Una Estrategia de Seguridad Nacional que redefine el poder global, no la cooperación
Estados Unidos, 21 de diciembre de 2025. Estrategia de Seguridad Nacional que Estados Unidos presentó en los últimos años —y que un eventual regreso de Donald Trump profundizaría— no es un simple documento de política exterior. Se trata de una hoja de ruta geopolítica que redefine el concepto mismo de seguridad, incorporando la energía como un instrumento central de poder, presión y disciplinamiento internacional. Bajo el concepto de dominancia energética, Washington busca garantizar su supremacía global asegurando el control de flujos energéticos, condicionando economías periféricas y estableciendo jerarquías claras entre países productores, socios “confiables” y actores considerados prescindibles.
Desde esta perspectiva, América Latina no aparece como un espacio de desarrollo compartido, sino como una reserva estratégica de recursos. Y dentro de ese mapa, Vaca Muerta emerge como una pieza codiciada, no por su potencial para impulsar el desarrollo argentino, sino por su utilidad funcional dentro de una arquitectura de seguridad pensada exclusivamente en clave estadounidense. Esta lógica, lejos de beneficiar a la Argentina, corre el riesgo de profundizar su dependencia y limitar su margen de decisión soberana.
Geopolítica energética: cuando la seguridad de unos se construye sobre la fragilidad de otros
La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos parte de una premisa clara: el mundo es un campo de competencia permanente. China, Rusia e incluso bloques emergentes del Sur Global son vistos como amenazas estructurales. En ese marco, la energía deja de ser un bien económico para convertirse en un arma geopolítica. El gas y el petróleo no convencional pasan a ser herramientas para disciplinar aliados, presionar adversarios y sostener la hegemonía estadounidense en un sistema internacional cada vez más fragmentado.
El problema para Argentina es que esta estrategia no contempla el desarrollo autónomo de los países proveedores. Vaca Muerta es valiosa en tanto permita reemplazar suministros de actores considerados hostiles o garantizar estabilidad regional bajo parámetros definidos en Washington. No se discute cómo ese desarrollo impacta en la estructura productiva argentina, en la equidad territorial o en la sostenibilidad ambiental. La seguridad energética global se impone así por encima de la seguridad económica, social y política de los países periféricos.
Vaca Muerta como activo estratégico externo, no como proyecto nacional
El creciente interés estadounidense por Vaca Muerta debe leerse con cautela. Cuando desde Washington se la menciona como “activo estratégico”, no se está hablando de bienestar para Neuquén ni de desarrollo para la Patagonia, sino de funcionalidad geopolítica. La Argentina aparece en este esquema como un proveedor confiable de energía barata, estable y alineada, pero no como un socio con capacidad de definir reglas, precios o prioridades.
Este enfoque reproduce una lógica histórica que el país ya conoce: exportar recursos primarios mientras importa valor agregado, tecnología y condicionamientos políticos. La diferencia es que ahora el discurso se reviste de términos como “seguridad regional”, “estabilidad” y “alianzas estratégicas”, ocultando una relación profundamente asimétrica. Vaca Muerta corre el riesgo de transformarse en una plataforma extractiva al servicio de intereses externos, más que en el motor de un proyecto de desarrollo soberano.
La Patagonia en el centro de una disputa que no eligió
La Patagonia vuelve a ocupar un lugar central en una disputa geopolítica que no nació de sus necesidades ni de sus decisiones. Neuquén, Río Negro y el conjunto de la región enfrentan un escenario de presión creciente: acelerar la producción, garantizar exportaciones y sostener inversiones extranjeras, muchas veces sin el debate social necesario ni una planificación territorial adecuada.
La Estrategia de Seguridad Nacional estadounidense no considera las consecuencias locales del extractivismo intensivo. No evalúa el impacto sobre el agua, el ambiente, la infraestructura urbana ni la cohesión social. Tampoco contempla la histórica postergación de la Patagonia en términos de servicios públicos, diversificación productiva y valor agregado. La región aparece reducida a su condición de territorio proveedor, no como sujeto político con derecho a definir su propio futuro.
Argentina frente a una falsa dicotomía: alineamiento o aislamiento
Uno de los aspectos más problemáticos de esta estrategia es la narrativa implícita que la acompaña: o Argentina se alinea plenamente con los intereses energéticos y geopolíticos de Estados Unidos, o queda marginada de inversiones y mercados. Esta falsa dicotomía limita el debate democrático y condiciona las decisiones de política energética y exterior.
Aceptar sin cuestionamientos la Estrategia de Seguridad Nacional estadounidense implica resignar grados de autonomía. No se trata de rechazar vínculos internacionales, sino de advertir que no toda inversión ni toda alianza es neutra. Cuando la energía se integra a una lógica de seguridad global diseñada por una potencia, el margen de maniobra nacional se reduce, y con él la posibilidad de definir un modelo de desarrollo propio.
Dominancia energética versus soberanía energética
La dominancia energética que promueve Estados Unidos es incompatible con la idea de soberanía energética argentina. Mientras la primera busca asegurar control y previsibilidad para una potencia central, la segunda apunta a garantizar acceso, desarrollo y bienestar para la población. Confundir ambos conceptos es uno de los errores más peligrosos del debate actual.
Vaca Muerta podría ser una herramienta para fortalecer la soberanía energética nacional, reducir vulnerabilidades externas y financiar una transición productiva. Pero bajo la lógica de la Estrategia de Seguridad Nacional estadounidense, ese potencial se diluye. La prioridad pasa a ser la exportación rápida, la rentabilidad de corto plazo y la alineación geopolítica, dejando en segundo plano la planificación estratégica de largo plazo.
El factor geopolítico ignorado: la multipolaridad y el Sur Global
Otro aspecto crítico es que esta estrategia estadounidense desconoce la realidad multipolar del sistema internacional. Argentina no vive en un mundo bipolar ni unipolar. Mantiene relaciones con China, Europa, Medio Oriente y otros actores del Sur Global. Encerrar a Vaca Muerta en una lógica exclusiva de seguridad hemisférica limita opciones y reduce capacidad de negociación.
Desde una perspectiva argentina, la energía debería ser una herramienta de inserción inteligente y diversificada, no un ancla que nos ate a una sola potencia. La geopolítica contemporánea exige flexibilidad, no alineamientos automáticos. La Estrategia de Seguridad Nacional que Estados Unidos presentó va en sentido contrario: busca ordenar el mundo desde una jerarquía rígida donde pocos deciden y muchos obedecen.
¿Qué debería hacer la Patagonia frente a esta presión estratégica?
La Patagonia no puede aceptar pasivamente el rol que otros le asignan. Frente a esta estrategia, la región debería exigir un debate profundo sobre el modelo energético, la distribución de beneficios y los límites ambientales. No se trata de oponerse al desarrollo, sino de cuestionar para quién y para qué se desarrolla Vaca Muerta.
Fortalecer capacidades locales, promover industrias asociadas, exigir inversiones en infraestructura social y garantizar participación ciudadana son pasos indispensables. Sin estos elementos, la Patagonia corre el riesgo de convertirse en un enclave extractivo sofisticado, pero estructuralmente dependiente y socialmente frágil.
El rol del Estado argentino: de facilitador pasivo a estratega soberano
Aceptar la Estrategia de Seguridad Nacional estadounidense sin discusión implica reducir al Estado argentino a un mero facilitador de intereses externos. Lo que se necesita, en cambio, es un Estado capaz de pensar estratégicamente, regular con firmeza y negociar desde una posición de dignidad y autonomía.
Esto supone definir una política energética que priorice el mercado interno, el desarrollo industrial y la transición energética. También implica usar Vaca Muerta como palanca para transformar la matriz productiva, no como un fin en sí mismo. La energía debe ser un medio para el desarrollo nacional, no una variable subordinada a agendas de seguridad ajenas.
Seguridad para quién: la pregunta que no aparece en el discurso oficial
El concepto de seguridad es central en esta discusión. La Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos habla de estabilidad, previsibilidad y control. Pero rara vez se pregunta seguridad para quién. ¿Seguridad para los mercados? ¿Para las potencias? ¿O para las poblaciones que viven sobre los territorios explotados?
Desde una mirada argentina y patagónica, la seguridad debería incluir empleo de calidad, protección ambiental, cohesión social y autonomía política. Ninguno de estos elementos está garantizado por la estrategia estadounidense. Al contrario, muchos de ellos se ven amenazados por una lógica que prioriza la geopolítica por sobre el desarrollo humano.
Vaca Muerta y el riesgo de repetir una historia conocida
Argentina ya ha vivido ciclos de auge extractivo seguidos de crisis, dependencia y frustración. La novedad de Vaca Muerta no debería hacernos olvidar esa experiencia histórica. La Estrategia de Seguridad Nacional que Estados Unidos presentó puede acelerar inversiones, pero también consolidar un patrón de dependencia difícil de revertir.
Si el país no define reglas claras, objetivos propios y límites estratégicos, Vaca Muerta será recordada no como la base de un desarrollo soberano, sino como una oportunidad capturada por intereses externos en nombre de una seguridad que nunca fue la nuestra.
Energía, geopolítica y soberanía en disputa
La revalorización de Vaca Muerta en el marco de la Estrategia de Seguridad Nacional estadounidense no es una buena noticia en sí misma. Es una señal de alerta. Indica que nuestros recursos son valiosos, pero también que pueden ser utilizados en una lógica que no prioriza los intereses argentinos ni patagónicos.
El desafío es enorme. Argentina y la Patagonia deben decidir si aceptan un rol subordinado en el nuevo orden energético global o si utilizan esta coyuntura para construir una estrategia propia, soberana y de largo plazo. La energía puede ser una herramienta de emancipación o de dependencia. La diferencia no la define Washington, sino las decisiones que se tomen puertas adentro.
Andrés Nievas
Técnico en manejo ambiental, consultor Ambiental y escritor para medios locales e internacionales sobre temas de geopolitica y medio ambiente.





