Buenos Aires, Argentina, 5 de mayo de 2025. ¿Te ha pasado sentir angustia, miedo o tristeza al leer noticias sobre incendios forestales, sequías extremas o deshielos en los polos? No estás solo. Cada vez más personas experimentan un fenómeno silencioso pero creciente: la ecoansiedad. Un término que, aunque aún no forma parte de los manuales de psiquiatría tradicionales, ya está moldeando la forma en que millones de personas —especialmente jóvenes— perciben su presente y su futuro frente a la crisis ambiental.
¿Qué es la ecoansiedad y por qué se habla tanto de ella?
La ecoansiedad es una respuesta emocional natural frente al deterioro ambiental, caracterizada por una mezcla de ansiedad, impotencia, culpa e incluso desesperanza ante los efectos visibles del cambio climático. Si bien no se considera un trastorno mental clínico, su reconocimiento por profesionales de la salud mental ha ido en aumento debido a su impacto significativo en la calidad de vida de quienes la padecen.

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Este fenómeno ha saltado a la agenda mediática y científica a raíz del creciente número de jóvenes que reportan síntomas de angustia relacionados con la situación climática. Estudios recientes en Europa y América Latina advierten que más del 60% de los adolescentes siente que los gobiernos no hacen lo suficiente para proteger el planeta, lo que alimenta su ansiedad.
¿Qué genera ecoansiedad?
La ecoansiedad no surge de la nada. Las personas están cada vez más expuestas a noticias sobre olas de calor, eventos climáticos extremos, pérdidas de biodiversidad y falta de políticas efectivas. Esta sobreexposición mediática, sumada a la falta de respuestas estructurales, genera una sensación de urgencia sin salida. Quienes la padecen suelen manifestar pensamientos recurrentes sobre el futuro del planeta, angustia al pensar en tener hijos, o cambios drásticos en su estilo de vida para reducir su impacto ambiental.
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¿Quiénes son los más afectados?
Aunque cualquier persona puede experimentar ecoansiedad, los jóvenes entre 15 y 35 años son los más vulnerables. Crecieron en una era donde el cambio climático dejó de ser una predicción para convertirse en una realidad. Están altamente conectados, informados y, muchas veces, desilusionados por la falta de acción global. Pero también los profesionales de la salud, activistas, educadores y personas con una fuerte conciencia ecológica son propensos a experimentarla.

Síntomas de la ecoansiedad: más comunes de lo que imaginas
Los síntomas pueden incluir insomnio, preocupación constante, sensación de inutilidad, irritabilidad, dificultades de concentración e incluso ataques de pánico. A nivel físico, la ecoansiedad puede manifestarse como tensión muscular, fatiga crónica o problemas digestivos, todos relacionados con el estrés prolongado.
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El impacto del cambio climático en la salud mental
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha advertido que el cambio climático representa una amenaza para la salud mental global. Los desastres naturales no solo provocan desplazamientos y pérdidas económicas, sino también traumas psicológicos profundos. Las personas que han vivido incendios forestales o inundaciones masivas reportan niveles de ansiedad postraumática similares a los de contextos bélicos.
Afrontar la ecoansiedad: del colapso al compromiso
A pesar del miedo y la angustia, existen estrategias efectivas para lidiar con la ecoansiedad. Una de ellas es reconectar con la acción colectiva. Participar en movimientos ambientales, sumarse a campañas de reforestación, reducir el consumo, fomentar la educación ecológica y apoyar políticas sostenibles son formas de transformar la preocupación en activismo. Esta transformación es clave para restaurar el sentido de control.

La importancia de hablar de lo que sentimos
El silencio muchas veces agrava el problema. Compartir lo que sentimos respecto a la crisis ambiental permite crear redes de apoyo emocional. Grupos de contención ecológica, círculos de escucha comunitaria y terapias específicas para la ecoansiedad comienzan a surgir como recursos valiosos.
¿Puede ser útil acudir a terapia?
Sí. La ecoansiedad, como cualquier otra forma de ansiedad, se puede abordar con ayuda profesional. Psicólogos y psiquiatras especializados en salud ambiental recomiendan terapias basadas en la aceptación, el mindfulness y la resiliencia climática. Estas prácticas ayudan a normalizar el miedo sin dejarse paralizar por él.

Ecoesperanza: ¿existe una salida emocional a la crisis?
Un concepto complementario es el de ecoesperanza. No se trata de negar la gravedad del problema, sino de enfocarse en las posibilidades de cambio. La esperanza activa es un motor para transformar la ansiedad en resiliencia, y la desesperanza en responsabilidad colectiva. Cultivar este estado emocional es esencial para la salud mental y para mantenernos motivados en tiempos difíciles.
¿Cómo hablar de ecoansiedad con niños y adolescentes?
En lugar de evitar el tema, se recomienda abordarlo con honestidad, adaptando la información a su edad y nivel de comprensión. Los niños necesitan saber que sus emociones son válidas y que existen formas de cuidar el planeta. Fomentar el contacto con la naturaleza, el arte, el juego y el pensamiento crítico son recursos poderosos para fortalecer su resiliencia emocional.
El rol de los medios de comunicación
Los medios tienen una gran responsabilidad en la forma en que presentan la información ambiental. El periodismo climático debe evitar el catastrofismo excesivo y apostar por narrativas que inspiren, eduquen y movilicen. Mostrar soluciones, historias de transformación y avances en ciencia verde también es parte del enfoque.
Lo que podemos hacer como individuos
Cambiar hábitos personales —como reducir el consumo de plástico, usar transporte público, comer menos carne o elegir energías renovables— tiene un doble efecto: mejora el impacto ambiental y disminuye la sensación de impotencia. Cuando actuamos, aunque sea a pequeña escala, enviamos una señal a nuestro cerebro de que sí podemos influir en lo que nos rodea.
¿La ecoansiedad es una señal de salud?
En cierto sentido, sí. La ecoansiedad no es una patología en sí misma, sino una respuesta emocional adaptativa frente a un peligro real. Es la forma que tiene nuestra mente de decirnos que algo no está bien, que necesitamos reaccionar y cuidar aquello que amamos: la vida en todas sus formas.
La crisis climática como oportunidad de evolución
Aunque parezca paradójico, la crisis climática puede ser una puerta a una transformación más profunda: cultural, espiritual, económica y social. La ecoansiedad puede convertirse en una fuerza movilizadora hacia nuevas formas de vivir, producir y relacionarnos. El cambio empieza en nuestras emociones, en cómo las entendemos, las canalizamos y las compartimos.
De la ansiedad a la acción consciente
La ecoansiedad llegó para quedarse, pero también para mostrarnos que nos importa el planeta. En un mundo cada vez más afectado por el cambio climático, aprender a lidiar con nuestras emociones no es un lujo, sino una necesidad. Reconocerlas, compartirlas y actuar desde ellas puede ser el primer paso para sanar no solo nuestra mente, sino también nuestro entorno.