MONITOREO Y ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN GEOPOLÍTICA EN EL MUNDO Y SU IMPLICANCIA EN LA PATAGONIA

No hacer la vista gorda ante el cambio climático

Bariloche – En general, solemos suponer que resolver el asunto del cambio climático es problema de las grandes potencias y que sus consecuencias, sólo se expresan en regiones alejadas de África o Asia. Nada de eso… El calentamiento global también se nota en Sudamérica con absoluta claridad pero lamentablemente, salvo el gobierno boliviano, el resto hace caso omiso a las informaciones que circulan y a las consecuencias que ya pueden advertirse.

Sin ir más lejos, el informe más reciente del IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático) contiene datos muy preocupantes para la región donde se inserta la Argentina. Señala para Sudamérica y también para Centroamérica, que la temperatura aumentó entre 0,7 grados y 1 grado desde mediados de los 70, incremento que ya provocó consecuencias en los ciclos hídricos, en la salud de los bosques y en la integridad de los arrecifes de coral.

De todas maneras, las proyecciones son más perturbadoras porque hacia 2100, la temperatura podría aumentar hasta 4 grados en Centroamérica y hasta poco menos de 7 en Sudamérica, tendencias que aseguran que los impactos sobre el ambiente y los ecosistemas continuarán. Para el caso de esta región, el panorama es sumamente grave, ya que el incremento que se prevé es muy sustantivo y supera el pronóstico de la media global.

Con las modificaciones que ya tuvieron lugar, se observaron cambios en los regímenes de precipitaciones, ingratas novedades que causaron alteraciones en los caudales de los ríos y en la disponibilidad de agua. El informe del IPCC destaca una tendencia al aumento de las lluvias en el sudeste de Sudamérica en términos anuales, hasta 0,6 milímetros diarios entre 1950 y 2008. Como contrapartida, en Centroamérica las lluvias decrecieron 1 milímetro entre 1950 y 2008.

Los cambios que son consecuencia del cambio climático e inciden en el ciclo del agua, afectarán la economía de la región y en consecuencia, los niveles de bienestar de la población humana. Es que las nuevas situaciones inciden en la agricultura, en la alimentación, en la salud y la generación de electricidad, entre otros factores. No hace falta demasiada agudeza para advertir de qué manera varias de estas situaciones se constatan en Bariloche y resto de la Patagonia.

Por ejemplo, el hielo y los glaciares andinos retroceden a un ritmo alarmante. En términos generales, la disminución oscila entre un 20 y un 50 por ciento de su tamaño, desde fines de los 70 hasta la actualidad. Esa retracción deberá necesariamente influir en el volumen de los caudales de los ríos. Las expectativas no son favorables, porque se aguarda que los glaciares se retraigan aún más y que inclusive, algunos desaparezcan por completo en un lapso que demandará entre 20 y 50 años.

Suele decirse y con razón que Sudamérica es un reservorio de importancia en materia de biodiversidad y la afirmación es certera. Pero la gran variedad de ecosistemas que comprende la región ya se encuentra debilitada por el corrimiento permanente de las fronteras agropecuarias, las actividades extractivas (mega-minería, hidrocarburos no convencionales, monocultivos agrícolas y forestales) y el crecimiento de la industrialización.

Se sabe que con el cambio climático elevará las tasas de extinción de las especies y la degradación de los ecosistemas. Entre otras consecuencias específicas, se calcula una sustitución abrupta e irreversible de los bosques y selvas amazónicos por vegetación de tipo sabana, apenas hacia mediados o finales del siglo.

¿No era la Amazonía el pulmón de la humanidad?

Con los modelos económicos que adoptaron e impulsan los gobiernos sudamericanos, sean progresistas o de derecha, la región se expone cada vez más a presiones que tienen que ver con el cambio del uso del suelo, la industrialización y la supuesta necesidad de incrementar las exportaciones hacia el mercado global. En consecuencia, buena parte de los ecosistemas sufre procesos de destrucción o degradación. Los que todavía persisten enfrentan amenazas, como el rápido crecimiento agrícola, ganadero, minero, la construcción de autopistas o rutas y la erección de hidroeléctricas.

Entre nosotros, la deforestación es la principal causa en la pérdida de ecosistemas y biodiversidad. También aparece como uno de los principales contribuyentes al cambio climático de la región. Se prevé que el calentamiento global repercuta en la productividad agrícola, circunstancia que indirectamente, tendrá importantes consecuencias en la seguridad alimentaria y en la economía de varios países. En términos argentinos lamentamos que estos asuntos, de insoslayable trascendencia, estén prácticamente ausentes del debate público y no figuren en la agenda de las fuerzas políticas que tienen chance de acceder al gobierno en 2015.

Por otro lado, hay que decir que el aumento del nivel del mar afectó y afectará a los sistemas costeros y marinos de toda América del Sur. Decenas de millones de personas viven en zonas costeras que están directamente expuestas a los fenómenos climáticos. La combinación entre cambio climático y sobrepesca, la contaminación, la llegada de especies invasoras y la destrucción de los hábitats, tendrá un efecto negativo en la biodiversidad y en la salud de tales ecosistemas.

El género humano está inmerso en esas modificaciones. Las condiciones socioeconómicas son diversas en los países de la región pero debe resaltarse que el 45 por ciento de la población centroamericana y el 30 por ciento de la sudamericana están bajo los límites de la pobreza. La situación se expresa en los niveles de acceso al agua potable, al saneamiento, la vivienda adecuada y los sistemas de salud. Estas vastas franjas de población son las más vulnerables ante el cambio climático.

Ya se sabe que los cambios en los patrones tienen consecuencias negativas para la salud humana. Factores como las alteraciones en las temperaturas y precipitaciones, se asocian a enfermedades respiratorias y cardiovasculares. También a las enfermedades que se transmiten por vectores y a través del agua (malaria, dengue, fiebre amarilla, cólera y otras diarreicas), hantavirus y rotavirus, entre otras. El asunto es demasiado importante como suponer que no nos corresponde actual al respecto, tanto en términos colectivos como individuales.

FUENTE: El Cordillerano

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