Francia.-La localidad de Dordoña, en el suroeste de Francia, recuerda cada año a Antoine de Tounens efímero “rey” francés de Araucanía y la Patagonia argentina. Llegado en 1858 a Chile movido por su apetito político y comercial, este franc-masón se autoproclamó en 1860 rey entre los mapuches. Las autoridades argentinas y chilenas tomaron en serio su amenaza, lo detuvieron y expulsaron a su país. Hay incluso una disputa dinástica por su “sucesión”.
Tourtoirac, Francia.- Una localidad de Dordoña, en el suroeste de Francia, recuerda cada año al efímero “rey” francés de Araucanía (sur de Chile) y la Patagonia argentina, en una ceremonia donde se entrelazan la celebración de la fantástica historia de un aventurero del siglo XIX y la lucha actual de los indígenas mapuches.
Una misa en honor a Santa Rosa de Lima, primera santa de América, una visita al Museo de los Reyes de Araucanía y Patagonia de Tourtoirac y dejar un ramo de flores en la tumba del “rey” de Araucanía. Éstos fueron algunos de los actos en honor a Orelie Antoine de Tounens (1825-1878), que tuvieron lugar este domingo en esta población de 650 habitantes, en el suroeste de Francia.
“Su historia real supera la ficción. Parece un verdadero western. Si hubiera sido estadounidense o inglés, Hollywood ya habría hecho decenas de películas sobre él”, asegura Jean-François Gareyte, un historiador aficionado.
Autor de dos libros sobre el “rey” de Araucanía, Gareyte investigó sobre su vida a través de archivos militares, judiciales y artículos de prensa, así como recogiendo el testimonio de la memoria oral de la comunidad mapuche.
¿Un loco o un aventurero?
Tras haber viajado a en 1854 a Chile movido por su apetito político y comercial, este franc-masón del suroeste de Francia se encontró reinando entre los mapuches, después de algunas peripecias políticas.
De Tounens tejió relaciones con los círculos de poder local, aprendiendo rápidamente a hablar español y también araucano. Ofrecía grandes fiestas con bebida y comida, lo que lo hacía bastante popular. Se hizo llamar príncipe Orelie-Antoine de Tounens y tejió rápidamente contactos con comunidades mapuches, a quienes pidió reconocerlo como rey del territorio de la Araucanía.
El argumento de De Tounens era que la Araucanía y la Patagonia nunca pertenecieron legítimamente al rey de España, por lo cual consideraba al territorio como “tierra de nadie”, y denunciaba al gobierno chileno por intentar ocupar ilegalmente la zona, lo que lo acercaba a los lonkos (líderes) mapuches, que veían en el francés un potencial aliado para luchar contra el gobierno chileno.
Envalentonado por el apoyo mapuche, concentrado sobre todo en dos líderes, Kilapan y Calfucura, el aventurero redactó el Preámbulo y la Constitución del territorio, llamado Araucanía, el 1 de noviembre de 1860.
Ese mismo año, varios líderes de tribus del sur de Chile lo nombraron ” Aurelio-Antonio I, rey de Araucanía”. Para algunos historiadores, la declaración no fue un acto de ingenuidad, sino que los líderes mapuches buscaban apoyo internacional ante las campañas militares que se preparaban en Chile y Argentina para tomar el control de sus territorios.
El territorio del nuevo reinado abarcaba casi todo el sur de Chile pero también la Patagonia argentina. De Tounens la “anexó” mediante un decreto que firmó el 17 de noviembre del mismo año. Después, escribió a compatriotas franceses para comunicar la creación del nuevo reino y buscar reconocimiento oficial. Según sus cálculos, su territorio tenía dos millones de habitantes, entre tribus mapuches y tehuelches.
Dos años más tarde, en plena disputa territorial en Araucanía y Patagonia, las autoridades chilenas encomendaron la captura de De Tounens al coronel Cornelio Saavedra, nieto del presidente argentino. Saavedra detuvo a Orélie-Antoine y lo llevó a Valparaíso, donde fue juzgado, sentenciado a prisión y luego expulsado del país, tachándolo de enfermo mental. Pero regresaría al menos en tres ocasiones para revivir la iniciativa, en una de ellas desembarcando en la Bahía de San Antonio, en Río Negro, e intentó desde ahí regresar a Chile, antes de morir enfermo en Tourtoirac.
¿Su aventura fue una “bufonada” de un “mitómano de provincias”, como lo describía entonces la prensa parisina? ¿O el destino de un aventurero que se vio “atrapado en una serie de circunstancias históricas”?
Según Gareyte, los archivos de Santiago de Chile muestran que las autoridades chilenas de mediados del siglo XIX tomaron muy en serio sus campañas, para nada “pacíficas”, y se preguntaron si contaba con el apoyo de París, ya que coincidió con los intentos de Napoleón III de implantarse en México (1861-1867).
Falleció en 1878, a casi 12.000 kilómetros de sus pretendidos dominios, sin lograr consolidar el reclamo de su pretendido reino ni un hijo que le asegurara descendencia.
Una disputa dinástica y el reclamo mapuche
La sucesión del trono fue desde entonces una cronología caótica, hasta que se reformó la Constitución del reino. Los monarcas ahora son elegidos por el consejo. La primera elección trajo consigo el cisma. En 2014, a la muerte del príncipe Felipe I, luego de 63 años de reinado, el consejo nombró a Jean-Michel Parasiliti como sucesor. La elección frustró a un aficionado del reino que quería el puesto. El despechado, junto con algunos disidentes, aclamaron al joven Estanislao Parvulesco, entonces de 20 años, como nuevo soberano y se estableció un gobierno paralelo al consejo.
Desde 2018, Frédéric Luz, un heraldista del sur de Francia, conocido como Federico I, es el sucesor oficial en el legado del “rey” francés de Araucanía, después de que a finales de 2017 muriera su antecesor. Pero su legitimidad está cuestionada por esta querella dinástica. Porque también el joven Parvulesco, que se hace llamar Su Alteza Real Estanislao I, reclama el “trono patagónico” para él.
El Consejo del “reino” de Araucanía está formado por mapuches, como Reynaldo Mariqueo, que vive en Reino Unido y dirige la oenegé Auspice Stella, que desde el 2013 tiene un estatuto consultivo en el Consejo Económico y Social de Naciones Unidas (ECOSOC).
La “Casa real”, a través de esta oenegé, aporta ayuda material y hace presión en defensa de la causa del pueblo mapuche.
Según Federico I, el legado de Antoine de Tounens no representa una historia cómica y folclórica, sino que genera un interés creciente en América Latina, donde los mapuches disponen de un mayor reconocimiento desde hace 20 años.
En 2017, la entonces presidenta chilena Michelle Bachelet pidió oficialmente “perdón” por “los errores y los horrores” históricos cometidos contra esta comunidad indígena.
“No somos una micronación de broma ni tampoco queremos crear un estado, no nos planteamos reivindicar ningún territorio”, explica Federico I a la AFP. Según él, la “Casa real” de Araucanía tiene como objetivo evocar la figura de Antoine de Tounens, pero sobre todo servir “de caja de resonancia para ayudar a los mapuches en la defensa de sus tradiciones”.
“El actor principal de esta historia no es él (Antoine de Tounens), sino el pueblo mapuche”, afirma.
Fuente: Diario Rio Negro