Santa Cruz.-En la provincia de Santa Cruz, el Parque Nacional Patagonia es el único lugar del mundo donde aún se puede conocer al Macá tobiano, un ave acuática en peligro de extinción que mantiene alerta a toda la comunidad animalista internacional.
Inaugurado en 2014, el Parque Nacional Patagonia se encuentra en la zona de la Meseta del Lago Buenos Aires, al sur de las localidades de Los Antiguos y Perito Moreno, en el noroeste de la provincia de Santa Cruz. Si bien se puede visitar, es necesario coordinar previamente con las autoridades, ya que Parques Nacionales aún no ha establecido un plan para la recepción de turistas. Este patrimonio natural representa una gran oportunidad de desarrollo para las poblaciones locales, en las que el turismo jugará un rol importante en los próximos años junto a la importante marca Patagonia. Sin embargo, más allá de su impactante belleza y su valor simbólico, este parque es el hogar de una especie endémica argentina en peligro de extinción: el Macá tobiano.
Esta ave acuática fue descubierta por el naturalista Mauricio Rumboll en 1974, y desde entonces diversas organizaciones han trabajado incansablemente en el estudio y comprensión de esta especie. Sin embargo, en los últimos años se registró una baja importante en la cantidad de animales, al punto tal, que al día de hoy se contabilizan sólo unos 800 ejemplares. “Si no se toman las medidas correctas para asegurar su preservación, podríamos quedarnos sin el macá”, asegura Hernán Casañas, uno de los líderes del proyecto llamado “Salvemos al macá tobiano”.
El esfuerzo de ONGs como Aves Argentinas, Fundación Flora y Fauna y Ambiente Sur, en conjunto con la Administración de Parques Nacionales, han conseguido que el Parque Nacional Patagonia le garantice un espacio vital al macá tobiano. Durante el frío invierno, cuando las lagunas se congelan, estos animales migran hacia la costa Atlántica, más precisamente a los estuarios de los ríos Santa Cruz, Coyle y Gallegos.
Para armar sus nidos y alimentar a sus crías durante los primeros meses de vida, esta ave zambullidora ha elegido la zona del Parque Nacional Patagonia. Es muy común ver a los padres llevando sus pichones sobre el lomo, mientras que el otro integrante de la pareja se zambulle en busca de invertebrados y caracoles para abastecer al pequeño. Cada pareja pone dos huevos, sin embargo, generalmente solo una cría es cuidada y alimentada por sus padres. Muchos científicos, fotógrafos, investigadores, observadores y voluntarios, se dan cita cada año en el parque para vibrar el pasado, presente y futuro de este animal. En la estación biológica base, que se encuentra a escasos kilómetros de las lagunas, se siente permanentemente la preocupación constante de todos aquellos que están ligados a este proyecto de conservación.
Contemplar al maca
La laguna El Cervecero es uno de los puntos de observación más cercanos a la estación biológica. Hasta allí se llega únicamente en camionetas 4×4, porque los desniveles del terreno, los cruces de ríos y las zonas pedregosas complican el trayecto en auto. Ya sobre los veriles de la laguna se divisa claramente a los biólogos que durante toda la temporada, en períodos de 15 días por grupo, hacen guardia para analizar los comportamientos de las aves. Carpas, bolsas de dormir para temperaturas de 20 grados bajo cero, elementos de cocina y, sobre todo, mucha ropa de abrigo y rompeviento, son los objetos básicos para la vida de estos observadores.
Por las mañanas, mucho antes de que salga el sol, comparten el mate y planifican las tareas diarias. Horas más tarde, recorren los veriles de las lagunas. Los animales son censados en forma diaria y se los cuida de las especies exóticas (no originarias de la zona, que fueran insertadas por el hombre) como los visones americanos, truchas y las gaviotas, que si bien son nativas, también son muy nocivas para el macá. Para tener una idea, un solo visón puede acabar con toda la población de macaes de una laguna, y es sólo uno de los tantos peligros que esta ave enfrenta día a día. Las truchas, por su parte, le quitan la calidad al agua y compiten con el alimento de los macaes; y las gaviotas, al revolotear cerca de las colonias, generan un pánico general, ya que se comen sus huevos y crías. Luego de la recorrida en la laguna El cervecero, la vuelta a la estación biológica es más que interesante. Hay que seguir una huella casi inexistente que abre el camino por el suelo árido y marca la dirección; es muy fácil perderse porque todo el paisaje, aunque es hermoso, es muy monótono. Antes que llegue la noche, el sol se intenta mostrar por última vez entre la densa y profunda masa de nubes, sus rayos tocan el suelo y crean colores atrapantes. Un grupo de biólogos vuelve a la estación sabiendo que la tarea del día fue realizada. Otros preparan sus comidas en las carpas. Mientras el macá siga ahí, todos los colaboradores de este exitoso proyecto también lo harán.
Comida casera y canciones al compás de la guitarra de Pablo Hernández, el guardaparques del proyecto, ayudan a recuperar fuerzas para que al día siguiente todo vuelva a comenzar. Los visitantes, sin embargo, siguen su camino por los caminos patagónicos en busca de vistosas ciudades cercanas como Los Antiguos, El Chaltén, Gobernador Gregores y El Calafate. Sin embargo, hay una pregunta en común que se hace todo aquel que se sienta frente al macá tobiano: ¿Podremos salvarlo?
Para participar, colaborar y recibir más información sobre la situación de esta especie, visite la fan page facebook.com/salvemosalmacatobiano.
Fuente: Cronista