MONITOREO Y ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN GEOPOLÍTICA EN EL MUNDO Y SU IMPLICANCIA EN LA PATAGONIA

Meseta de Somuncurá: lugar de mística y belleza donde se puede sentir la Patagonia más salvaje

Viedma – La meseta de Somuncurá, Área Natural Protegida de la provincia de Río Negro y segunda Reserva Natural del país por su extensión, ocupa alrededor de 1.600.000 hectáreas y reviste interés geomorfológico, geológico, climático, biológico y ecológico, de características únicas en la Patagonia.

 descargaLa localidad más cercana es Valcheta y comprende un vasto territorio perteneciente a la provincia de Río Negro en su centro-sur. Somuncurá significa en lengua mapuche «piedra que suena o habla». El topónimo se relaciona con el sonido de las rocas, presumiblemente basaltos, tal vez en relación, a su vez, con el sonido del viento.

La Meseta de Somuncurá constituye un lugar excelente para la práctica de safari fotográfico y otras actividades debido a su mística y belleza. Es el sitio ideal para quien quiera sentir la Patagonia más salvaje.

Se trata de una altiplanicie basáltica que regala variedad de relieves sobreimpuestos en sus paisajes. Se pueden apreciar formaciones rocosas con características únicas, conos volcánicos, sierras, cerros, cerritos mamilares con alturas máximas que se acercan a los 1.900 metros sobre el nivel del mar (el cerro Corona) intercalados con lagunas temporarias, arcillosas.

El Área, de bordes que presentan hendiduras por donde bajan los arroyos que las provocaron, alberga, además, especies de fauna autóctona, escenarios lunares, pinturas rupestres, tallados en roca efectuados por aborígenes, manantiales y otros sitios de imponente atractivo.

Su red hídrica proyecta caudales hacia las tierras más bajas y sedientas de su alrededor, como sucede con las aguas de los arroyos Cona-Niyeu, Verde, Ventana, los Berros, Corral Chico, Tembrao, Valcheta, Salado, Treneta, Seco-Yaminué, Telsen o Comicó.

En la inmensidad de la misteriosa Meseta de Somuncurá, que posee características sui generis únicas en Río Negro y en la Patagonia, conviven especies y subespecies endémicas que habitan en un solo lugar del planeta. Desde vegetales, como una compuesta y una malvácea, hasta animales como la antiquísima mojarra desnuda (pececillo sin escamas), la ranita de somuncurá, la lagartija de las rocas, algunas subespecies del piche patagónico y un habitante de las rocas: el pilquín o chinchillón.

Los arroyos que se forman de la nieve invernal dan lugar a pequeños valles que circundan la meseta, donde se asientan las poblaciones. Allí, cerca de cien familias, curtidas por las amplitudes térmicas que llegan a 25 grados bajo cero en invierno y superan los 35 grados en verano, viven de la cría del ganado y la caza de animales.

La meseta suma el atractivo morfológico de sus abruptos y escabrosos paredones de lava, que la convierten en una especie de castillo o fortaleza a lo largo de gran parte de su perímetro. A toda la mística que regala hay que sumarle la atención de los lugareños, que es proverbial en toda la meseta.

“Posada El Caín”

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La Posada de el Caín es un establecimiento que lo invita a conocer las bellezas de la Meseta de Somuncurá. Se trata de un atractivo turístico natural por excelencia, un lugar único, soñado.

En ella se pueden encontrar una amplia variedad de geoformas de más de 100.000 millones de años formadas por emanaciones volcánicas. A su vez, presenta una flora y fauna endémica.

Además, existen importantes atractivos culturales como son pinturas rupestres, restos fósiles y, fundamentalmente, una tradicional forma de vida de sus habitantes constituyendo un atractivo único.