Neuquén.- Los Silosa son una familia muy especial. Cualquiera diría que a pesar de que tienen los pies en la tierra, sus vidas son una aventura donde ser emprendedores y amantes de la cultura forma parte de un perfecto secreto que queda entre los amigos que frecuentan su casa.
Viven en Centenario y desde hace unos meses se dedican a fabricar escobas a las que llaman ecológicas. Juntan botellas de la barda y con una máquina fabricada por su padre, Carlos Silosa (52), se encargan de ensamblar el plástico reciclado con el que arman sus productos, que ya venden por Facebook.
La familia le encontró la vuelta a la falta de trabajo ya que sólo el padre trabaja en la construcción. Como no tiene un trabajo fijo, todos los integrantes se las ingenian para hacer algo y aportar en casa.
“Nos enseñaron valores, de pelearla en la vida, siempre estamos haciendo cosas”, dijo Lucas (27) a LM Neuquén, quien junto con su hermano Andrés (33) y su madre María Cristina (59) tienen el emprendimiento Eco.Bas, que tiene su propia página en las redes.
La aventura comenzó hace unos meses cuando vieron por internet cómo a través de una máquina fileteadora se armaban escobillones de plástico reciclado. En un tutorial, la familia observó que no sólo podían armar un pequeño negocio, sino también contribuir a limpiar el medioambiente.
En Centenario es conocido cómo proliferan algunos basurales en la meseta, y los Silosa y algunos amigos se dedican a recolectar botellas para armar las escobas que, a su juicio, no tienen desgaste.
“Cada uno tiene un rol diferente, mi papá se dedica a lavar las botellas y traerlas; Andrés, al fileteado, y yo las enrosco con mi mamá”, añadió Lucas, quien hizo un prueba de cómo ensamblar las partes de un escobillón en unos minutos.
Por ahora, la familia está “haciendo stock” para poder meter los escobillones en el mercado. Mientras tanto, venden algunos a conocido por internet y toman pedidos de quienes se enteran por las redes sociales de la iniciativa.
“Por persona se tiran entre cuatro y cinco botellas de plástico. Te das una vuelta por la cuadra y ya tenemos el material para trabajar”, dijo Andrés, quien sostuvo que por semana recolectan al menos 150 botellas de gaseosa o soda.
Los Silosa aprendieron por prueba y error hasta perfeccionar el método y sacar un escobillón de calidad. Armaron una máquina que en un principio no funcionaba del todo bien, y después de dos meses pudieron sacar un producto.
Amantes del cine
Pero los Silosa no sólo quieren vivir de este emprendimiento ecológico. Por su venas corre una sangre que hierve por la cultura y los libros. Los hermanos tienen un sitio cultural donde se dedican a hacer fanzines, contar historias y escribir críticas periodísticas de cine alternativo.
Cada tanto, hacen fanzines y revistas que ellos mismos se encargan de imprimir y las venden en el barrio, con historias locas.
“Esto lo sacamos de mi papá, que lee mucho, acá en casa nomás tenemos como si fuera un cineclub”, explicó Lucas, quien mostró con orgullo un proyector y una pantalla en un extenso living, donde los fines de semana hacen ciclos de cine para los amigos.
La familia no pierde la esperanza de que algún día pueda concretar sus sueños. Mientras tanto, todos los días aportan un grano de arena e intentan revertir un presente que no puede ser tan trágico si hay unión y organización familiar. Un sueño ecológico que puede darles un vuelco a sus vidas.
20 escobas en promedio fabrica la familia por día.
No es un proceso industrial sino que trabajan en familia en la casa. Desde cortar el plástico, descartar las botellas que no se pueden usar, cocinar el plástico en el horno para endurecerlo hasta el proceso de armado. El sueño de la familia Silosa es poder dar trabajo y construir una pyme. Tienen que hacer un estudio de mercado y diversificar.
Un trabajo de calidad artesanal
“Estas escobas no las fabrica nadie, porque duran mucho, son de calidad”, se le escucha decir a Andrés Silosa, mientras encaja a presión cada una de las escobillas en el soporte de madera. Es un trabajo artesanal que lleva tiempo, pero la familia ya le encontró la vuelta. Un día “pelan botellas” durante horas, otro día encajan las escobillas, y también se hacen un tiempo para recolectar botellas y vender los productos por las redes sociales.