Según la World Wide Fund for Nature (WWF), la organización conservacionista no-gubernamental más importante del mundo, la población mundial de peces, aves, mamíferos, anfibios y reptiles disminuyó un 58% entre 1970 y 2012 y se prevé que en 2020 la cifra sea del 67%. En nuestro país también hay muchas especies amenazadas. Dos de ellas – el Macá Tobiano y el Pingüino de Magallanes – hoy están siendo protegidas por los programas ambientales de Pan American Energy (PAE), la primera compañía privada integrada de energía de la región.
Protección y concientización
La empresa eligió proteger a determinadas especies endémicas por tener su hábitat en provincias en donde opera, esto es el Golfo San Jorge, que comprende el sur de Chubut y el norte de Santa Cruz. Con distintos niveles de vulnerabilidad en el índice de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el otro criterio para la selección por parte de la compañía fue su condición de aves. “Cuando uno mira la foto de un ecosistema, el talón de Aquiles siempre son las aves: si están flaqueando, tu ecosistema está debilitado”, afirma Agustina Zenarruza, Gerente de Sustentabilidad de Pan American Energy.
La primera parte de cualquier trabajo orientado a la preservación de especies amenazadas consiste en conocer cómo está funcionando el ecosistema en el que viven. Para ello es necesario un intenso trabajo de campo que permita obtener información relevante acerca de los animales: cuántos ejemplares hay, cómo se alimentan, quiénes son sus depredadores, qué pasa con las crías, etc. Pero además es fundamental difundir la situación de esas especies, especialmente entre las comunidades locales.
“Dar a conocerlas es una de las primeras recomendaciones de conservación. Por eso, generamos material educativo para docentes y chicos, obras de teatro y otras herramientas para poder difundir y estimular su cuidado”, cuenta Zenarruza.
Especies que no desaparecen
A la hora de explicar por qué actualmente hay tantas especies en vías de extinción o amenazadas, los expertos señalan una serie de causas entre las que la intervención humana está casi siempre presente: pérdida y degradación del hábitat, sobreexplotación de especies, contaminación, enfermedades y cambio climático resumen a grandes rasgos la problemática. Luego, cada especie y cada región tienen sus propias particularidades.
En 2012, PAE empezó a trabajar con el Macá Tobiano, cuyo hábitat exclusivo es Santa Cruz. Se trata de un ave zambullidora descubierta en los 70 y según la UICN está en peligro crítico de desaparecer. Las razones son varias. Por un lado, la introducción de truchas que han sido liberadas para la pesca deportiva, pues comen la vinagrilla, la planta que utilizan los macaes para construir sus nidos. Por otro lado, la gaviota cocinera que ataca a macáes pichones y adultos. La llegada de otra especie no nativa como el visón americano también amenaza seriamente a esta especie, pues puede exterminar una colonia entera en cuestión de horas. Los basurales a cielo abierto, que convocan a gaviotas cocineras que se comen huevos y pichones, y la acción del viento, que destruye los nidos, tampoco ayudan a la conservación del Macá Tobiano.
Junto a Aves Argentinas, PAE trabaja en la posibilidad de criar en cautiverio el segundo huevo que ponen estas aves (el primero se lo llevan y al otro lo abandonan) de modo que aumente la cantidad de individuos. Por otra parte, también se intenta garantizar la mayor cantidad posible de nacimientos en la etapa reproductiva. Los resultados de este trabajo indican que las poblaciones se encuentran estables, sosteniendo de forma constante el número de ejemplares respecto del año anterior.
En el caso del Pingüino de Magallanes, PAE se sumó en 2015 a un proyecto que venían desarrollando Fundación Temaikén, la Universidad Nacional de la Patagonia Austral y Wildlife Conservation Society. El objetivo es obtener un estudio completo de la ecología de esta ave que habita en el Golfo San Jorge, investigando su biología reproductiva, los factores que afectan su éxito reproductivo, su dieta y comportamiento de alimentación, sus tendencias poblacionales y sus amenazas.
Los pingüinos son un gran bioindicador del mar, es decir que saber lo que pasa con ellos permite conocer su ecosistema, que en este caso es el Mar Argentino. “Este programa nos permitió censar todas las colonias que están en Chubut y Santa Cruz y ver cómo estas poblaciones crecen en algunos lugares y decrecen en otros. Pudimos además investigar cómo es que los padres invierten energía en los pichones y saber que si hay cambios en el mar los pingüinos cambian su estrategia reproductiva. Hemos tomado muestras de sangre en todas las colonias y cada una de esas muestras no solo informa el estado de salud de la población sino que además permite saber cómo está el Mar Argentino”, desgrana Cristian Gillet, encargado de Manejo Animal de Fundación Temaikén.