Fuentes históricas de fines del siglo XIX consignan la presencia del ciervo autóctono en espacios de estepa, pero hace tiempo que dejó de migrar. ¿Por qué? En la Argentina, solo quedan entre 350 y 500.
Adquirió trascendencia nacional el nacimiento de un huemul macho en cautiverio, que se produjo en una estación sita en Chubut. En realidad, el alumbramiento se concretó en noviembre último, pero se dio a conocer a mediados de la semana que finaliza. ¿Por qué se anunció con tono festivo? Porque se trata de una especie en serio peligro de extinción. ¿Qué o quiénes son los responsables de poner al huemul contra las cuerdas?
El informe más actualizado que difundió el CONICET data de julio último e introduce que “en tiempos modernos se conceptualizó equívocamente al huemul (Hippocamelus bisulcus) como una especie adaptada al bosque y exclusivamente a la alta montaña, con ambientes rocosos y fuertes pendientes”. Sin embargo, un estudio que publicaron especialistas en la revista Conservation “pone en crisis este concepto”.
Según las más recientes averiguaciones, “el huemul no es distinto a otros cérvidos” y “la causa de su disminución extraordinaria se debe a la presión antrópica histórica y prehistórica que resultó en su expulsión de buena parte de su territorio original en la península patagónica (sic) y lo dejó sobrevivir exclusivamente en refugios del bosque andino alto”. El principal autor del trabajo es Werner Flueck, quien se desempeña en el Parque Nacional Nahuel Huapi y también fue interlocutor de la prensa a raíz del nacimiento.
“La pérdida de las tradiciones migratorias del huemul a raíz de la sobrecacería en el pasado y el establecimiento de poblaciones humanas en zonas habitadas por estos animales puso a esta especie en peligro de extinción”, indica Flueck. En consecuencia, “la reclusión obligada a regiones de los Andes, en zonas clasificadas como veranadas, sería un factor que explicaría la disminución de su población y la alta proporción de ejemplares con afección del esqueleto y baja longevidad”, completa el informe del CONICET.
Sigue Flueck: “Los datos históricos encontrados demuestran que en el pasado el huemul tuvo miembros que migraron estacionalmente pasando de zonas andinas boscosas, clasificadas como veranadas, a regiones no boscosas de la península patagónica durante los inviernos. Incluso, en esta zona de invernadas, se estima que muchos grupos de huemules se comportaban como residentes anuales, compartiendo hábitat con guanacos y choiques, u otros animales esteparios. En tal sentido su comportamiento es muy similar al de otros cérvidos”.
El autor también investiga para el Instituto Suizo de Salud Tropical y Pública (Basilea). El reporte trae a colación que Francisco Moreno había relatado en 1898 avistamientos de huemules en zonas no boscosas de la Patagonia y que, llamativamente, no huían a pesar del peligro que corrían. Carl Martin, alemán al servicio del gobierno de Chile en las épocas de la delimitación, también consignó al año siguiente que, en una zona de estepa con retazos de bosque bajo y abierto, miembros de su expedición avistaron considerables grupos de huemules y se alimentaron de su carne durante semanas.
Flueck y colegas colocaron radio collares (uno con GPS satelital) en seis huemules: tres hembras y tres machos. Se trata de individuos que viven en el Parque Protegido Shoonem, el mismo sitio donde se produjo el reciente alumbramiento. “Los huemules radiomarcados y geolocalizados permanecieron todo el año en pequeños rangos territoriales con mínimos movimientos altitudinales estacionales. Constatamos así que es el único cérvido en el mundo que habita veranadas de las cordilleras montañosas durante todo el año como reacción a las actividades antropogénicas”, destacó el especialista.
“Sin embargo, la anatomía del huemul demuestra que está adaptado a praderas (áreas abiertas desforestadas). Desafortunadamente la presencia humana lo alejó de sus tradiciones migratorias. Este cambio disminuyó sus tasas de reproducción y alteró de manera perjudicial su salud”, lamentó el investigador. Del lado argentino de la cordillera, solo quedan entre 350 y 500 huemules.
En las zonas de veranada, la calidad nutricional del forraje es menor en comparación con las zonas de invernadas, adonde los huemules no tienen acceso por la presencia humana y porque perdieron la costumbre de migrar. “Los pocos casos donde un huemul baja a un valle, generalmente no sobrevive por ataques de perros, caza o accidentes con vehículos. Por esta razón, la mayoría de las subpoblaciones existentes de huemules habitan en áreas montañosas remotas, poco atractivas para los asentamientos humanos y de poco valor para la agricultura o la silvicultura”. Pareciera que responsables de poner al huemul en peligro de extinción, somos todos.
Fuente: www.elcordillerano.com.ar