Viedma, Rio Negro, 15 de octubre de 2025. ¿Te has detenido a pensar quién produce la mayor parte de los alimentos que llegan a tu mesa, quién resguarda los saberes ancestrales de la tierra y quién enfrenta día tras día los embates del cambio climático sin renunciar a su identidad ni a sus raíces?
Las protagonistas de estas acciones no suelen estar en los noticieros ni en las primeras planas, pero sin ellas, la vida rural, la soberanía alimentaria y los ecosistemas que sostienen a millones de personas colapsarían. Nos referimos a las mujeres rurales, esas trabajadoras incansables que, a pesar de las desigualdades estructurales, siguen sembrando, curando, criando, enseñando y resistiendo. Este artículo las pone en el centro del escenario que merecen.
En el marco del Día Internacional de las Mujeres Rurales, declarado por la ONU y celebrado cada año el 15 de octubre, nos proponemos no solo visibilizar su rol, sino también comprender la magnitud de su aporte y los desafíos que enfrentan. Porque hablar de mujeres rurales es hablar de la base de la vida misma, de las guardianas del territorio, del clima y del futuro.
¿Qué es el Día Internacional de las Mujeres Rurales?
El Día Internacional de las Mujeres Rurales es una fecha emblemática impulsada por las Naciones Unidas con el fin de reconocer el papel crucial que desempeñan las mujeres que viven y trabajan en entornos rurales de todo el mundo.
Lejos de los centros urbanos y de los circuitos de poder económico y político, estas mujeres garantizan con su trabajo cotidiano el funcionamiento de sistemas alimentarios locales, el sostenimiento de las comunidades campesinas e indígenas, y la preservación de saberes milenarios vinculados al uso sustentable de la tierra, el agua y los bosques.

Foto: El clima impacta en la mujer rural
Esta conmemoración no se limita a un acto simbólico, sino que representa un llamado a la acción global para garantizar que sus voces sean escuchadas y sus derechos respetados. Históricamente, el reconocimiento institucional de su aporte fue tardío y parcial, lo que demuestra cuán invisibilizadas han estado dentro de las políticas públicas. Este día nos invita a reflexionar colectivamente sobre la deuda histórica que la sociedad tiene con ellas y sobre la urgencia de construir modelos de desarrollo que las incluyan activamente como protagonistas y no como actores secundarios.
Mujeres rurales en cifras: entre la resiliencia y la desigualdad
Detrás de cada cultivo, cada alimento fresco, cada semilla sembrada en los campos y montes del planeta, suele haber manos femeninas trabajando en condiciones muchas veces precarias y desiguales. Las mujeres rurales constituyen una fuerza vital para la agricultura familiar y comunitaria, pero rara vez acceden en igualdad de condiciones a la tierra, a los créditos, a la tecnología o a la formación.
Esta exclusión sistemática no es fruto del azar, sino consecuencia directa de siglos de normas patriarcales que relegaron su rol al ámbito doméstico y les negaron participación plena en la toma de decisiones sobre los bienes comunes. A pesar de todo esto, han demostrado una capacidad única de adaptación y resistencia frente a crisis económicas, sanitarias y ambientales.
En zonas donde la tierra es árida y los recursos son escasos, son ellas quienes desarrollan técnicas innovadoras, optimizan el uso del agua, seleccionan semillas resilientes y se organizan para sostener el tejido social. Y lo hacen no desde el privilegio, sino desde la necesidad, la creatividad y la solidaridad comunitaria. Aún así, su trabajo sigue siendo considerado informal, no remunerado o simplemente ignorado por estadísticas oficiales que no captan toda su magnitud.
Mujeres rurales y clima: resiliencia ancestral
El vínculo entre las mujeres rurales y la naturaleza no es simplemente funcional: es profundamente espiritual, ético y cultural. Ellas no solo trabajan la tierra, sino que la habitan con una conciencia ecológica heredada de generaciones anteriores.
Su conexión con el territorio implica una comprensión integral del entorno, donde cada planta, cada ciclo de la luna, cada ave migratoria o estación del año tiene un sentido. En contextos de crisis climática, su experiencia se convierte en un faro de conocimiento adaptativo que puede marcar la diferencia entre el colapso y la supervivencia.
Han sido pioneras en la implementación de prácticas agroecológicas que mejoran la calidad del suelo, reducen el uso de agroquímicos y promueven la biodiversidad. En comunidades afectadas por sequías o inundaciones, las mujeres rurales son quienes primero detectan los cambios, quienes coordinan las respuestas colectivas, quienes ajustan los cultivos y quienes encuentran nuevas formas de cuidar el agua, conservar semillas y alimentar a su gente.
Sin embargo, las políticas climáticas rara vez incorporan su saber ni sus prioridades. Este divorcio entre la sabiduría popular y los modelos tecnocráticos debe revertirse, pues sin las mujeres rurales, la transición hacia sociedades más sostenibles será incompleta y desigual.
Desafíos estructurales: tierra, financiamiento y acceso
A pesar de su rol clave en la producción de alimentos y en la conservación de los ecosistemas rurales, las mujeres siguen siendo las grandes excluidas de los sistemas de propiedad y acceso a recursos productivos. En muchos países, aún existen trabas legales y culturales que impiden que las mujeres hereden tierras, obtengan créditos agrícolas o participen de programas de asistencia estatal en igualdad de condiciones.
Esta exclusión se traduce en dependencia económica, inseguridad jurídica y falta de autonomía para decidir sobre su propio destino y el de sus comunidades. Incluso cuando logran acceder a la tierra, muchas veces esta es de menor calidad o más vulnerable a desastres naturales. Además, enfrentan discriminación en el mercado laboral agrícola, donde sus tareas son subvaloradas y mal remuneradas.
La escasa presencia de servicios públicos en zonas rurales —como salud, educación, transporte y cuidado infantil— refuerza su sobrecarga de trabajo no pago y limita su tiempo y movilidad para participar en espacios políticos o económicos. Superar estas barreras estructurales exige una transformación profunda del modelo productivo y una voluntad política sostenida que reconozca que no puede haber justicia social sin justicia de género y territorial.
Perspectiva interseccional: indígenas, jóvenes y minorías
Hablar de mujeres rurales en términos generales puede ocultar la diversidad de realidades que existen dentro de este grupo. Las desigualdades se profundizan cuando el género se cruza con otras variables como el origen étnico, la edad, la clase social, la orientación sexual o la condición migrante.
Las mujeres indígenas, por ejemplo, enfrentan formas múltiples de discriminación: por ser mujeres, por ser rurales y por pertenecer a pueblos originarios cuyos territorios son históricamente saqueados o estigmatizados. Aun así, son ellas quienes mantienen vivas las lenguas, las ceremonias, las semillas y los sistemas de medicina ancestral.
Las jóvenes rurales, por su parte, muchas veces deben migrar para estudiar o trabajar, quedando desarraigadas de sus comunidades o expuestas a situaciones de violencia. Las mujeres afrodescendientes en el campo también sufren formas específicas de exclusión que se reflejan en el acceso desigual a la tierra, al crédito, a la salud y a la participación política. Por eso, toda política de género y desarrollo rural debe incorporar un enfoque interseccional que reconozca estas desigualdades entre las desigualdades y construya estrategias que no reproduzcan los mismos patrones de exclusión.
Casos reales: liderazgos que transforman
En distintas regiones del mundo, las mujeres rurales están protagonizando transformaciones profundas a nivel local, aunque sus historias no siempre lleguen a los medios de comunicación. En comunidades costeras, mujeres pescadoras y recolectoras protegen los ecosistemas marinos frente a la pesca indiscriminada; en zonas de montaña, agricultoras orgánicas resisten el avance de los monocultivos transgénicos y preservan variedades nativas; en regiones áridas, ganaderas y campesinas desarrollan sistemas de riego sostenibles que aseguran la alimentación de pueblos enteros.
Pero no solo eso: muchas también lideran cooperativas, participan en asambleas comunitarias, se forman como promotoras ambientales, impulsan ferias agroecológicas, crean redes de cuidado entre mujeres, fundan bancos de semillas y se convierten en referentes locales en temas de agroecología, soberanía alimentaria, salud popular y defensa del territorio.
Estas experiencias demuestran que, cuando las mujeres rurales acceden a los recursos y al reconocimiento que merecen, no solo mejoran sus condiciones de vida, sino que también fortalecen el entramado social y ambiental de sus comunidades. Visibilizar estos liderazgos es clave para romper con los estereotipos y construir referentes reales que inspiren a nuevas generaciones.
Compromisos globales y regionales
Los organismos internacionales han comenzado a reconocer el rol de las mujeres rurales dentro de la agenda del desarrollo sostenible. Documentos clave como la Agenda 2030, las cumbres sobre clima, biodiversidad y alimentación, y las convenciones sobre derechos humanos han incorporado metas específicas vinculadas a la igualdad de género en zonas rurales. A nivel regional, se han lanzado campañas y planes decenales que promueven el empoderamiento de mujeres rurales e indígenas a través de políticas públicas integrales.
Estos compromisos, sin embargo, deben traducirse en acciones concretas y sostenidas, con financiamiento adecuado, participación directa de las mujeres en su diseño, y mecanismos de seguimiento que aseguren su cumplimiento.
No basta con enunciar buenas intenciones si no se transforman las estructuras de poder que impiden a las mujeres acceder a los beneficios del desarrollo. Las políticas exitosas son aquellas que articulan lo productivo con lo social, lo ambiental con lo económico, y lo individual con lo colectivo, siempre desde un enfoque de derechos. El compromiso debe ser real, transparente y sostenido, porque el futuro del planeta necesita más mujeres rurales con poder de decisión.
¿Qué falta por hacer? Propuestas y avances pendientes
A pesar de los avances en términos de visibilidad y reconocimiento, queda mucho camino por recorrer para alcanzar una verdadera equidad de género en contextos rurales. Las mujeres rurales siguen reclamando acceso pleno y equitativo a la tierra, a los recursos naturales, a los mercados, a la educación técnica y a la salud integral.
También exigen el fin de la violencia de género en todas sus formas, que en zonas rurales suele estar naturalizada o silenciada. Además, demandan que se escuche su voz en los espacios donde se toman decisiones que afectan sus vidas y sus territorios.
Las políticas públicas deben ser diseñadas con ellas y no para ellas, reconociendo su experiencia como fuente de conocimiento y no como objeto de asistencia. Es urgente fortalecer las redes territoriales, las escuelas rurales con perspectiva de género, los sistemas de cuidado comunitario y las plataformas de comunicación que permitan difundir sus luchas y logros. Solo así se podrá avanzar hacia un modelo de desarrollo rural que sea justo, inclusivo, sustentable y feminista.
Andrés Nievas
Técnico en manejo ambiental, consultor Ambiental y escritor para medios locales e internacionales sobre temas de geopolitica y medio ambiente.