El ICB lleva adelante un proyecto para conocer cuál es la dieta de las ballenas a partir del estudio de su grasa. Este estudio permitirá evaluar si cambios en su alimentación están relacionados a éxitos o fracasos reproductivos de las hembras que visitan Península Valdés, en la Patagonia argentina. Esta información será relevante para monitorear el bienestar de la población y advertir sobre posibles cambios que podrían afectar su recuperación.
La Dra Carina Marón es investigadora del Instituto de Conservación de Ballenas y becaria postdoctoral del CONICET. Desde el 2009 estudia el estado nutricional de las ballenas francas australes y se encuentra liderando un proyecto que tiene como objetivo responder: ¿Qué comen las ballenas francas que visitan Península Valdés?
Una forma de comenzar a contestar esta pregunta es explorando la grasa de las ballenas. Las ballenas son animales migratorios cuya estrategia de vida es muy distinta a la de otras especies: las ballenas no consumen constantemente alimento, sino que intercalan períodos de gran ingesta de alimento con períodos de ayuno. Su ciclo consiste básicamente en migrar hacia zonas frías donde se alimentan intensamente por 3-4 meses para acumular reservas de grasa y luego emprender su viaje de regreso a sus cálidas áreas de cría (como Península Valdés) para reproducirse, en el caso de los adultos, o sociabilizar, en el caso de los juveniles. En las áreas de cría, las ballenas casi que no se alimentan, sino que se sustentan con la gran capa de grasa que acumularon durante su estadía en las frías áreas de alimentación.
¿Cómo podemos utilizar la grasa para estudiar la dieta de las ballenas? En la grasa de las ballenas hay una gran cantidad de lípidos los cuales contienen los famosos ácidos grasos (como los omega 3, omega 6 y omega 9 que últimamente vemos promocionados en los paquetes de varios alimentos). Hay muchos ácidos grasos en una ballena, por ejemplo nosotros identificamos hasta ahora 58 ácidos grasos diferentes. Pero cada ácido graso tiene una concentración diferente que depende en gran medida del tipo de alimento que la ballena consumió. Entonces, si la ballena consumió mucha cantidad de la presa A, su perfil de ácidos grasos (o distintas concentraciones de cada ácido graso de su capa de grasa) va a ser similar al de la presa A. Y si se alimentó más de la presa B, su perfil será más similar al de la presa B. Así, nuestro proyecto es comparar el perfil de ácidos grasos de las ballenas con los de sus potenciales presas.
¿Cuáles serían estas potenciales presas? No se conoce exactamente cuáles son las presas de las ballenas. Se sabe por observaciones aisladas o por análisis del contenido estomacal de ballenas cazadas ilegalmente en los ‘60 y ‘70 que se alimentan de 2 grupos de crutáceos: el krill (o eufáusidos, que se parecen a los camarones y miden 5cm de largo) y los copépodos (mucho más pequeños que el krill, desde unos 0.2mm hasta un máximo de 2mm de largo).
Utilizando una técnica mínimamente invasiva, recolectamos pequeñas biopsias de grasa de ballenas adultas en Península Valdés para compararlas con sus potenciales presas. Lo que nosotros hemos encontrado hasta ahora es que existiría una gran variabilidad en el tipo de presas consumidas por las ballenas, y que parecería que algunas ballenas dependen más del consumo de copépodos y otras casi no incorporarían copépodos a su dieta.
Nuestro plan es seguir investigando más aspectos sobre la dieta de las francas, lo cual también nos permitirá evaluar si cambios en su alimentación están relacionados a éxitos o fracasos reproductivos de las hembras reproductivas que visitan Península Valdés para criar a sus ballenatos. Esta información será relevante para monitorear el bienestar de la población y advertir sobre posibles cambios que podrían afectar su recuperación.
Fuente: ICB – Instituto de Conservación de Ballena