MONITOREO Y ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN GEOPOLÍTICA EN EL MUNDO Y SU IMPLICANCIA EN LA PATAGONIA

Estudiantes de El Chaltén viajaron a Malvinas con un mensaje de paz

Durante dos años hicieron rifas y organizaron festivales para recaudar la plata que les permitiría cumplir su sueño: conocer las islas. Durante una semana recorrieron los campos de batalla, el cementerio de Darwin y Puerto Argentino. “Queremos tender un puente entre los jóvenes”, dijeron emocionados.

Mezcla de ansiedad, nervios y emoción. Un mensaje en un cartel hecho a mano y dedicado a quienes hoy habitan las Islas Malvinas:por la paz, for peace”. Lo escribieron en castellano e inglés, en forma de un semicírculo que abraza a las Islas, amparadas por una paloma blanca. Con esa nueva insignia, estudiantes de El Chaltén llegaron el sábado 8 de abril al lugar cuyo paisaje no les resultó extraño a su tierra. El clima es parecido, el soplo del viento, el frío y también la humedad. Llegaron para reescribir la historia y con la intención de trazar lazos capaces de sanar las heridas que aún siguen abiertas en las generaciones que vivieron la guerra.

“Desde que supe que iba a ir a Malvinas me saltó la emoción. No es un viaje de todos los días, y me puse muy feliz por participar de un proyecto así“, dijo Carla Antieco a Infobae, una estudiante de 14 años que conoce la historia de aquel lugar por lo que estudió en la escuela y porque su familia le habló del tío que murió durante la guerra entre Argentina e Inglaterra desatada entre abril y junio de 1982. “Es uno de los soldados identificados, quise visitarlo en el Cementerio de Darwin y dejarle un rosario”, contó. Lo hizo junto a sus compañeros y profesores de la Escuela Secundaria Nº 28 Nancy M. Arco y de la EPJA secundaria Nº 19. Recorrió las tumbas de los 237 soldados. La emoción y la comparación de edades con los soldados fue inevitable: “Cuando llegamos nos pusimos en el lugar de los que pelearon en la guerra y quedaron ahí... Pensamos en el frío que pasaron, nos imaginamos cómo pudieron sobrevivir y combatir… Estar ahí te hace sentir un montón de cosas que te ponen mal, pero a la vez sos feliz por estar en ese lugar“.

“Libres de fronteras”, el proyecto para viajar a Malvinas 

Llegar a las Islas fue para ellos concretar un sueño que nació a finales de 2014 con el proyecto de dos profesores que vieron la necesidad de comenzar a trabar lazos con los isleños y que bautizaron “Libres de fronteras”. El viaje fue ideado “para establecer un puente entre los jóvenes, porque ellos no tienen el prejuicio de los que vivimos esa época ni tampoco tienen la herida que dejó la guerra, por eso la idea es encarar el tema de Malvinas desde otra perspectiva”, aseguró Jorge Pedraza, rector de la escuela. Para lograr el proyecto trabajaron duro, investigaron mucho, buscaron contactos, pero debieron postergarlo durante meses porque vivir en Malvinas es muy caro. Fue entonces que la comunidad que se unió para ayudarlos: hicieron rifas, organizaron festivales en los que vendieron comidas, hubo sorteo… “A pulmón”, como ellos mismos reconocen, lograron recaudar los fondos para pagar todos los gastos y convertirse en el tercer grupo de estudiantes en llegar a las Islas Malvinas.

“Malvinas por la paz”, es el mensaje de los estudiantes de El Chaltén para los habitantes de Islas

Cómo fue vivir siete días en las Islas Malvinas

“La semana fue intensa”, dijo Roxana Herrera, una de las docentes que viajó y que delineó el proyecto. Continuó: “Sentimos la necesidad de tender un puente porque hay que cerrar las heridas de la guerra”. Eso se logra de una manera: poniendo el corazón joven y lleno de sueños para aprender y conocer a quienes viven en esas Islas, sin prejuicios.

La profesora recordó que la rutina comenzaba a las 8 de la mañana y cerraba con una cena en la que cada uno exponía sus reflexiones sobre lo que habían experimentado y sentido en cada uno de las actividades: recorrieron Puerto Argentino, visitaron el museo, estuvieron en el galpón donde 35 años estuvieron los prisioneros de guerra luego de la rendición – y que actualmente es una especie de salón de reuniones-, tuvieron tardes de playa de arenas blancas y agua cristalina, mojaron sus pies a pesar de las bajas temperaturas y honraron a los 237 soldados argentinos que descansan en el Cementerio de Darwin. Acostumbrados a caminar —por vivir en El Chaltén donde no hay colectivos ni autos amontonados— llegaron a pie (algunos corriendo) a cada uno de los lugares claves en el combate de 1982. Apenas 10 kilómetros separaba sus cálidas habitaciones de los montes que vieron las batallas.

El grupo se hospedó a cuatro cuadras del centro de la ciudad y hablaron con las personas que se cruzaron durante alguna caminata. “Fue muy bueno el trato que recibimos, pensé que iba a ser más duro, pero al contrario, allí te tratan muy bien. La ciudad es hermosa”, dijo la estudiante. El resquemor de los isleños hacia los argentinos solamente lo notaron en un sector: “Hay un grupo que nos ven mal, pero porque se encontraron con argentinos que los provocaron mostrándoles su bandera”, aclaró Herrera.

Algo que las sorprendió fue el costo de vida. Ambas coincidieron en que los precios no distan mucho de los de Santa Cruz, excepto en las frutas y verduras que “son más caras porque las venden por unidad. Por ejemplo, una naranja sale unos 14 pesos argentinos. Hay mucho congelado, pero no hay diferencia en el precio de los alimentos secos, como fideos o arroz, o en golosinas”. Lo único que les pareció negativo fue la dificultad del turista para acceder a la comunicación: “Internet es muy caro, para hacer llamadas a teléfonos de línea hay que tener una tarjeta, por eso el grupo compró un chip para poder comunicarnos con nuestras familias desde nuestros celulares. La salida de la llamada es cara; en cambio desde Argentina se cobra como una llamada local, pero no era fácil comunicarse”.

Al día siguiente de visitar el cementerio, pudieron “vivir la guerra” desde el lado de los lugareños: “Había un video donde ellos contaban la historia con otro punto de vista sobre los hechos y ahí también te ponías en el lugar de las familias isleñas que estuvieron en medio de la guerra. Es fuerte, porque se veía a niños detrás de una ventana saludando a los soldados y a los tanques que pasaban”, dijo Carla y su profesora remarcó algo que la conmovió: “Cuando nos encontramos con niños, en el museo o por la calle, fueron muy amables y agradables, y pese al idioma se comunicaron con actitudes y gestos…”.

Las veintiún estudiantes y docentes que pagaron más de 20 mil pesos en viaje y estadía, pudieron elegir otro destino pero eligieron las Islas Malvinas. No gastaron dinero ni tiempo en esta aventura: ganaron.

Fuente: Infobae

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