Cuando decidió postularse al Servicio Meteorológico Nacional, Noemí Troche tenía el sueño de conocer la Antártida, donde es pronosticadora en un equipo de expertos en meteorología aeronáutica y científica, que hoy celebran el Día Meteorológico Mundial en la Base Marambio con el desafío de obtener datos precisos para que en el aeródromo aterricen sin inconveniente helicópteros y aviones ante los bruscos cambios del clima.
Por eso, “el desafío de mi profesión el poder ir a la mayor exactitud posible en la previsión de los pronósticos”, enuncia.
El día está dedicado a la actividad en conmemoración al 23 de marzo de 1950, cuando fue constituida la Organización Meteorológica Mundial con 30 países miembros que actualmente suma 185 estados.
Marambio recibe en su pista de 1.100 metros a los aviones Hércules C-130 y Twin Otter y a los helicópteros MI17 y Bell, prestando la logística aeronáutica para la distribución de los científicos en el resto de las bases durante la Campaña de Verano, y el repliegue de los militares estacionados anualmente.
Haciendo pronóstico (probabilidad de ocurrencia) y observación (meteorología del lugar), en la oficina meteorológica de Marambio trabajan las pronosticadoras Noemí Troche -experta en clima antártico- y Silvia Diomedi – especialista en meteorología para navegación aérea-, junto a Marcelo Cardoso -jefe de Estación Meteorológica- y los observadores Natalia Galeano, Nadia Peralta, Diego Reta, Omar Becerra y Marcos Corvalán.
Dando un salto al pasado, Troche evoca que la “llenaba de orgullo poder venir y trabajar acá: me postulé porque siempre tuve el sueño de conocer la Antártida”.
“Cuando ingresé como pronosticadora, me preguntaron dónde quería ir y yo dije ‘a la Antártida’. Y cuando me preguntaron por qué, dije porque es un lugar donde no puede venir cualquiera. Cuando uno quiere ir a Rusia, se compra un pasaje y va a Rusia. Pero a la Antártida, aparte de que es nuestra, a menos que uno vaya a trabajar en determinadas áreas, no se tiene acceso”.
“En 2006 me anoté y fui seleccionada. Yo no conocía Marambio ni lo que era la meteorología antártica, acá ya había otro pronosticador que tenía experiencia, tuve el doble comando un mes y después sí me largué a elaborar sola los pronósticos”, relata.
“Cuando yo llegué, llegaba el buque que venía a hacer la descarga anual, en ese tiempo estaba el Irízar. Fue una semana de mucha locura en cuanto que hay muchos vuelos de helicópteros desde el barco hacia la Base trayendo combustible y víveres, aparte del Hércules trayendo gente en el recambio de dotación”, continúa.
A Troche “toda esa locura, con días de 17 grados bajo cero y la gente afuera trabajando”, le sorprendía. Hasta que se levantó una mañana, y a medida de que iba caminando hacia la oficina por un pasillo con ventanitas vio todo blanco nevado. “Me agarró una emoción tan grande de caer en el lugar en que estaba y que había cumplido mi sueño, y me largué a llorar”.
“En esa temporada me quedé seis meses. Fue una experiencia única para mí, y me fui llorando porque me parecía que nunca más iba a volver”.
No obstante, volvió en varias oportunidades: “seis meses del 2008 y todo un año en 2010-2011 (el plazo de la dotación comienza en octubre).
“A partir de entonces empecé a hacer entre 2011 y 2015 el apoyo meteorológico desde Río Gallegos para los cruces de los Hércules y bueno, aquí estoy”, celebra tras retornar como apoyo de la campaña científica de verano para un plazo de cuatro meses.
Suelo salir a caminar por el sector de pista -1.100 metros- y he bajado cuando salimos en grupo hasta la playa, fuimos a la pingüinera o hacia la vista del Cokbur pero siempre acompañados de un grupo de gente porque acá el clima es muy cambiante. Uno tiene que preguntar cada vez que sale cómo está la meteorología y avisar en comunicaciones la cantidad de personas que salen a caminar.
Acerca de predecir lo impredecible, como lo son los eventos climáticos, la meteoróloga reivindica que “gracias a la tecnología y la informática, hoy en día podemos tener una mejor previsión del tiempo”.
“Se ha mejorado la calidad de los pronósticos en toda Argentina, también en la zona antártica, con internet en un ancho de banda más alto que permiten bajar una cantidad de modelos en el menor tiempo posible y recibir los datos de las otras bases no en tiempo diferido sino en tiempo real, lo que ayuda a elaborar un pronóstico con mayor exactitud”, balancea.
Como integrante de la comunidad antártica tan especial, esa pequeña aldea en la que ningún trabajo es superfluo o insignificante y donde todos dependen de todos, Troche considera “un desafío personal el hecho de cómo comportarse con los demás, con el que se vive las 24 horas. El tener una cierta contención hacia el otro, tener paciencia y tolerancia, y frenarse en contestar mal para lograr una mejor convivencia”.
“Hay que pasar la noche antártica con solamente cuatro horas de luz solar en mayo, junio y julio, con un sol que levanta a 30 grados saliendo por el este noreste y poniéndose por noroeste, que no calienta. En invierno hay temperaturas extremas muy bajas que ha llegado a 33 grados bajo cero de temperatura real, con 50 bajo cero de sensación térmica”, plantea.
Desde el continente, lo que la sostiene es una familia que la “banca” porque sabe que “este es un sueño mío y un desafío, lo que me ayuda a estar tranquila porque sé que del otro lado va a estar todo bien”. Internet le permite estar cerca de los amigos.
“Se va llevando pero es un gran esfuerzo, tanto para el que se queda acá en la zona antártica como para el que está en el continente, que se tiene que habituar a estar sin la presencia de uno. Es difícil, pero con el apoyo de todos, se puede lograr cumplir los sueños y los desafíos personales”, confirma la meteoróloga del confín helado.