LA PAMPA.- Walter Muiño, doctor en Ciencias Naturales, documentó el conocimiento de las plantas que son usadas con fines medicinales, las concepciones sobre la salud, las terapias aplicadas en la práctica de la medicina tradicional de esta comunidad y la interpretación del origen de las dolencias. El trabajo evidencia un proceso de erosión en estas prácticas y destaca la importancia de registrar los conocimientos populares y usos botánicos actuales e históricos, según consignó el sitio Argentina Investiga.
En un artículo anterior, Argentina Investigadio a conocer un estudio acerca de los recursos vegetales que son parte de la dieta de la población del extremo noroeste de La Pampa, así como sus métodos de obtención y sus formas de conservación. El trabajo, sin embargo, era más extenso y obordó el conocimiento de las plantas en relación a sus usos para la salud.
El estudio del uso medicinal de las plantas ha cobrado interés en la actualidad para evitar que se pierda el conocimiento de las comunidades locales en un contexto de aceleradas transformaciones sociales provocadas por la globalización: hoy las costumbres y conocimientos tradicionales, basados en la utilización de los recursos naturales, se transforman rápidamente. También, el creciente interés por la etnobotánica medicinal se debe a la oportunidad que ofrece esta disciplina para descubrir novedosas fuentes de compuestos químicos que son utilizados por la industria farmacéutica para elaborar medicamentos.
La investigación desarrollada por Muiño, docente de la cátedra de Biología de Plantas, determinó que los pobladores de La Humada y Chos Malal que fueron consultados para este estudio utilizan plantas con fines medicinales de unas 90 especies diferentes. El 63% corresponden a plantas silvestres recolectadas, el 17% a cultivadas y el 20 % son adquiridas en comercios o a través de intercambios con vecinos y familiares de otras áreas, como el sur mendocino donde el contacto es muy fluido. El trabajo destaca que la jarilla (Larrea divaricata), especie nativa, es la planta con mayor diversidad de usos medicinales empleados por las habitantes.
a investigación indagó para qué dolencias se utilizan las plantas. Muiño resaltó que la población local refiere a las enfermedades “naturales”, producidas por desequilibrios orgánicos o por la interacción entre el organismo y el ambiente, y a las “impuestas”, en el que el agente causal es una persona que ejerce un daño o mal a otra con o sin intencionalidad. Los “empachos”, “pasmos”, “resfríos”, “aires” son dolencias características de las primeras, mientras que las “ojeaduras”, “daños” y la “istericia”, son las más habituales entre las segundas.
Terapéutica.
En el mundo de la medicina tradicional rural y criolla se aplican modelos de terapias de distinto origen. En este estudio los pobladores utilizan algunas de origen extractivo o de transferencia. En otros casos, las terapias que se usan para las dolencias consisten en restablecer el equilibrio perdido a través de la aplicación de una planta u otro elemento de naturaleza opuesta a la dolencia, que en estos casos es de carácter cálido o fresco. Este tipo de terapia es de antigua raigambre en la medicina popular, señala Muiño. “El concepto de enfermedad en los pueblos criollos de latinoamérica se representa a través de lo que en antropología se denomina el síndrome cálido-fresco: la búsqueda de un equilibrio perdido que tiene que ver con una cuestión térmica, que atribuye dolencias de origen cálido o frío y que se contrarrestan con un tratamiento a través de la aplicación de un recurso animal, mineral o vegetal de características opuestas al origen de esa enfermedad”. Y destaca que este esquema explicativo se presenta en forma desarticulada e incompleta en la zona cuando se los compara con estudios etnobotánicos de otras regiones de Argentina.
Las plantas se administran según el tipo de dolencia. En las inflamaciones se aplican lavajes, fricciones o paños embebidos en infusiones acuosas de plantas, cuya temperatura puede variar según la afección. Las de origen cálido se tratan con preparados frescos y viceversa, de acuerdo a los principios de oposición. Las cataplasmas, otra variante de tratamiento externo, consisten en la aplicación directa de la planta triturada y macerada. Se aplican en contusiones y fractura de huesos.
El estudio, que formó parte de la tesis doctoral de Muiño, revela que otras terapias se realizan por vía oral. Se destacan las infusiones denominadas como “te de” si se trata de una infusión caliente o “agua de” si la ingesta es a temperatura ambiente.
Las especies se recolectan, según la costumbre de los lugareños, en el momento de uso. Puede realizarse en cualquier época del año pero con las especies anuales y las de hojas caducas, la recolección se realiza en los meses de primavera y verano. Si la colecta se realiza cuando las hojas cayeron, la materia prima que se emplea son las raspaduras de los tallos. El nombre del producto a nivel local es “entrecáscara” y es utilizado en infusiones. Para el caso de las plantas cultivadas el trabajo señala que la recolección la debe realizar el propietario o la persona que en el predio se dedica a cultivarlas, lo que garantizaría el éxito de la terapia.No todas las partes de las plantas del oeste pampeano se utilizan para calmar las dolencias. En orden de importancia, en los tratamientos intervienen las partes vegetales aéreas, las raíces, rizomas y bulbos. En menor medida se usan las flores, frutos y semillas.
Agentes sanitarios.
La investigación describe que la práctica de la medicina local se realiza en el hogar y quienes tienen los conocimientos son los adultos, tanto varones como mujeres, que, además, los transmiten a los jóvenes. Muiño, también docente de Botánica I y II de la Facultad de Agronomía, destaca la figura del “yuyero” como la persona que se encarga del tratamiento de las dolencias, sean de origen natural o sobrenatural. Sin embargo, “actualmente se observan discontinuidades en esta práctica debido a la importante presencia de los programas de asistencia gubernamental y a la influencia del discurso de la medicina oficial que, con frecuencia, confronta con la práctica de la medicina tradicional”.
“En el pasado había muchos curanderos pero, en el momento de la investigación, solo una persona era considerada como ‘yuyero’ (la población no le otorgaba el estatus de curandero). También había otras que, sin que la gente los denominara de una manera específica, eran consultadas para solucionar determinados problemas, como ‘mal de ojos’, ‘empachos’, ‘culebrillas’”. A estas Muiño les atribuye el mote de “especialistas”. Al menos así lo manifestaba la gente, confiesa.
“Visión abierta”.
En la descripción que hace el docente e investigador, destaca la presencia de la posta sanitaria, integrada (en el momento en que fue realizado el trabajo) por un médico y una enfermera. El sistema de salud en La Pampa tiene una presencia activa en los pueblos, hay abastecimiento de medicamentos y en forma gratuita. “Entonces hay mucha gente que tiene una confianza muy marcada en la medicina oficial”, puntualiza el especialista.
Las entrevistas con el médico dejaron entrever una visión cerrada con respecto al uso terapéutico de las plantas. “No tenía buena llegada a la gente. Me tocó pocos años después continuar este mismo trabajo en Agua Escondida, Mendoza, y me sorprendí por la visión más abierta que tenían los agentes sanitarios de la Posta”. Y aclara: “que tuvieran una visión más abierta no significaba que aceptaran el dato de la medicina tradicional. Más bien eran proclives a buscar más información respecto a determinadas plantas, para saber si habían estudios fitoquímicos y si realmente los principios activos que podía tener una planta podrían estar relacionados con el uso que se le daba desde hace muchos años en la medicina tradicional. Entonces eso marca otra actitud por parte del profesional”.
Influencias de la religión en la pérdida de conocimiento.
En estas prácticas también intervienen símbolos y rituales del catolicismo. Pero cuando la investigación las compara con otras desarrolladas en regiones como el NOA y Cuyo, se detectó que la incidencia de esta religión en la población indagada es menor. Muiño hipotetiza que esta situación puede deberse a que la presencia en el área de estudio de la iglesia Católica es menor que en otras partes de Argentina, y a un avance en las últimas décadas de las iglesias Pentecostales. Si bien este aspecto no fue objeto de indagación, el docente no lo descarta como futura línea de investigación. Y explica que los fieles de este culto, al ser consultados, mostraron menos conocimiento y afinidad al uso de plantas con fines medicinales. Por las características de esta religión, la gente sostenía que las dolencias eran curadas por Dios y no por el yuyero. De esta manera, concluye Muiño, al perderse el uso de las especies vegetales en una o dos generaciones, desaparece el conocimiento en el hogar. “Y esto hay que sumarlo como un factor erosivo del conocimiento etnobotánico medicinal más”, finaliza.
La Jarilla, otras plantas y sus usos.
En el registro de las 90 especies elaborado por Muiño hay plantas nativas, endémicas y adquiridas. Aquel detalla el uso medicinal que le da la población local y el modo de administración de cada una de ellas. La especie nativa Larrea divarivata), conocida como jarilla, es la que más usos registra: se emplea en infusiones para mitigar resfríos, se aplica en paños sobre las quemaduras y, junto con el Tomillo (Acantholippia seriphioides) para los dolores articulares. Además, combinada con otra, denominada Melosa (Grindelia chiloensis), se usa como desinflamatorio, en fractura de huesos; entre otros usos.
La especie endémica Pañil (Buddleja araucana) se consume para el dolor de estómago e hígado, como infusión; las cenizas de Piquillín (Condalia microphylla), también endémica, para atenuar la picazón producida por las ampollas de la varicela; el Solupe Frutero (Ephedra ochreata) se usa para cataplasmas junto a tinturas de árnica en contusiones y torceduras; y el Té pampa (Thelesperma megapotamicum) para controlar la presión sanguínea y con fines digestivos; entre otras especies y usos.