De acuerdo con los científicos, entre 1960 y 2006 aumentó hasta diez veces la concentración de plata en los sedimentos del fondo del lago. Y se considera que la principal fuente de ese metal eran los desechos por desagües domésticos de los laboratorios de revelado fotográfico, dado que una emulsión con sales de plata interviene en la formación de la imagen al reaccionar con la luz.
Sin embargo, con el cambio tecnológico y la expansión de la fotografía digital, la tendencia se dio vuelta: entre 2007 y 2011 la concentración se desplomó a la mitad, acompañando las tendencias mundiales de uso de plata para la fotografía, indicó la doctora Romina Juncos, investigadora del CONICET en el Laboratorio de Análisis por Activación Neutrónica (LAAN) del CAB.
“En la zona no existen otras actividades que generen contaminación con plata. Así que lo más probable es que proviniera del revelado de las fotos”, añadió. Para llegar a esas conclusiones, Juncos y sus colegas utilizaron un reactor nuclear para medir la plata en una columna de sedimentos del fondo del lago cuya secuencia guarda relación con el año en que se depositaron.
También determinaron la presencia del metal en el tejido hepático de peces y almejas, observando una disminución marcada entre aquellos ejemplares recogidos en 2001 (auge de la fotografía con película) con respecto a los del 2011.
“Cabe destacar que las concentraciones registradas en el músculo de los peces tanto durante el período de máxima contaminación con plata como en las épocas más recientes, estuvieron siempre por debajo de niveles de detección, no representando su consumo riesgo alguno para la salud humana”, afirmó la investigadora.
Para Juncos, el trabajo evidencia de qué manera una tecnología basada en la plata, usada masivamente, puede elevar las concentraciones de este elemento en el ambiente. “La buena noticia es que, si la actividad contaminante se detiene, las concentraciones en el ambiente disminuyen. Sin embargo, existen otros usos industriales, como la nanotecnología de plata, que pueden generar ingresos adicionales de este metal a los ambientes acuáticos y deberían ser evaluados”, indicó.
Del estudio también participaron Linda Campbell, de la Universidad Saint Mary’s, en Canadá; y Marina Arcagni, Romina Daga, Andrea Rizzo, María Arribére y Sergio Ribeiro Guevara, del CAB-CNEA.
Fuente: Agencia CyTA – Leloir
Escrito por Tiempo Patagónico