MONITOREO Y ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN GEOPOLÍTICA EN EL MUNDO Y SU IMPLICANCIA EN LA PATAGONIA

La falta de agua potable y las guerras del agua

*Por Edmundo Celestino Urbani.

Asevera la  ciencia que la tierra se está quedando paulatinamente sin agua potable y que ello dará ocasión en el futuro a las llamadas “guerras del agua” por la posesión de los pocos recursos que queden disponibles, lo cual constituye un dislate científico absoluto pero que, no obstante, tienden a generar una suerte de temor, pero también una justificación encubierta de tales guerras. Y como todos los mecanismos para desinformar hacen de la verdad una ficción que la gente cree como ficción, y por el otro lado como ficciones que se presentan como ciencia, y por ende la gente las toman a pie juntillas. ¿Qué datos aporta la ciencia?  Los que siguen:

“El agua del planeta está principalmente almacenada en los océanos (97,39%), y en los “inlandsis”, glaciares y banquisas (2,01%). Un porcentaje importante está contenido en las formaciones geológicas (0,54%). El remanente (0,06%) está constituido por aguas superficiales, que en una gran proporción (más de la mitad) son saladas y por lo tanto no potables. En los hechos, el agua dulce directamente disponible para el uso humano constituye menos del 0,02% de la hidrósfera. De esa cantidad, 95% está almacenada en los lagos, quedando solamente el 0,001% para todos los ríos y arroyos”.

¿Estos datos científicos son ciertos? Si, porcentual más o menos son ciertos. Pero así presentados “escuenden”, como diría el gaucho, una pequeña trampa, pues presentados en escala, nos pretenden mostrar los escasos recursos de agua dulce, apenas el 0,001 para “todos los ríos y arroyos” generando sensación de que el recurso es escaso y que estamos en riesgo.

Pero, ¿faltará agua potable? No, de ninguna manera. Desde que la tierra es tierra con su humanidad a cuestas, la cantidad de agua existente “siempre ha sido la misma”: ni un gramo de agua menos, y ningún gramo más. Suponer lo contrario implicaría reconocer un error científico según el cual “parte del agua de la tierra se pierde en el espacio cósmico infinito”, lo cual es un contrasentido científico, pues está demostrado que el cosmos nada nos quita, sino que nos alimenta con sus rayos, luces y radiaciones e incluso con polvo cósmico que la gravedad de la tierra jala hacia sí, provocando una suerte de acrecentamiento o riqueza de la propia tierra. Negarlo sería negar la ley de gravedad de los bólidos en el espacio cósmico, entre ellos la tierra. Ridículo.

Existe una probada ley científica física, según la cual, en la naturaleza “nada se pierde, sino que todo se transforma”. Por una sencilla aplicación de dicha ley podemos fácilmente deducir que el agua que en este momento esté bebiendo un beduino y su camello en algún oasis del desierto del Sahara, después de cierto tiempo, tres, cuatro o cinco años, y luego de haber sufrido diversas transformaciones, muy probablemente sea la misma agua que podamos estar bebiendo en una botella de agua mineral en alguna confitería de Argentina, o de cualquier parte del mundo.

El agua pues, es siempre la misma y no otra, ni más ni menos que siempre. Y los seres vivientes, plantas, animales y hombre, somos en distinta proporción, ¡agua!, que transformamos de diversas formas más o menos condensadas que más temprano que tarde, devolvemos a la tierra que las recicla y purifica. ¡Siempre la misma agua! Ni más ni menos que siempre.

El problema del agua es otro que no es su faltante, sino su costo. Veamos. El agua mineral y natural surgente de algún punto de la Cordillera de los Andes, no tiene en sí misma ningún costo pues es pura de toda pureza. Y por eso cuando se la vende embotellada, lo que se vende no es propiamente el agua, sino el envase que la contiene.

¡Se vende el envase, no su contenido de agua que es gratis porque surge por sí y ya purificada! El porteño, en cambio,  paga un costo, más la ganancia de quien trata el agua, Aguas Sanitarias por caso, pues como toma el agua del Río de la Plata tiene que purificarla según un sistema de tres procesos: decantación de impurezas físicas en piletones, filtrado posterior, y por ultimo tratamiento químico en base a legía o cloro. Es decir que lo que venden es un costo del agua más la ganancia.

¿Y los países pobres en agua, sea de ríos, de acuíferos o de surgentes, de dónde se nutren? Del mar como Arabia Saudita. Allí los ricos pagan en mesa de restaurante una media de u$s 130 la botella de tres cuartos de agua mineral, algunas de Argentina. ¿Y el resto de la población de Riad, capital de Arabia Saudita? Toma el agua de red, que es agua que se extrae del Mar Rojo, uno de los mares más salinos de los mares abiertos.

Y ¿cómo lo hacen? Hierven el agua hasta evaporarla y luego condensarla como agua destilada que, agitada se la oxigena y luego se la suplementa con sales minerales para hacerla apta para el consumo humano. Es decir un método antiquísimo. ¿Y quién diseñó einstaló esa planta desalinizadora? Una empresa argentina: Techint.

Solo que el agua tiene un costo pues las calderas se alimentan en base a petróleo. Su costo está entonces en relación al costo del petróleo saudí. Están tratando ahora, para bajar costos de sustituir el petróleo por paneles solares, teniendo en cuenta que la densidad lumínica en la región es de casi el 100%. El óptimo. Todo ello para bajar costos. De la misma manera que las plantas de agua potable que están construyendo en España, sobre el Mediterráneo pues resulta más barato desalinizar aguas que prospectar aguas a más de siete mil metros de profundidad de roca granítica sobre la que está asentada toda España.

¿Crece o decrece en su nivel el Mar Rojo por el agua que extrae Riad? ¿Crecerá o decrecerá el Mar Mediterráneo por estas plantas desalinizadoras españolas? La respuesta es obvia por lo ridícula de la pregunta. No. No decrecerán un ápice, pues es bien sabido que por año precipitan como lluvia 496 mil kilómetros cúbicos sobre la superficie de la tierra, es decir 100 mil metros cúbicos por persona y por año, de los cuales solo el 25% cae sobre los continentes y el resto  sobre los Océanos. ¿Se agotarán los lagos, ríos, mares y océanos ante la necesidad del hombre? Omitimos la respuesta por obvia.

No se observan mermas en ninguna de las grandes cuencas hidrográficas y si mayores costos de potabilización por razones “antrópicas”, es decir por la acción deletérea del propio hombre y su constante contaminación del medio ambiente, los ríos entre otros, así como las napas de agua subterránea a relativa profundidad, no más de cincuenta metros promedio ponderado, en particular donde se concentran industrias de todo tipo, como es, en nuestro caso, el Riachuelo que, tan contaminado está, han desaparecido casi todos los peces nativos de esa cuenca. Y ello por mera desidia gubernamental e irresponsabilidad empresaria.

¿Qué escorrentía se observa en el río Amazonas en su desembocadura? En tiempos normales un cuarto de svedrup, (un svedrup es una medida de magnitud de un millón de metros cúbicos por segundo). Y ni hablar en las crecidas, más ahora por efecto de la corriente del Niño con escorrentías de más de 300.000 metros cúbicos por segundo. Con eso solo, casi alcanzaría para las necesidades de toda la humanidad. En la Argentina, existen algunas áreas, como el sur de Santa Fe cuyas napas subterráneas presentan problemas de arsenificación, pero hoy la tecnología permitiría potabilizarlas, con desarrollos tecnológicos hechos por la Universidad de La Plata, muchos más baratos y accesibles que otros anteriormente desarrollados.

En este sentido, la República Argentina es uno de los países más ricos en el recurso agua, con costos comparativos muy bajos, sea por sus acuíferos, algunos gigantes como el “guaraní”, que compartimos con Paraguay, Brasil y Uruguay. También por la enorme cantidad de surgentes de agua mineral pura en toda nuestra inmensa geografía, incluidos los hielos continentales, y por nuestra enorme cuenca hidrográfica. Es decir, somos un país apetecible por las actuales potencias mundiales.