Bariloche, Rio Negro, 26 de marzo de 2025. En el remoto sur de la Patagonia argentina, un proyecto de dimensiones desconocidas ha despertado la curiosidad y la preocupación de ecologistas, políticos y habitantes locales. En el corazón de la región, entre montañas cubiertas de nieve, bosques vírgenes y ríos cristalinos, multimillonarios de la realeza qatarí han adquirido miles de hectáreas para desarrollar un complejo de lujo que desafía la percepción sobre las inversiones extranjeras en territorios sensibles.
El epicentro de este ambicioso proyecto se encuentra en la provincia de Río Negro, cerca del río Villegas, un área estratégica tanto por su belleza natural como por sus recursos hídricos. Todo comenzó en 2017, cuando Baguales Acquisitions S.A., una empresa vinculada a la familia real de Qatar, adquirió una vasta extensión de tierras al grupo belga Burco. Desde entonces, la zona ha ido tomando forma como un enclave privado que combina el lujo, la energía renovable y una impresionante infraestructura.
A simple vista, la Patagonia podría parecer el lugar perfecto para un refugio exclusivo, y así lo pensaron los nuevos propietarios. Además de una mansión de lujo, destinada a convertirse en residencia privada del emir Tamim bin Hamad Al Thani, se ha comenzado a construir un complejo turístico de alto nivel. Este incluirá instalaciones que abarcan desde un centro de esquí hasta un desarrollo inmobiliario para los más selectos, todo en una de las zonas más inaccesibles del país, a más de 1.700 metros sobre el nivel del mar.
Lo que realmente destaca de este megaproyecto, sin embargo, no es solo el lujo o el turismo, sino su enfoque en la energía. En 2019, se autorizó la construcción de tres centrales hidroeléctricas sobre el arroyo Baguales, destinadas a abastecer de electricidad al complejo. Aunque se presentó un informe técnico, los detalles sobre el impacto ambiental y los derechos sobre el agua, un recurso particularmente sensible en esta región, permanecen en gran medida ocultos.
El control de los recursos hídricos, en particular, ha generado un debate público intenso, alimentado por la falta de transparencia en torno al uso de las aguas del dominio público. La permisividad del gobierno provincial para otorgar los permisos ha sido cuestionada por sectores ambientalistas, quienes alertan sobre los posibles efectos negativos de la construcción de las hidroeléctricas y el impacto sobre el ecosistema local.
El misterio que rodea el monto de la inversión ha dado lugar a numerosas especulaciones, pero lo que sí está claro es que esta es una de las inversiones más significativas de Qatar en Argentina, un país que ya ha visto otras iniciativas por parte de inversores árabes, incluidas exploraciones de petróleo y gas en el mar. Sin embargo, más allá de las inversiones privadas y el lujo, la presencia de una de las familias reales más poderosas del mundo en una zona remota de la Patagonia genera preguntas sobre las implicaciones geopolíticas y económicas de esta movida.
¿Qué otros intereses están en juego? ¿Qué significa para la soberanía territorial de Argentina que extranjeros adquieran vastas extensiones de tierra en una de las regiones más emblemáticas del país? Estas preguntas permanecen sin respuesta, pero lo que está claro es que la presencia de Qatar en la Patagonia ha abierto un nuevo capítulo en la relación entre el país sudamericano y los inversores internacionales.
El tiempo dirá si este proyecto se consolidará como un modelo de desarrollo sostenible o se convertirá en un símbolo de la desigualdad territorial y el control de los recursos naturales. Mientras tanto, el debate sobre la propiedad de la tierra y el futuro de la Patagonia continúa siendo un tema de interés, tanto para los argentinos como para la comunidad internacional.