Un grupo de profesionales de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata (FI-UNLP) trabaja en conjunto con obreros de la Cooperativa Aceitera La Matanza en el tratamiento de efluentes líquidos y redes pluviales que forman parte del proceso productivo. A través de esta articulación, promueven el cuidado del medio ambiente, evitan la contaminación en la cuenca Matanza-Riachuelo y capacitan de forma teórica-práctica a los operarios de la fábrica recuperada.
Aceitera La Matanza | Foto: gentileza Prensa UNLPTrabajadores de la Cooperativa Aceitera La Matanza en uno de los talleres de capacitación brindados por la Facultad de Ingeniería. | Foto: gentileza Prensa UNLP
Agustina Julieta Lima – (Agencia CTyS-UNLaM) A través del proyecto “Fortalecimiento a cooperativas productivas: procesos y ambiente”, un equipo de docentes, graduados y estudiantes del Departamento de Hidráulica (FI-UNLP) brinda asistencia a la Cooperativa Aceitera La Matanza en la restructuración de la planta de efluentes líquidos y las instalaciones de desagües pluviales, para cumplir con los requerimientos ambientales en el tratamiento de las aguas residuales generadas en los procesos productivos.
La iniciativa comenzó a principios de 2019, cuando miembros de la cooperativa se contactaron con Julián Ricci, graduado de Ingeniería-UNLP, luego de que la Autoridad de Cuenca Matanza-Riachuelo (ACUMAR) clausurara la fábrica por problemas con los efluentes líquidos industriales y desagües pluviales y los registrara como agente contaminante en la zona.
“Ese año, se realizaron las cuestiones más urgentes que requerían desde la fábrica, como la documentación técnica y los planos para lograr la reapertura y habilitación de la misma. Se realizó el relevamiento de todo el sistema de provisión de agua y redes de desagües industriales, cloacales, pluviales, sus conexiones, desembocaduras, reformas y mejoras en el sistema, porque, a pesar de la buena voluntad de los trabajadores, las instalaciones tenían desperfectos propios de su antigüedad”, indicó a la Agencia CTyS-UNLaM la co-directora del proyecto, Tatiana Arturi.
En este mismo sentido, la ingeniera agregó: “Desde aquel entonces, realizamos una gran cantidad de pruebas en los laboratorios con el agua residual, que es de las más complejas que nos tocó tratar, pero también fuimos abarcando diferentes aristas: con alumnos pusimos en marcha un proceso para revalorizar residuos, todo está relacionado con el cuidado del ambiente en los márgenes de la cuenca”.
Por su parte, el ingeniero Julián Ricci, explicó: “Nos sumergimos en la temática de los efluentes líquidos porque lo difícil era alcanzar los niveles que indica la normativa de los organismos reguladores. Por eso, tomamos muestras de los químicos que se usan para analizar, en paralelo que trabajamos en el reacondicionamiento de la planta con reformas como tanques nuevos, por ejemplo”.
A su vez, Ricardo Petit, cooperativista que se desempeña en el área de tratamiento de efluentes, mencionó: “De la parte operativa, contábamos con los conocimientos y experiencias de los compañeros que trabajaron en el sector, no así de la parte burocrática de la cláusula”.
Reacomodar las piezas: acondicionar la planta en materia sustentable
“Lo primero que se realizó fue un relevamiento completo de la fábrica. Trabajamos en la contención de los lugares de descargas de líquidos. Después llegó el momento de confeccionar los planos, los cálculos necesarios, y a partir de allí, comenzamos con la mitigación de la contaminación que produce la fábrica, que son restos de grasas de aceites, y las capacitaciones del personal”, dijo Arturi.
Según la ingeniera hidráulica Noelia Doldán, el estar encargada del relevamiento completo de la planta “fue una experiencia muy positiva, porque uno muchas veces no puede terminar de interpretar lo que se plasma en papel, y quienes trabajan allí resuelven esas cuestiones. La facultad te da la teoría, pero caminar las instalaciones te da sorpresas y la posibilidad de adquirir herramientas para la vida profesional”.
Una instancia de aprendizaje mutuo
“También realizamos encuentros de capacitaciones en formato de taller, en donde se abarcaron conceptos técnicos químicos de la cotidianeidad de la cooperativa como la separación de los contaminantes y el agua residual, cuáles son los factores que pueden perjudicar y por qué, todo con el fin de que ellos estén atentos al proceso”, aportó la docente a cargo del curso, Eliana Berardozzi.
Además, la profesional destacó: “Hubo un ida y vuelta muy interesante, porque en algunos conceptos que nosotros les enseñamos en el curso, los operarios nos marcaban si eran útiles o no, o si quizás no podían aplicarse en la planta”.
“Desde un comienzo, se pensó en actuar en conjunto, no en una modalidad teórica con lo que sabíamos e implantarlo en la cooperativa, sino fue al revés: desde el conocimiento de la cooperativa, al entender cómo podíamos ayudar con los recursos que tienen, ya que los miembros de la aceitera son los que realmente están en el día a día. Hacer un manual teórico no tenía sentido”, aseveró Ricci.
“En una próxima etapa, tenemos previsto trabajar de manera interdisciplinar. En el equipo, contamos con una trabajadora social y una psicóloga. Nos gustaría que ellas puedan abordar la cuestión organizacional de las cooperativas, porque muchas veces en las fábricas recuperadas, con el paso del tiempo, la figura de lo colectivo se desgasta y son necesarias capacitaciones en la gestión administrativa”, apuntó Tatiana Arturi.
Resistir por los puestos de trabajo
La “Cooperativa Aceitera La Matanza” fue creada a partir del cierre por quiebra en 2016 de la empresa Agroindustria Madero SA. En 2018, los empleados formaron la cooperativa y alquilaron las instalaciones para continuar produciendo y mantener su trabajo.
En las instalaciones ubicadas en la localidad de Villa Madero, se desarrolla el procesamiento de la semilla de girasol y la extracción de todos sus derivados. Allí, se prepara la semilla, se prensa y se extrae el aceite neutro para luego ser refinado y envasado. Dentro de sus derivados también se obtiene la borra del aceite y, de la cascara prensada, se extrae harina de girasol que luego es procesada en pelleteras y vendida como alimento vacuno.
Actualmente, se conforma como una de las principales proveedoras de Molinos Cañuelas, entre otras marcas reconocidas, y tiene su propia línea de aceite que comercializa en el interior del país. “Esta conexión con la Facultad nos ayudó a saber dónde estamos parados, hablar con propiedades técnicas y seguir trabajando hasta alcanzar los resultados esperados. Eso es muy importante, ver cómo la mayoría logró una identidad en el sector que antes no teníamos”, concluyó Petit.Fecha de Publicación: 2021-08-23
Fuente: Agencia CTyS-UNLaM