MONITOREO Y ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN GEOPOLÍTICA EN EL MUNDO Y SU IMPLICANCIA EN LA PATAGONIA

“Malvinas: Patagonia y su memoria”, expresiones malvinenses en la literatura

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El excombatiente Andrés Fernández compartió un fragmento del relato “Mi amor de Malvinas” del libro “1982: un frío desconocido. Dos muchachos, dos historias, dos islas”, en el conversatorio Patagonia Lee. “Agradecían que un veterano de guerra haya escrito y haya podido transformar en arte una experiencia tan traumática”, comentó a La Opinión Austral.

Patagonia Lee, la propuesta elaborada por las y los referentes del Plan de Lecturas de la región Patagónica, tuvo como tema de su último conversatorio “Malvinas: Patagonia y su memoria“.

Dicho ciclo promueve la lectura de autores y autoras de la región, convocando a representantes de las provincias de Santa Cruz, Tierra del Fuego y Antártida e Islas del Atlántico Sur, Chubut, Neuquén, Río Negro y La Pampa.

En cada encuentro se aborda una temática diferente, buscando recorrer la literatura producida en la región patagónica. La semana pasada, el ciclo tuvo a las provincias de Tierra del Fuego y Neuquén como anfitrionas y el tema se enmarcó en los 40 años de la gesta de Malvinas. '1982' de Fernández y Auzoberría.‘1982’ de Fernández y Auzoberría.

En esta oportunidad, participaron Andrés Fernández por Santa Cruz, Pablo Montanaro por Neuquén, Esteban Rodríguez por Tierra del Fuego y AIAS, Mariano Antonelli por Río Negro, Nidia Tineo por La Pampa y Juan Recheni por Chubut.

En el encuentro, el excombatiente Andrés Fernández leyó un fragmento del relato “Mi amor de Malvinas“, que pertenece al libro “1982: un frío desconocido. Dos muchachos, dos historias, dos islas“, publicado junto a Miguel Ángel Auzoberría por UNPAedita.

“Es la referencia a una kelper que conocí en Malvinas, que era vecina del lugar donde teníamos el Comando de Comunicaciones, tuvimos un par de encuentros sin hablar prácticamente porque ella solamente hablaba inglés y yo castellano. Siempre estaba dando vueltas por allí, se hizo amiga de un compañero que sí hablaba inglés, de hecho se siguen frecuentando, él (Marcelo Caminos) vive en Inglaterra hace muchos años, ella también. Es una metáfora de mi amor por las islas plasmada en esta historia”, contó Fernández a La Opinión Austral sobre el relato que leyó en el encuentro.

El conversatorio se desarrolló en modalidad virtual durante casi dos horas y sobre poder compartir la lectura de un fragmento, señaló: “Fue una experiencia muy interesante, muy rica, realmente se leyeron cosas muy lindas, inclusive había un cómic, su autor lo explicó realmente muy bien”.

Con relación a la respuesta que tuvo la lectura de su texto, comentó: “Estaban muy conmocionados y conmovidos, agradecían que un veterano de guerra haya escrito y haya podido transformar en arte una experiencia tan traumática, después me llamaron y me agradecieron”.

Fernández destacó que “lo más importante es que en cada uno de los consejos o ministerios de Educación de las provincias van a poder difundir ese material. No es el material que viene de Buenos Aires pautado para leer, sino que es material que se genera aquí en Patagonia, eso es muy interesante”.

A poco de finalizar el año, el actor y escritor santacruceño adelantó que para 2023 continuará “con un nuevo espectáculo de Las Rococó, la obra de teatro ‘Una de película'”.

Además, continuarán las funciones del unipersonal sobre Malvinas “Silencio Ficticio”. “Tengo varias presentaciones que quedaron pendientes porque este año fue realmente bastante fuerte. Además, en marzo se va a hacer la reunión general de veteranos de guerra de la Confederación de Combatientes de Malvinas de la República Argentina en Río Gallegos, en ese marco se va a presentar la obra y la van a poder ver todos los referentes de veteranos de guerra del país”, cerró.

“MI AMOR DE MALVINAS” por Andrés Fernández

Allí en donde imperaba el viento y el frío era más frío, en ese ambiente hostil de la guerra, mis ojos se volcaron hacia una kelper, alta de cabello entrecano, piel rosada y unos ojos azules que parecían las aguas del canal que teníamos enfrente. En aquella casa de la parte alta de la ciudad donde vivían los obreros de la Falkland Company, ella recorría el patio trasero recogiendo su ropa tendida.

Al lado, en otra casa, se alzaba el comando de Comunicaciones al que yo pertenecía. Varías veces me había cruzado con sus ojos que tímidamente observaban lo que hacíamos. En una oportunidad, una de sus blusas se voló y cayó en el patio que ocupábamos los soldados argentinos, más que corriendo la recogí y se la alcancé a través de una verja de madera baja; apenas nos miramos, ambos sonreímos, se escuchó un thank you y un de nada que rompieron el zumbido del viento. Con una sonrisa amable nos despedimos, sin palabras por supuesto, y mi corazón latió fuerte, muy fuerte.

Los días de la guerra pasaron, uno a uno pesadamente y el ataque al aeropuerto ya se había hecho realidad; una mañana de un sábado con mucho sol, en el patio trasero de la casa mientras yo fumaba un Jockey, apareció ella, sonriéndome, me acerqué a la verja y allí comenzamos a hablar, como Tarzán y Jane, riéndonos porque no nos entendíamos, por allí escuché: Nicola Colbert y entendí que era su nombre, entonces dije: Andrés, me llamo Andrés Fernández, entonces ella se sonrió y comenzamos a reírnos, no sé cuánto tiempo estuvimos hablando, en un momento ella me dio a entender que podía lavarme la ropa, imité sus movimientos y entonces me dijo: Yes, okey, Andrés. Bárbaro, mañana te la traigo -dije-. Nos despedimos dándonos las manos y mientras caminaba esos 4 km. que me separaban de mi pozo de zorro, silbando bajito “Tonada de un viejo amor” y canturreando su letra, me di cuenta de que me había enamorado, me di vuelta para mirar la casa desde la loma y allí estaba Nicola saludándome con su brazo en alto.

Las medias y los calzoncillos lavados lucían suaves y perfumados. Aquella última vez que pudimos vernos, me entregó la ropa tratando de decirme que allí había algo más para mí, yo traté de explicarle que las cosas estaban muy difíciles y que tal vez debería ir al frente. Con unos ojos llenos de lágrimas me dijo: Goodbye Andrés, bye. Y otras cosas que no entendí, le apreté fuerte la mano, no me animé a besarla en los labios, no me animé a mirar hacia atrás, me dolía esa despedida y en mi carpa pude encontrar entre las ropas una pequeña radio Sony portátil plateada con una flor dibujada y el nombre Nicola y una nota que decía en español: Es para ti. Nicola.

Jamás supe nada de ella, ya terminada la batalla, y cuando prisioneros de guerra nos embarcaban para el continente, creí ver entre los kelpers que miraban desde el muelle a Nicola con su brazo en alto despidiéndome, quizá realmente estaba allí o sólo fue mi imaginación. Lo que sí, cada vez que escucho aquella zamba me zambullo en sus ojos azules y me quedo a vivir en ellos.

Fuente: laopinionaustral.com.ar

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