ha intensificado severamente la expansión de la agricultura, lo que influyó en el estado de los ecosistemas y en los servicios ambientales con modificaciones relevantes”.
Para el experto, existe una “clara vinculación” entre los impactos del modelo de uso de la tierra y procesos inductores de alteraciones que merecen ser destacadas ya que el territorio pampeano “ha sido sobrepasado en sus capacidades de gestión hídrica”.
A la hora de encontrar razones para explicar las recurrentes inundaciones, Montico señaló las “anacrónicas obras destinadas a la administración del agua de exceso, la débil respuesta en la formulación de políticas de Estado, los cambios de los tipos de tormentas e intensidades de lluvias, la insuficiencia de estructuras hidráulicas, la generación de mayores excedentes de agua en los establecimientos agropecuarios, la construcción de canales irregulares que reconfiguran la trama de desagüe regional y la impericia de varios actores en diferentes niveles de decisión”.
La solución a estos problemas puede resumirse en una idea: la del ordenamiento territorial, entendido como “la expresión geográfica de las diferentes políticas, planes y programas de intervención” que pueda ayudar a equilibrar los usos múltiples del territorio con dos fines: la preservación ambiental y la mejora de la calidad de vida de la sociedad.
Diagnóstico
En el análisis de Montico, uno de los principales problemas de los suelos locales es que están sometidos a una agricultura con escasa rotación de cultivos (carentes principalmente de gramíneas) con “alta preponderancia de soja, baja reposición de nutrientes y pobres condiciones superficiales de rugosidad y cobertura”, un combo que los someten a un estado de desprotección frente a lluvias extremas y resistencia a escurrimientos rápidos y caudalosos.
Eso se ve agravado por la baja proporción de ganadería extensiva bovina en la zona, algo que era habitual hasta la expansión del modelo sojero tal como se conoce hoy. La parte de los suelos dedicada a este tipo de ganadería no logra —por el escaso aporte de las pasturas artificiales— intervenir en la actual dinámica hídrica de la región.
Según el experto, todo esto hace que “prevalezcan sistemas productivos simplificados y muy especializados en pocos comodities que transforman al territorio en un espacio sumamente vulnerable desde la dimensión social, económica y ambiental”, y que las fortalezas como humedal de los pastizales naturales sean cada año más débiles y restringidas.
Tampoco es menor el rol de los caminos rurales, que muchas veces no están bien diseñados ni mantenidos y que por esos motivos terminan “interviniendo fuertemente en los parámetros hidráulicos zonales”, acelerando el escurrimiento superficial, lo que a su vez provoca picos rápidos de caudales y contribuye a la “torrencialización” de las cuencas hidrográficas.
Por el lado de las ciudades y distintos asentamientos urbanos también hay desafíos pendientes, ya que la falta de planificación en los avances de los desarrollos inmobiliarios sobre las periferias (muchas veces vulnerables) generan “fragmentaciones” del paisaje que traen aparejadas consecuencias hidráulicas de alta incidencia en la hidrología superficial y subterránea.
Soluciones
Tal como explicó Montico, existen formas de empezar a solucionar estos problemas, y la primera debe pasar por intentar armonizar el balance hídrico climático con el balance hídrico de los suelos.
Para mejorar la receptividad del suelo al agua de lluvia, recomendó reforzar esquemas productivos que incrementen la materia orgánica, aumenten la porosidad y construyan una mayor estabilidad estructural.
“Concretamente hay que ir hacia suelos cubiertos, con rotación de diferentes usos, rastrojos y raíces, que aumenten la eficiencia del uso de la radiación, las lluvias y los nutrientes”.
Otro aspecto a tener en cuenta es el esquema de tenencia y uso de la tierra y las figuras de los propietarios, contratistas por campaña y los rentistas extra-sector, todos actores que operan bajo diferentes intereses y compromisos que muchas veces atentan contra la posibilidad de planificar a mediano o largo plazo.
Además hay que profundizar el estudio de los tipos y características de las lluvias, con prioridad en las precipitaciones máximas diarias, las de larga duración, las máximas probables y las máximas mensuales. “El análisis de los modelos Intensidad-Duración-Frecuencia de las lluvias aportarán al reconocimiento más exhaustivo de los cambios que acontecen en el territorio, y serán muy útiles para los diseños de saneamiento hidráulico, drenaje, control de la erosión y construcción de infraestructuras de captación y conducción de excedentes hídricos”, aseguró el experto.
Por último, recomendó articular las leyes existentes, tanto como repensar la elaboración de otras que contemplen los tiempos de arrendamiento, la conservación de los suelos, la organización en microcuencas y consorcios de productores, la conformación de estructuras de intervención basadas en la participación de las diferentes figuras del Estado y la sociedad en su conjunto.
postal repetida. El desborde de cursos de agua y el avance sobre campos y pueblos es recurrente.
Fuente: La Capital