BUENOS AIRES.- “Naturaleza, refugio y recurso del hombre”, una exposición multidisciplinaria que incluye obras de más de 45 artistas, argentinos y extranjeros, y que propone reflexionar sobre las energías renovables, el futuro del planeta y el impacto de la acción del hombre en la Tierra, abre sus puertas hoy a todo público en el CCK.
La propuesta expositiva se despliega a lo largo de diez salas del segundo y cuarto piso del antiguo Palacio de Correos, un total de 2.900 metros cuadrados que albergan los más diversos soportes como instalaciones de site specific, pinturas, esculturas, intervenciones, performances, videoarte y fotografía que abordan temáticas como el agua, el aire, la tierra o la huella del hombre en el planeta.
“Para hablar de naturaleza, los artistas aportan miradas muy enriquecedoras de esta problemática urgente que nos involucra a todos.
Hay obras históricas y otras realizadas especialmente para esta exposición”, cuenta a modo introductorio, durante una recorrida para prensa, la directora de artes visuales del CCK, Gabriela Urtiaga, curadora de este proyecto junto a un equipo integrado por Ana María Battistozzi y Laura Buccellato.
Obras de artistas argentinos como Jacques Bedel, Oscar Bony, Nicolás García Uriburu, Víctor Grippo, Gyula Kosice, Marie Orensanz, Rómulo Macció, Hernán Marina, Margarita Paksa, Tomás Saraceno se despliegan en las salas a partir de diversos ejes temáticos, como “Antropoceno”, “Utopías / Distopías”, “Sustentabilidad / Compromiso Ecológico” y “Ecosistemas”, muchas de ellas creaciones híbridas.
En el inicio de la exposición se incluye la obra de artistas clave en esta temática, como Gyula Kosice y su escultura “Gota colgada espejada”, que anticipó en vida que el hombre no ha de terminar en la Tierra y que sentó la bases de una posible Ciudad Hidroespacial.
Algo similar pero en el aire es lo que propone el argentino radicado en Berlín Tomás Saraceno, que presenta su obra “Aerocene Explorer”, parte del proyecto titulado Aeroceno, modelos especulativos de modos alternativos de vivir para un futuro sostenible.
En tanto el artista Jorge Orta presenta “Oficina de entrega de pasaportes universales de la Antártida”, “un proyecto que ya lleva 25 años -cuenta el propio artista- y que trabaja sobre grandes problemáticas de la sociedad, sobre los desplazamientos forzados.
Comenzó en los 90, y hoy en día hay 30 millones de personas en el mundo forzadas a desplazarse por cuestiones climáticas”.
Por eso la obra de Orta busca imaginar nuevas vidas en un territorio sin población, como la Antártida, y allí se ve una suerte de estructura donde ampararse, que incluye una carpa, una bolsa de dormir, una pava, un chaleco salvavidas, un farol y muchos otros objetos.
“En 2007 realizamos una expedición a la Antártida para fundar un nuevo territorio con la bandera de todos los países del mundo. Así que vamos a estar entregando pasaportes de esta nacionalidad planetaria durante la exposición”, adelantó el artista y exhibió un ejemplar de este documento que incluye una lista de compromisos a asumir.
También estaba presente la artista francesa Cécile Beau, quien presentó su obra de arte “Specimens”, una instalación que de manera poética busca preservar la supuesta forma de vida hallada en otro planeta: tres cubos de vidrio donde presenta “una ficción a partir de la posible forma de vida hallada en otro planeta -piedra, vegetal y animal- que ella custodia y en donde recrea el sonido y el ambiente del hipotético planeta”.
La muestra abarca algunos inevitables como un clásico de Nicolás García Uriburu, pionero del arte ecológico, y su trabajo “Coloración en Venecia”, cuando tiñó de verde los canales de la ciudad italiana. En tanto, obras como la de Nadia Guthmann, una inmensa escultura del mono carayá, que está en peligro de extinción, hace alusión a cómo las acciones del hombre repercuten en el planeta.
Por su parte, la artista Catalina León presenta “un refugio que no se sabe si se está construyendo o destruyendo”, detalla la propia autora, realizado con hojas de palta y gomero cosidos a mano, “una posible respuesta a la constante transformación de la naturaleza desde la práctica artística”.
Resulta impactante visualmente una obra como “Orilla del mar” de la artista y cineasta belga Agnés Varda, y algo similar ocurre con la obra del escocés Martin Creer, “La mitad del aire de un espacio dado”, una sala casi toda vidriada, con miles de globos celestes inflados, flotando en el espacio, que hay que empujar a medida que se avanza, como una gran invitación a jugar y a sumergirse en ese mar de globos.
Así, los artistas ensayan diferentes acciones. Por ejemplo Hernán Marina, que presenta una instalación que da instrucciones imperativas -a través de un cartel de luces de neón- para crear un hábitat con flora de América.
Con su “Proyecto Biósfera” el artista e ingeniero Joaquín Fargas -quien viene de exponer en la Bienal Antártica- presenta tres esferas de policarbonato con organismos dentro, como “a una escala infinitesimal del planeta Tierra”, para concientizar sobre la preservación de nuestro planeta.
Por su parte, el fotógrafo Gabriel Valansi propone una distopía a través de su instalación “La premisa de Pompeya”, una suerte de enunciación de la catástrofe: “Una especie de autocine posnuclear -cuenta el artista-, un modelo 32 veces más pequeño que la realidad, como si fuera la foto de un fenómeno arqueológico; una situación congelada, tal como ocurrió con Pompeya”, detalla.