Por Pablo Ordaz | El País.-Lanzará un alegato sobre la misión del hombre de “custodiar la naturaleza”; podría publicarse este mes
Dicen que el texto será “otro bombazo mediático”. Foto: Archivo
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ROMA.- De la misma forma que eligió la isla de Lampedusa y el drama de la inmigración para convertir su primer viaje apostólico en un alegato contra la “globalización de la indiferencia”, el papa Francisco ha querido que su primera encíclica propia -la anterior había sido escrita en su mayor parte por Benedicto XVI- se convierta en una defensa apasionada de la ecología.
Según fuentes del Vaticano, la encíclica en la que Jorge Bergoglio y un significativo grupo de asesores -entre los que se destacan el teólogo argentino Víctor Manuel Fernández y el cardenal ghanés Peter Turkson- llevan trabajando desde fines de 2013 está ya prácticamente lista e, incluso, podría publicarse a lo largo de este mes. El Papa nunca ocultó su enorme preocupación ante el que considera uno de los más grandes desafíos de la humanidad, “la custodia de la creación y la ecología”.
Ya no queda ninguna duda de que el jesuita Bergoglio, esperara o no ser elegido papa tras la renuncia de Joseph Ratzinger, tenía muy claro desde el primer día su proyecto de Iglesia. No sólo porque sus primeros desplazamientos por él elegidos -las islas de Lampedusa y Cerdeña- quisieran escenificar el viaje hacia las periferias de la inmigración y el desempleo, sino porque ya en la primera misa de inauguración del pontificado, el 19 de marzo de 2013, subrayó la importancia de “custodiar la naturaleza”.
Dijo entonces que Francisco de Asís, en cuyo nombre y mensaje quiere inspirar su papado, representa el modelo de vida austero, respetuoso con la creación, tan lejano de la actual “cultura del descarte”, por culpa de la cual en unos países se derrochan de forma caprichosa alimentos y recursos naturales mientras en otras latitudes millones de personas mueren de hambre. Sólo cuidando la naturaleza, advirtió el Papa, es posible también “custodiar a la gente, preocuparse por todos, especialmente por los chicos, los ancianos, los más frágiles”.
Han sido muchas desde aquel día las referencias de Francisco a la protección de la naturaleza, tanto a lo largo de sus viajes como en las audiencias en la Plaza San Pedro. En mayo pasado, ante unos 100.000 peregrinos llegados de todo el mundo, advirtió: “La naturaleza no es una propiedad de la que podamos abusar a nuestro antojo, ni mucho menos es la propiedad de unos pocos, sino un don de todos, que debemos custodiar. Si destruimos la creación, la creación nos destruirá a nosotros. ¡Nunca lo olvides!”.
El Papa sacó a colación en varias ocasiones un dicho popular: “Dios perdona siempre; los hombres, algunas veces; la naturaleza, nunca”.
Aunque por personas interpuestas, en el Vaticano se supo enseguida que el Papa había decidido que la primera encíclica de su puño y letra (la anterior, Lumen fidei, publicada en julio de 2013, pertenecía en su mayor parte a Ratzinger) se centrase en la relación del hombre con la naturaleza. Ya en febrero pasado, Federico Lombardi, vocero de la Santa Sede, confirmó que Francisco así se lo había comentado al presidente francés, François Hollande. Pero lo cierto es que el núcleo central de la encíclica se escribió entre Roma y Buenos Aires.
El Papa quiso que la parte doctrinal sea sustentada por los dos máximos responsables del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz: su presidente, el cardenal ghanés Peter Turkson, de 66 años, y su secretario, el obispo italiano Mario Toso, de 64, un prestigioso experto en teología y filosofía, aunque “demasiado progresista” para algunos conciliábulos vaticanos.
La parte expositiva también fue redactada por una de las personas más cercanas a Bergoglio. El arzobispo Víctor Manuel Fernández, rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA).
Según una fuente conocedora de la encíclica, el texto será “otro bombazo mediático” al más puro estilo de Bergoglio. Esto es, aumentará el consenso mundial en torno a su autoridad moral, mientras los sectores más tradicionalistas del Vaticano seguirán observándolo con cierto desconcierto.
Fuente: La Nación