Investigadores del CONICET, Fundación Bariloche y el Instituto Balseiro desarrollaron un modelo de distribución espacial para diferenciar la ubicación de dos especies similares de roedores en la región patagónica.
Carolina Vespasiano (Agencia CTyS-UNLaM) – Los roedores tienen, entre muchas características, la peculiaridad de ser huidizos. A tal punto llega su voluntad de perderse de vista, que incluso para quienes los estudian en detalle representan un desafío. En el caso del género Eligmodontia -un grupo de varias especies de roedores nativos de Sudamérica- la dificultad es mayor: no sólo cuesta distinguir una especie de otra, sino determinar cuál es exactamente el hábitat predilecto de cada una.
Un equipo de investigadores de CONICET de Patagonia se valió de las matemáticas para resolver el enigma y, con diversas herramientas informáticas, generó un mapa de distribución espacial de las especies de roedores sureñas Eligmodontia morgani y E. typus, basado en parámetros medioambientales y en muestras de presencia de sus ejemplares.
“Se trata de especies morfológicamente muy similares, pero genéticamente distintas. Entonces, como en general no se las puede distinguir en estudios de campo, buscamos generar un mapa de distribución potencial de estos roedores por las distintas ecorregiones del sur, a partir de índices climáticos, de vegetación y de los estudios biológicos disponibles”, expresó a la Agencia CTyS-UNLaM la investigadora Trinidad Ruiz Barlett, autora principal del estudio realizado junto a los investigadores Gabriel Martin, María Fabiana Laguna, Guillermo Abramson y Adrián Monjeau.
Siguiéndole la pista a los roedores
Para poder generar el mapa de distribución de ambos tipos de roedores, los investigadores recurrieron a estudios que, por un lado, identificaran a las especies por sus características genéticas en distintos puntos de la Patagonia, desde Río Negro hasta Santa Cruz.
Luego, analizaron qué variables medioambientales son decisivas para la selección de hábitat que hacen las especies. “Relevamos indicadores de temperaturas, humedad, precipitaciones e índices de cobertura vegetal, entre otros parámetros que varían en función de cada ecorregión”, precisó Ruiz Barlett, y agregó que, ya con todos los datos importantes compilados y puestos en relación, pudieron construir el modelo matemático con el software Maxent.
El equipo logró discriminar los ambientes en los que habitan estas especies y observaron que los factores que las separan son, fundamentalmente, la temperatura y la humedad. Por ejemplo, mostraron que E. morgani vive sobre la estepa y el bosque, hacia el oeste y centro patagónico, mientras que E. typus prefiere la ecorregión del monte y sus suelos despejados, que se extiendehacia la llanura del este y culmina en la costa atlántica.
Además, los investigadores detectaron que, si bien se distribuyen por ambientes diferentes, los roedores comparten áreas de transición de sus ecosistemas. No obstante, E. morgani ocupa las zonas altas y frías de esas mesetas, al tiempo que E. typus se limita a aquellas áreas de menor altura, con vegetación del monte.
El mapa de distribución permitió discernir que, a nivel regional, las variables climáticas cumplen un rol clave. Sin embargo, cuando se evalúa la distribución posible de los ejemplares de cada especie a nivel local, otros parámetros comienzan a entrar en juego, como la altitud, la rugosidad del paisaje, las condiciones del suelo y la cobertura vegetal, que condicionan su supervivencia de alguna u otra manera.
“Nuestro mapa también brinda ‘intervalos de idoneidad’, es decir, que indican cuán favorable ambientalmente es cada zona para ambas especies en función de su vegetación y de las posibilidades que brinda. Es potencial: la especie podría estar o no por distintos motivos, tales como barreras geográficas, acción humana o por la presencia de un depredador.Sin embargo, sirve de indicador para diversos estudios”, agregó la investigadora.
Con este modelo de distribución de ambas poblaciones de roedores, no solo se echa luz acerca de sus marcadas diferencias a la hora de ocupar los territorios sureños, sino que se puede verificar algunas diferencias fisiológicas entre E. morgani y E. typus en función de su relación con el hábitat.
Según detallaron en su estudio, recientemente publicado en la revista científica Journal of Arid Environments, los investigadores señalaron que es probable que E. morgani sea algo más grande que E. typus y que tenga también una mayor concentración de tejido adiposo marrón debido a las diferencias de aridez en sus respectivos ambientes. Además, comentaron que los riñones de E. typus deben tener áreas medulares más grandes e índices renales más elevados que su –ya no tan parecida- especie austral vecina.
Sobre el software utilizado para modelar la distribución de las especies, Barlett resaltó que se trata de una herramienta muy adecuada para analizar la relación entre las ubicaciones de las especies y las características ambientales “que determinan la idoneidad general del hábitat para una especie”. En esa línea, señaló que, en función de los resultados que obtuvieron a través de Maxent, “la distribución actual es un buen indicador de los requerimientos ecológicos”.
“En los últimos años, los modelos de distribución de especies (SDM) han desempeñado un rol cada vez más importante en el estudio de los patrones de distribución de los organismos”, valoró la experta, y concluyó que los modelados espaciales, como el que se empleó en este trabajo, van ganando terreno en estudios ambientales, ecológicos y de conservación.