Juan Francisco Basgall, creador de BiciDidáctica, comparte en esta primera entrega su aventura de dos meses pedaleando por la Patagonia. Un recorrido que une la reflexión, la conservación y la pedagogía.
Luego de los preparativos, transité los momentos previos a la salida, que también forman parte del viajar. Mi aventura patagónica comenzó en la localidad neuquina de Zapala. Aclaro: en mi experiencia siempre fue mejor la apreciación del espacio. Los mapas fueron de ayuda, pero sólo me orientaron y me aproximaron a ese territorio desconocido, pedazos de tierra que empecé a rodar y sentir.
Fueron kilómetros y kilómetros, que en bicicleta se convierten en un aprendizaje continuo. Busqué ser consciente durante el recorrido, para generar un conocimiento interno y personal. Fue una puesta a prueba, donde desafié mis propias limitaciones, prejuicios y temores, que han sido inventos de mi propio ser. Valoré hasta lo más sencillo de las cosas(materiales e intangibles) que me rodeaban.
Busco mediante mi experiencia la valoración y preservación medioambiental
Ese crecimiento y aprendizaje vivencial, basado en este pedalear, poco sentido tendría para mí si no lo comparto con la comunidad mundial donde habito. Por eso quiero comunicar mi experiencia de vida durante de mi travesía patagónica. Mi interés por la conservación y protección del medio ambiente orientará mi relato y, por ello, haré énfasis en los recursos naturales de cinco parques nacionales. Busco mediante mi experiencia la valoración y preservación medioambiental, además del fomento de una actividad turística socialmente responsable.
Comencé la travesía con mi amigo Marcos Scienza. Estuvimos juntos desde Zapala (Neuquén) hasta Villa La Angostura. Luego continué solo, pasando por Bariloche, Bolsón, Parque Lago Puelo y Arrayanes.
El primer día
Escucho en mi cabeza un “¡Vamo´ ché!”, y en ese momento tomo consciencia de estar al fin sobre la ruta. Empezamos a pedalear y a poner en movimiento este sueño en bicicleta. La motivación del primer día da como resultado una jornada intensa de nueve horas de pedaleo, parando solo para tomar agua, saborear algún caramelo o darle bocados al sándwich improvisado que preparamos antes de comenzar.
Preveíamos recorrer aproximadamente cincuenta y cinco kilómetros de asfalto parejo en no más de cinco horas. Sólo estimábamos un imperceptible ascenso sobre el nivel del mar en los últimos quince kilómetros, antes de llegar al destino del día. Cruzábamos los dedos y esperábamos que el viento cordillerano, que estila cruzar sin barrera alguna por los inmensos campos de vegetación achaparrada, no nos recibiera de frente. Sin embargo, el día se hizo largo, con interminables subidas. Pero ver esas manchas verdes allá a lo lejos, esos primeros pehuenes después de tanta estepa árida, fue el gran empujón para nuestro ánimo.
Nuestro destino era el paraje Primeros Pinos. El parador “San Sebastián” fue el punto de llegada. Llegamos al atardecer y con las últimas pilas que nos quedaban armamos la carpa, elongamos el cuerpo y nos instalamos en el comedor, dispuestos a comer todo lo que estuviera a nuestro alcance. Ya la noche se avecinaba con un frío viento, y entre muecas de risas en nuestras caras agotadas, comimos rápido para ir a dormir y descansar.
Los desafíos
Al día siguiente pretendíamos avanzar, pero las condiciones eran adversas. Las piernas estaban fatigadas y me nos dimos cuenta de que no sólo era por el cansancio, sino también por la falta de alimentos. Además, el camino era de tierra y areniscas; debíamos ascender unos trescientos metros más sobre el nivel del mar, y el viento comenzó a descender por la cordillera, generando una barrera invisible pero perceptible.
Fue un día duro, pedaleamos como pudimos. Al llegar a Villa Alpina sentimos una gran satisfacción. Hacía frío y nos decían los habitantes que el viento continuaba de forma atípica. Era 24 de diciembre, y sin darle trascendencia a la tradición, nuestra prioridad y necesidad era descansar.
Uno, dos, tres días nos quedamos descansando en una casa, hasta que retomamos fuerzas, reorganizamos el equipaje y seguimos la ruta hacia los lagos Moquehue y Ñorquinco.
Nos esperaba un camino de profunda soledad, pero de inmensas maravillas naturales ¡Allá vamos! Hasta la próxima
Juan Francisco Basgall: creador de BiciDidáctica, una iniciativa sin fines de lucro, que busca a través de la “bici” mostrar un aprendizaje vivencial. Cuenta con formación profesional en Turismo y Educación. Cada recorrido que realiza tiene un mensaje pedagógico y de conservación. Como afirma en los principios de BiciDidáctica: se trata de una “alternativa de transporte, aprendizaje y valorización medioambiental, motor de preceptos basados en la sustentabilidad”.
Luego de los preparativos, transité los momentos previos a la salida, que también forman parte del viajar. Mi aventura patagónica comenzó en la localidad neuquina de Zapala. Aclaro: en mi experiencia siempre fue mejor la apreciación del espacio. Los mapas fueron de ayuda, pero sólo me orientaron y me aproximaron a ese territorio desconocido, pedazos de tierra que empecé a rodar y sentir.
Fueron kilómetros y kilómetros, que en bicicleta se convierten en un aprendizaje continuo. Busqué ser consciente durante el recorrido, para generar un conocimiento interno y personal. Fue una puesta a prueba, donde desafié mis propias limitaciones, prejuicios y temores, que han sido inventos de mi propio ser. Valoré hasta lo más sencillo de las cosas(materiales e intangibles) que me rodeaban.
Busco mediante mi experiencia la valoración y preservación medioambiental
Comencé la travesía con mi amigo Marcos Scienza. Estuvimos juntos desde Zapala (Neuquén) hasta Villa La Angostura. Luego continué solo, pasando por Bariloche, Bolsón, Parque Lago Puelo y Arrayanes.
El primer día
Escucho en mi cabeza un “¡Vamo´ ché!”, y en ese momento tomo consciencia de estar al fin sobre la ruta. Empezamos a pedalear y a poner en movimiento este sueño en bicicleta. La motivación del primer día da como resultado una jornada intensa de nueve horas de pedaleo, parando solo para tomar agua, saborear algún caramelo o darle bocados al sándwich improvisado que preparamos antes de comenzar.
Preveíamos recorrer aproximadamente cincuenta y cinco kilómetros de asfalto parejo en no más de cinco horas. Sólo estimábamos un imperceptible ascenso sobre el nivel del mar en los últimos quince kilómetros, antes de llegar al destino del día. Cruzábamos los dedos y esperábamos que el viento cordillerano, que estila cruzar sin barrera alguna por los inmensos campos de vegetación achaparrada, no nos recibiera de frente. Sin embargo, el día se hizo largo, con interminables subidas. Pero ver esas manchas verdes allá a lo lejos, esos primeros pehuenes después de tanta estepa árida, fue el gran empujón para nuestro ánimo.
Nuestro destino era el paraje Primeros Pinos. El parador “San Sebastián” fue el punto de llegada. Llegamos al atardecer y con las últimas pilas que nos quedaban armamos la carpa, elongamos el cuerpo y nos instalamos en el comedor, dispuestos a comer todo lo que estuviera a nuestro alcance. Ya la noche se avecinaba con un frío viento, y entre muecas de risas en nuestras caras agotadas, comimos rápido para ir a dormir y descansar.
Los desafíos
Al día siguiente pretendíamos avanzar, pero las condiciones eran adversas. Las piernas estaban fatigadas y me nos dimos cuenta de que no sólo era por el cansancio, sino también por la falta de alimentos. Además, el camino era de tierra y areniscas; debíamos ascender unos trescientos metros más sobre el nivel del mar, y el viento comenzó a descender por la cordillera, generando una barrera invisible pero perceptible.
Fue un día duro, pedaleamos como pudimos. Al llegar a Villa Alpina sentimos una gran satisfacción. Hacía frío y nos decían los habitantes que el viento continuaba de forma atípica. Era 24 de diciembre, y sin darle trascendencia a la tradición, nuestra prioridad y necesidad era descansar.
Uno, dos, tres días nos quedamos descansando en una casa, hasta que retomamos fuerzas, reorganizamos el equipaje y seguimos la ruta hacia los lagos Moquehue y Ñorquinco.
Nos esperaba un camino de profunda soledad, pero de inmensas maravillas naturales ¡Allá vamos! Hasta la próxima
Juan Francisco Basgall: creador de BiciDidáctica, una iniciativa sin fines de lucro, que busca a través de la “bici” mostrar un aprendizaje vivencial. Cuenta con formación profesional en Turismo y Educación. Cada recorrido que realiza tiene un mensaje pedagógico y de conservación. Como afirma en los principios de BiciDidáctica: se trata de una “alternativa de transporte, aprendizaje y valorización medioambiental, motor de preceptos basados en la sustentabilidad”.